Los tres eran virtuosos, los tres eran artistas, los tres se llamaban Pablo, y los tres murieron aquel triste año de 1973. Uno era una mano de mil pinceles, el otro un puñado de versos del tamaño de un continente, y el último un violonchelo que supo entonar la melodía de los pueblos: Pablo Picasso, Pablo Neruda y Pablo Casals. En ese mismo orden se fueron, el 8 de abril, el 23 de septiembre y el 22 de octubre.
Con su partida, el mundo se quedó sin tres de sus más intrépidos Quijotes (la comparación es del compositor argentino Alberto Cortez). Cada uno, desde sus disciplinas y a su muy individual manera, marcaron precedentes en la cultura universal, declarando, entre la oscuridad de los tiempos de sangre y totalitarismos que asediaron el siglo XX, a la paz y la libertad como sus caminos.
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A cinco décadas de la transición de estos personajes, recordamos las principales aportaciones de sus obras, de la mano de especialistas que han dedicado sus plumas a estudiar las inacabables propuestas de estos tres Pablos, grandes entre los grandes creadores que han existido en el mundo de habla hispana.
El Pablo pintor, descubridor de realidades
Considerado como uno de los artistas plásticos más importantes, no sólo del siglo XX sino de toda la pintura occidental, Pablo Picasso (nacido en Málaga, 1881), con su obra, “cambió nuestra manera de mirar”, volviéndose una figura central para el arte moderno de Occidente en todas sus expresiones, asegura el ensayista, narrador y poeta Gabriel Bernal Granados.
“Él propusoque la forma en que percibimos la realidad se logra al ‘recomponerla’ en nuestra mente, de acuerdo con estructuras que han sido superpuestas a nosotros a lo largo de varias generaciones. Entonces, gran parte de su obra, que parece estar compuesta de piezas indescifrables tiene que ver con su crítica a la pintura mimética y retiniana”, según explica Bernal Granados.
En este sentido, la investigadora Sandra Zetina, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, apunta que “la gran aportación” de Picasso fue el impulso que éste realizó, junto al artista George Braque, con quien trabajó muy de cerca en el análisis de la obra del pintor Paul Cézanne, quien había experimentado con la representación a través de la geometría. Así el cubismo quedaría inaugurado en Picasso con la creación de Las señoritas de Avignon, en 1907.
“Algo que resulta interesante, es que, en los años de Picasso, todos esos artistas partían de ideas científicas acerca del espacio, que habían comenzado a tomar relevancia y que culminaron, después, en la Teoría de la Relatividad de Einstein, pero que en ese momento se popularizaron como la cuarta dimensión, sólo que Picasso siempre lo hizo pensando desde la intuición del arte”, puntualiza la especialista en arte moderno, quien agrega que en Picasso este movimiento tuvo múltiples periodos.
Hombre multitemático, desde la naturaleza muerta, la figura femenina y el símbolo de Minotauro―alter ego del pintor, por su dualidad racional y animal― otra gran aportación paralela que otorgó Picasso, fue el llamado “Primitivismo”, que a lo largo de su obra se hizo presente, con la aparición de máscaras africanas y elementos referentes a otras civilizaciones. Este momento, asegura Bernal Granados,“tendría consecuencias, tanto en el arte como en la antropología, ya que se revaloró la significación de la mente primitiva, no como una forma de pensar secundaria ni deficiente, sino como un momento de esplendor que conocen las civilizaciones en su inicio”.
Hijo de un padre pintor y pedagogo ―que lo impulsó a realizar su primera obra a la edad de ocho años El picador amarillo―, coinciden ambos especialistas, Picasso fue un “pintor muy bien formado”, que estudió en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y la Academia de San Fernando, en Madrid, por lo que experimentó diversos estilos y técnicas, antes de ganar el gran reconocimiento que le fue dado en París, ciudad que frecuentó, desde los inicios del siglo XX y donde entabló amistades, y vasos comunicantes, con los más importantes artistas de su época: Guillaume Apollinaire, Cesar Vallejo, James Joyce, Marcel Proust, Jean Cocteau, Diego Rivera, Jean-Paul Sartre, George Bataille.
Ambos especialistas cuentan que, a pesar de que Picasso formó parte de los partidos comunistas de España y francés, el pintor tuvo muy pocos pronunciamientos políticos desde su visión de Casals, ya que ―afirma Bernal Granados― “sabíaque, si quería pintar con la mayor libertad posible, la política no podía arrojar sus sombras como condicionantes sobre su trabajo”. Sin embargo, Guernica, pintado en 1937, uno de sus cuadros más célebres, en el que retrata el horror de la Guerra Civil Española sobre aquella ciudad, fue una prueba de su visión sobre la pintura como forma de discurso de gran poder.
“En el Guernica, él se pronunció a favor de la humanidad y la libertad creativa, así como la equidad e igualdad. En ella, por su puesto encontramos varios símbolos importantes, como lo es la paloma de la paz; pero esta obra también tiene varios elementos plásticos relevantes que deben ser considerados para su análisis interpretativo”, afirma Granados.
Con gran fama internacional, consolidado como el pintor más importante de su generación, Picasso, murió a los 91 años, de un edema pulmonar. El hecho generó gran conmoción en el mundo de la cultura, que había abrazado ya su obra como una epítome del arte, aunque aún no la comprendía del todo.
El Pablo poeta, camino y caminante de versos
En realidad, no se llamaba Pablo, pero ese había sido su pseudónimo. Su nombre fue Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto. De origen humilde, nacido en el seno de una familia obrera en Parral, Chile, 1904, Neruda se consagró como uno de los más grandes y tal vez el poeta más leído en habla hispana durante el siglo XX, logrando con su obra no sólo gran cantidad de lectores, surcos para la poesía hispanoamericana.
“Estrictamente en un sentido literario Neruda es el camino de la poesía en español durante el siglo XX, al menos hasta la década de los cincuenta. Yendo en la búsqueda de su propia voz, pasó de la poesía modernista, a la de las vanguardias y de ahí una de corte comprometido, para luego llegar a la sencillez, en el sentido de poesía desnuda, que sería antecedente de la poesía posterior, de los últimos tres cuartos del siglo pasado”, comenta el Dr. Gabriel Enríquez, investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
En cuando a una desus mayores aportaciones a la poesía en nuestro idioma, Gabriel Enríquez menciona que fue “la aspiración y concreción de la escritura de una poesía orgánica”, idea que tomó del poeta francés Charles Baudelaire, en la que los poemas en los libros de poemas se comunicaban entre sí, pero no sólo ello, con la obra entera del autor, así como parte de su vida y convicciones.
“Ya lo decía Hernán Loyola, uno de sus más grandes críticos, que Neruda siempre partía de un instante biográfico, pero con la misión de transformarlo en literatura, independientemente de lo que en verdad haya sucedido, en un proceso de afirmación poética propia”, elemento que, afirma el especialista, se encuentra en todos sus libros, como sus célebres Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) o de los libros más vanguardistas Residencia en la tierra(1933), o de los más políticos, como Las uvas y el viento (1954).
Aparte de poeta, Pablo Neruda tuvo una larga carrera política, que comenzó en 1927, en Birmania y repitió en otros países Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona. Durante este periodo conoció al poeta español Federico García Lorca, quien lo introdujo al círculo de la famosa Generación del 27. Este hecho marcaría un antes y un después en la obra de Neruda, ya que esta generación se vio participativa en contra de la Guerra Civil Española, en contra de las huestes del general Franco, aunque su interés político y de compromiso social hubiese tenido su semilla desde su adolescencia.
“Pablo no quería en un principio escribir una literatura comprometida, lo dijo a un periodista argentino con el que tenía correspondencia, pero no le quedó de otra. En su proceso de reafirmación lo llevó a escribir los versos de Residencia en la tierra, momento en que había encontrado su voz, pero le sucedió la desgracia de volver su poesía social, que le costó mucho trabajo. La gran poesía de Neruda no está en la que es comprometida”, afirma Enríquez, quien reconoce que esta decisión fue después firmemente aceptada por el poeta, quien llegó a ser miembro del Comité Central del Partido Comunista.
Tras regresar a Chile en 1943, Neruda siguió su carrera política como senador y se opuso al gobierno comunista de Gabriel González Videla, por la represión contra unos mineros en huelga. Los roces terminaron en persecución y en 1949 sale al exilioy recorre Checoslovaquia, Unión Soviética, Polonia, Hungría, México, Rumania, India, Italia. En este periodo se publica en México, uno de sus libros más importantes Canto General, el cual pretendía dar concreción a la gran diversidad del pueblo latinoamericano.
Su exilio terminó en 1952, tiempo después recibió varios premios, tanto por su obra poética como por su labor social. Entre ellos el Premio Stalin de la Paz en 1953 y el doctorado honoris causa por la Universidad de Oxford. En 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura por la Academia Sueca. Y en 1973, tras dejar su cargo como embajador en Francia, fallece en misteriosas condiciones que no se esclarecen a la fecha, pero hacen suponer que pudo haber sido envenenado, el mismo año en que sucedió el golpe de estado que marcaría el inicio de la dictadura del general Augusto Pinochet en Chile.
El Pablo violonchelo, armonista de la paz y la naturaleza
Catalán y músico prodigioso desde su infancia, Pablo Casals (quien nació en 1876) se encumbró como uno de los más importantes directores, pedagogos, investigadores e instrumentistas de orquesta, escuelas y violonchelo del siglo XX. A él se le atribuye la recuperación la serie desuites para violonchelo de Johann Sebastian Bach “que son hoy en día la base de la educación musical en el violonchelo”, asegura Julio Estrada, coordinador del Seminario Universitario de Investigación en Creación Artística de la UNAM.
“Casals al entrar en contacto con estas partituras se dedicó por más de una década a estudiarlas en solitario. Solo al cabo de ese periodo de investigación y de ejecución cuidadosa comenzó a darlas a conocer. Fue un trabajo de una búsqueda en la soledad para lograr rescatar esa música que en alguna época había sonado y que se requería recuperar para mostrar la grandeza de Bach al nivel de las obras individuales y no necesariamente religiosas”, relata el especialista sobre esta aportación de Casals que derivó también en la reinvención de las técnicas de ejecución de violonchelo, a partir de sus interpretaciones.
En otra perspectiva, la vocación de Casals se vio siempre acompañada por una incesante búsqueda de la paz y la igualdad, tanto que fundo varias agrupaciones de orquesta para obreros y trabajadores, se pronunció abiertamente a la dictadura franquista, tras su exilio durante la Guerra Civil Española, y otros regímenes, entre ellos el de la Unión Soviética y el régimen Nazi.
“En particular Casalsno era un hombre definido de izquierda sino una persona que estaba a favor de la libertad y en contra de las dictaduras. Lo que hizo primordialmente fue no visitar a ningún país que reconociera a Franco, con ello dio un ejemplo contundente y conmovedor de alguien que rehúsa reconocimientos muy merecidos en todo el mundo, poniendo siempre la condición de que él asociaba sus capacidades musicales al respeto de la libertad de un pueblo, como el español que estuvo sometido a una dictadura militar y violenta”, especifica Estrada.
Su labor lo llevó a ser invitado en 1958 a la Asamblea General de las Naciones Unidas, a interpretar un concierto en conmemoración del día mundial de ese organismo, retransmitido por radio a más de 40 países, con lo cual fue nominado al Premio Nobel de la Paz ese año. La misma organización internacional lo reconoció en 1971, con la Medalla de la Paz en Nueva York, donde interpretó, el que sería el Himno de las Naciones Unidas, compuesto por él y con la letra de poeta W.H. Auden.
“Lo que hacía Casals es que era un muy buen armonista que podía crear grandes versiones de música popular como “El Canto de los pájaros”, que era una de las más conocidas, como una suerte de himno a la paz. La del mundo de la música está asociada al de la naturaleza, conserva todavía esa idea del romanticismo de mostrar el esplendor de la naturaleza y aliarla con el canto de los pueblos y los países, en particular el pueblo catalán y español”, comenta Estrada en relación a las distintas composiciones de Casals.
Hay un hecho curioso en su biografía, en 1960, estrenó en México tal vez su obra más importante El pesebre, en Acapulco,“por la afinidad que tenía con nuestro país y la afinidad que también encontraba con españoles refugiados”, según relata el especialista, quien casualmente tuvo la oportunidad de participar en aquel evento, el cual destacó a sus ojos y oídos su concepción musical y afinidad pedagógica, misma que el maestro desempeñó en varios momentos de su carrera, pero especialmente durante su estadía en Puerto Rico, donde falleció hace 50 años.
“Nos dirigía a un grupo de cantantes de Bellas Artes que sonaban engolados y aun grupo de estudiantes y aficionados a la música que pertenecíamos al Coro Bach. Yo era en ese entonces un recién llegado que comenzaba sus estudios a los 16 años. Él nos hizo ver cómo surgía la musicalidad depurada a través de su interpretación. Algo que parecía ser muy simple comparado con la música muy compleja que vivíamos en los años sesenta resultó ser algo demasiado revelador del sentido de belleza a través de la armonía y la sencillez. Su gran lección fue no actuar como el gran maestro en el sentido del experto pedagogo, sino en la búsqueda de la sencillez como modelo de perfección.
“Es un enorme legado, de gran dignidad humana, de respeto al ser humano, por encima de todo, incluso de la música. Pero también el legado del enorme pedagogo. Ir a Puerto Rico a donde decidió vivir era acudir a una Meca en la cual se formaban violonchelistas ya jóvenes e incluso los ya formados, y que decidían adoptar el conocimiento que les podía dar. Casals era una figura de la pedagogía acústica y además un enorme músico que había mostrado con creces sus capacidades interpretativas, de Bach, pero también de Beethoven y de Schuman”, concluye el investigador y músico.
Encuentros
Aunque no hay demasiados indicios documentales que afirman que los tres Pablos celebraron algún encuentro presencial, sí se sabe que al menos Pablo Neruda y Pablo Picasso tuvieron una profunda relación, ya fuera porque conocían previamente sus obras o porque entablaron algún tipo de comunicación desconocida.
Ese primer acercamiento debió suceder en 1949, durante el Primer Congreso Mundial de Partidarios de la Paz, de la cual Picasso era uno de los congresistas y en la que Neruda apareció en la última sesión, el cual está bien documentado en fotografías.
Este avistamiento debió ser de gran alegría para el pintor, pues un año antes, en Polonia, se llevó a cabo el Congreso de Intelectuales por la Paz, donde Picasso proclamó un discurso que dedicó a la ausencia del chileno recién exiliado de su país, a quien llamó su amigo. El hecho hace pensar a varios investigadores que ambos artistas se pudieron conocer antes, probablemente, una década atrás, cuando Neruda viajó a Madrid y también a Francia, donde tuvieron amistades en común.
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En sus obras, ambos mostraron afecto el uno por el otro, mientras que, en el poemario Las uvas y el viento, Neruda escribió versos dedicados al pintor; Picasso, realizó un retrato del poeta para el Partido Comunista Francés, en una serie de dibujos que representarían el “Rostro de la paz”. Estas muestras de afecto también pasaron a la influencia en sus trabajos escriturales, pues se considera que en algún momento Pablo Neruda escribió la novela El habitante y su esperanza con técnica cubista, donde prolifera la polifonía de voces narrativas.