A contra corriente, con el aliento de su propia convicción y oponiéndose sin reservas a opiniones que han intentado aprisionar su libertad musical y personal, el flautista Horacio Franco, se ha convertido en uno de los instrumentistas del repertorio barroco, más importantes de nuestro país y con mayor proyección en el mundo.
Este mes, el músico cumplirá 45 años de carrera, y para celebrarlo se encuentra en la preparación de un concierto especial en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, que tendrá lugar el próximo 12 de abril, con un repertorio con obras de Antonio Vivaldi, Johan Sebastian Bach, Francesco Turini y el estreno de la pieza La Llorona, del compositor Samuel Murillo.
Desde su estudio en la Ciudad de México, Franco, en entrevista con El Sol de México vuelve su memoria sobre la partitura de su vida.
“Después de todos estos años, la música ha sido para mí la única manera de expresarme a mí mismo, de salvar mi cuerpo, mi mente y mi inteligencia, a partir del análisis y conocimiento de un maravilloso instrumento. Pero, también, una gran oportunidad de compartir con la academia, otros músicos y sobre todo con el público”, asegura el flautista y director de orquesta, rodeado de los numerosos retratos que le han obsequiado.
CONTRA TODO
Franco cuenta que la flauta le llegó en 1975, como un instrumento escolar, cuando estudiaba en la Secundaria No. 35, en Coyoacán, en un salón que en la actualidad lleva su nombre. Ahí, contrario de todos sus compañeros, encontró el amor por ese instrumento, pero no fue hasta que vio una interpretación de Mozart a cargo de la joven pianista Claudia Aguirre, quien era su compañera, que supo que quería dedicarse a la música.
Fue en este punto que tuvo que enfrentarse a su primera oposición musical, pues sus padres le dijeron que la música no podía ser una profesión, por lo que, por iniciativa propia buscó entrar al Conservatorio Nacional de Música, donde fue aceptado por su talento. Se dedicó en principio a estudiar violín, pues no tuvo la posibilidad de practicar piano, por su condición económica y porque sus maestros le habían dicho que la “flauta no era un instrumento serio”, razón por la que no existía una carrera para ese instrumento, según relata Franco.
Tras insistencias, a los 13 años el joven flautista logró que el 12 de abril de 1978, interpretara como solista una pieza de Antonio Vivaldi, acompañado por la orquesta del Conservatorio, donde luego trabajaría como el primer maestro de flauta dulce.
De este modo, a los 16 años el músico decidió continuar sus estudios en Holanda, en el Sweelinck Conservatorium en Ámsterdam –hoy Conservatorio de Ámsterdam-, donde se recibió con el grado de maestro como “Solista cum laude”, en 1985. De ahí, su carrera fue una incesante búsqueda de espacios y colaboraciones que hoy en día han rendido frutos, tanto en la interpretación de música barroca, como en la creación de nuevo repertorio, de más de 100 canciones para flauta compuestas para él.
“Yo me procuré toda mi educación, a mí en verdad nadie me ayudó. Por eso soy ferviente defensor de la idea de que uno mismo tiene que buscar lo que desea y luchar por la felicidad, ya sea con éxito o con fracaso. De los apoyos y becas que he tenido en sexenios anteriores he destinado hasta el último centavo, dando conciertos en secundarias y escuelas de todo el país, para darles este mensaje a los chicos”, explica el maestro.
Tras mirar en retrospectiva, advierte sobre la condición de la enseñanza y ejecución musical en México, que “cada vez hay más movimiento en el estudio y ejecución de música antigua; no se ha cristalizado del todo, pero es cada vez más latente en las escuelas de música. Pero el verdadero problema no es hacer el plan de estudios para una escuela, es la cuestión laboral. Es un problema tanto en México como en el mundo desde siempre”.
ACTIVISTA LGBTQ+
Más allá de la música, las oposiciones y críticas han estado presentes en su carrera, específicamente en cuanto a su preferencia sexual, la cual no había significado problema alguno durante sus estudios en Holanda, donde reconoció que México era, tal como dijo el escritor Mario Vargas Llosa, “una dictadura perfecta”, con falta de democracia y sentido por los Derechos Humanos.
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“Yo me volví activista por mi país y por mi entorno. El hecho de que yo sea intérprete de música clásica es finalmente fortuito, no tiene nada que ver con mi preferencia. El mismo mundo de la música, y, sobre todo el de la clásica, es bastante homófobo, muy de closet, además de que es demasiado políticamente correcto’. Cosa que me tiene sin cuidado, por eso es que no encajo, aunque no me lo dicen porque me respetan mucho.
“Cuando a mí me discriminan me da mucha risa, me gritan ‘¡puto!’, y yo les digo ‘no, puto no, ¡putísimo!’. Pero cuando discriminan a alguien más, ya sea por ser indígena o por su color de piel o por ser mujer, me lleno de indignación y coraje. Yo creo firmemente que quienes discriminan son los que tienen el verdadero problema, esa ha sido mi tesis siempre”, concluye el músico.