Porfirio Díaz es uno de los personajes históricos más controversiales de México, pues si bien se le reconoce "desarrollo" industrial del país, también se le critica la extrema desigualdad social que se dio en su mandato, sin mencionar la ilegalidad de sus múltiples reelecciones. Lo irónico es que el porfiriato inició condenando la reelección en el poder.
Mucho se conoce sobre la faceta de Porfirio Díaz como presidente y posteriormente dictador, no obstante, previo al porfiriato fue un militar que se opuso no sólo a una reelección sino a dos.
El 8 de noviembre de 1871, el ya reconocido militar tras su participación en la Batalla de Puebla, se mostró en contra de la reelección de Benito Juárez mediante el Plan de la Noria, en el cual el oaxaqueño externó que el benemérito de las américas "violaba la letra y el espíritu de la Constitución de 1857".
Como si se tratara de un chiste de mal gusto, dicho documento pedía que se devolviera "honradamente al pueblo elector el depósito de su confianza en los periodos legales”, no tuvo el impacto deseado y Juárez continuó como presidente de la República hasta su repentina muerte el 18 de julio de 1872.
Plan de Tuxtepec, Porfirio Díaz en contra de la reelección
Tras la muerte de Juárez, el encargado de tomar el poder tras el desarrollo de elecciones extraordinarias fue el entonces ministro de la Suprema Corte de Justicia, Sebastián Lerdo de Tejada, quien gobernó de 1872 a 1876.
Lerdo de Tejada siguió el mismo camino que Juárez y mostró su intención de entrar en la contienda presidencial para reelegirse, lo que molestó de nueva cuenta a Díaz y mostró su descontento con el Plan de Tuxtepec el 21 de marzo de 1876. Inicialmente, fue visto con malos ojos, pues al fin México había conseguido una estabilidad civil tras un siglo lleno de violencia.
Por ello, Díaz decidió modificar puntos de su plan para que tomará cierta validez jurídica. Mientras tanto, el proceso electoral continuó dejando como ganador en circunstancias irregulares a Lerdo de Tejado. Por ello, José María Iglesias, representante del Poder Judicial de la Federación desconoció la legitimidad de las elecciones ante las irregularidades presentadas durante su proceso.
En octubre de 1876, Iglesias siempre bajo la vía de la legalidad, anunció que asumía el cargo de Presidente Interino Constitucional de la República Mexicana. De esta forma, Lerdo de Tejada se fue al exilio el 20 de noviembre de 1876.
No obstante, eso no fue el final del conflicto, pues aún faltaba resolver la disputa entre legalistas y militares, es decir, entre las facciones de Iglesias y de Díaz. Quienes pasaron por problemas por las armas.
Esto llevó a una nueva guerra interna del país entre la facción legalista o constitucionalista dirigida por José María Iglesias y la facción militar encabezada por el general Porfirio Díaz. Para finales de noviembre de 1876, Díaz había logrado tomar la Ciudad de México en donde se declaró presidente de facto ante su victoria contra Lerdo.
"La guerra llegó a su fin con la traición de las fuerzas militares del puerto de Mazatlán, las cuales terminaron por entregar la plaza a Porfirio Díaz, dejando sin posibilidad alguna a Iglesias de reorganizar sus fuerzas, quien involuntariamente tuvo que partir al exilio para salvaguarda su integridad", explica el sitio web del Gobierno de México.
Básicamente, desde su origen, el porfiriato ignoró las vías de la legalidad. Porifrio Díaz se reeligió en 7 ocasiones, dejando el gobierno para el proceso de 1880-1884 pero regresando para no dejar el poder hasta 1910 con el estallido de la Revolución Mexicana.
Contrastes del Porfiriato
El porfiriato ha pasado a la historia con tintes claroscuros, pues si bien se le reconoce un desarrollo económico, de infraestructura y comunicaciones, entre otras cosas, esto vino de la mano de una gran desigualdad social que se disparó dramáticamente.
De acuerdo con la historiadora de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Dra. Julieta Ortiz, la desigualdad social durante el largo y nulo democrático gobierno de Porfirio Diaz, fue evidente. Tan sólo en 1895 se contaban un total de 12.6 millones de habitantes en México, de los cuales solo el 2 por ciento representaba a la clase privilegiada con respecto al nivel económico y político.
Por otro lado, la población trabajadora y más empobrecida, a quienes mantenían en deuda sistemáticamente en las tiendas de raya, incluso hasta la muerte, constituían el 90 por ciento de la población total. Mientras que el 8 por ciento restante lo conformaron burócratas y profesionales.