/ miércoles 23 de octubre de 2024

No todos llegan al Mictlán; conoce los nueve niveles del inframundo según los nahuas

Los nahuas crearon cuatro destinos al término de la vida, con base en la forma de muerte, era el lugar correspondiente para continuar el camino y el Mictlán no es el destino final de todos

De acuerdo a las creencias de los antiguos nahuas el Mictlán es la morada final de los difuntos antes de lograr trascender a su forma cósmica, no obstante, el inframundo prehispánico no es para todos los difuntos, puesto el hogar del dios Mictlantecuhtli y la diosa Mictecacíhuatl está dividido en nueve niveles.

Dentro de la cosmovisión prehispánica, la muerte no significa el final de la vida, al contrario, representa la desagregación y dispersión de los componentes del ser humano, esto relacionado a su creencia acerca del cosmos.

Para los antiguos nahuas, el hombre estaba conformado por materia pesada alojada en sus órganos vitales, donde existían identidades anímicas invisibles y ligeras; la primera de ellas 'Teyolia’ contenía la esencia humana, y se alojaba en el corazón, la segunda era el ‘Tonalli’ que poseía la individualidad y el destino personal, representado por la cabeza, el tercero ‘Ihiyotl’ considerado la guía de las pasiones, se asociaba con el hígado.

Bajo los principios de trascender después de la muerte, los nahuas crearon cuatro destinos al término de la vida. Con base en la forma de muerte, era el lugar correspondiente para continuar el camino: el Chichihualcuah, el Tlalocan, el Tonatiuh y el Mictlán.

Los inframundos prehispánicos

Los cuatro escenarios finales para los nahuas estaban ligados a la manera de morir, para los nonatos se les recibía en el Chichihualcuahco, donde eran alimentados por un árbol nodriza hasta que se les otorgara la segunda oportunidad de vida.

Para aquellos desafortunados que perdieron la vida de manera ligada al agua, su destino era el llamado “paraíso terrenal” o Tlalocan donde residía el dios Tláloc.

Los guerreros caídos en batalla, las mujeres que murieron en el parto, los comerciantes fallecidos en expediciones y quienes fueron sacrificados en nombre del dios del Sol, continuaban el camino en el Tonatiuhichan.

Por último, el Mictlán es la parada para aquellos que morían de manera natural o común, sin embargo, no todos tenían la oportunidad de atravesar las "pruebas", puesto que el inframundo prehispánico está dividido en nueve niveles, relacionados con la putrefacción, lo fétido, frío, húmedo, acuoso, oscuridad y la noche.

Los nueve niveles del Mictlán

Dentro de la cosmovisión de los nahuas se creía que el ser humano tenía un vínculo con la Tierra y la región de la muerte, debido a que el primer nivel se representa como una cueva dentada que funcionaría como acceso al inframundo, bajo la creencia prehispánica, las cuevas eran entradas que conectaban con el inframundo.

Algunos investigadores comparan la entrada al Mitlán como una vagina dentada, relacionándola con la diosa Tlaltecuhtli la “devoradora o partidora”.

En el segundo nivel, “Pasadero de agua” dentro de los dominios de lo húmedo, frío y acuoso, se representa un rio donde se cruza con la ayuda de un perro xoloitzcuintle, muy similar a la leyenda de Quetzalcóatl viajando al inframundo, ayudado por su nahual Xólotl, dios del atardecer.

El tercer nivel o “Montañas que se juntan”, siguiendo las creencias mesoamericanas, una de las montañas significaría la vida mientras que la otra la muerte, la acción de chocar o juntarse podría estar relacionada con las almas que se encuentran en conflicto y aún no aceptan su muerte.

El cuarto y quinto nivel, “Montaña de obsidiana” y “Lugar donde sopla el viento de obsidiana”, se relacionan con la descomposición del cuerpo mientras atraviesa por un camino decorado con navajas de obsidiana, que le ayudan a desprender la carne puesto que ya no la necesitará más.

Para el sexto nivel, “Lugar donde tremolan las banderas”, el viajero se olvida de todo lo que fue, sus valores, costumbres, experiencias del teyolia.

El séptimo nivel o “Lugar donde se flecha la gente”, como su nombre lo indica, las flechas perdidas en la guerra se encargaban de obstruir el paso del difunto impidiendo su paso a la trascendencia.

En el octavo nivel, "Lugar donde son comidos los corazones”, un jaguar de gran tamaño devora los corazones de los muertos; este animal es ligado al nahual del dios Tezcatlipoca, patrono de la realeza y al que se lo ofrecían corazones humanos.

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Por último, el “Lugar sin orificio para el humo” o noveno nivel, era el final del camino donde después de cuatro años se podía llegar a la morada del dios Mictlantecuhtli y la diosa Mictecacíhuatl, quienes resguardaban los huesos primigenios y se alimentaban de la podredumbre.

De acuerdo a las creencias de los antiguos nahuas el Mictlán es la morada final de los difuntos antes de lograr trascender a su forma cósmica, no obstante, el inframundo prehispánico no es para todos los difuntos, puesto el hogar del dios Mictlantecuhtli y la diosa Mictecacíhuatl está dividido en nueve niveles.

Dentro de la cosmovisión prehispánica, la muerte no significa el final de la vida, al contrario, representa la desagregación y dispersión de los componentes del ser humano, esto relacionado a su creencia acerca del cosmos.

Para los antiguos nahuas, el hombre estaba conformado por materia pesada alojada en sus órganos vitales, donde existían identidades anímicas invisibles y ligeras; la primera de ellas 'Teyolia’ contenía la esencia humana, y se alojaba en el corazón, la segunda era el ‘Tonalli’ que poseía la individualidad y el destino personal, representado por la cabeza, el tercero ‘Ihiyotl’ considerado la guía de las pasiones, se asociaba con el hígado.

Bajo los principios de trascender después de la muerte, los nahuas crearon cuatro destinos al término de la vida. Con base en la forma de muerte, era el lugar correspondiente para continuar el camino: el Chichihualcuah, el Tlalocan, el Tonatiuh y el Mictlán.

Los inframundos prehispánicos

Los cuatro escenarios finales para los nahuas estaban ligados a la manera de morir, para los nonatos se les recibía en el Chichihualcuahco, donde eran alimentados por un árbol nodriza hasta que se les otorgara la segunda oportunidad de vida.

Para aquellos desafortunados que perdieron la vida de manera ligada al agua, su destino era el llamado “paraíso terrenal” o Tlalocan donde residía el dios Tláloc.

Los guerreros caídos en batalla, las mujeres que murieron en el parto, los comerciantes fallecidos en expediciones y quienes fueron sacrificados en nombre del dios del Sol, continuaban el camino en el Tonatiuhichan.

Por último, el Mictlán es la parada para aquellos que morían de manera natural o común, sin embargo, no todos tenían la oportunidad de atravesar las "pruebas", puesto que el inframundo prehispánico está dividido en nueve niveles, relacionados con la putrefacción, lo fétido, frío, húmedo, acuoso, oscuridad y la noche.

Los nueve niveles del Mictlán

Dentro de la cosmovisión de los nahuas se creía que el ser humano tenía un vínculo con la Tierra y la región de la muerte, debido a que el primer nivel se representa como una cueva dentada que funcionaría como acceso al inframundo, bajo la creencia prehispánica, las cuevas eran entradas que conectaban con el inframundo.

Algunos investigadores comparan la entrada al Mitlán como una vagina dentada, relacionándola con la diosa Tlaltecuhtli la “devoradora o partidora”.

En el segundo nivel, “Pasadero de agua” dentro de los dominios de lo húmedo, frío y acuoso, se representa un rio donde se cruza con la ayuda de un perro xoloitzcuintle, muy similar a la leyenda de Quetzalcóatl viajando al inframundo, ayudado por su nahual Xólotl, dios del atardecer.

El tercer nivel o “Montañas que se juntan”, siguiendo las creencias mesoamericanas, una de las montañas significaría la vida mientras que la otra la muerte, la acción de chocar o juntarse podría estar relacionada con las almas que se encuentran en conflicto y aún no aceptan su muerte.

El cuarto y quinto nivel, “Montaña de obsidiana” y “Lugar donde sopla el viento de obsidiana”, se relacionan con la descomposición del cuerpo mientras atraviesa por un camino decorado con navajas de obsidiana, que le ayudan a desprender la carne puesto que ya no la necesitará más.

Para el sexto nivel, “Lugar donde tremolan las banderas”, el viajero se olvida de todo lo que fue, sus valores, costumbres, experiencias del teyolia.

El séptimo nivel o “Lugar donde se flecha la gente”, como su nombre lo indica, las flechas perdidas en la guerra se encargaban de obstruir el paso del difunto impidiendo su paso a la trascendencia.

En el octavo nivel, "Lugar donde son comidos los corazones”, un jaguar de gran tamaño devora los corazones de los muertos; este animal es ligado al nahual del dios Tezcatlipoca, patrono de la realeza y al que se lo ofrecían corazones humanos.

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