En 1938, Guadalupe Marín (Jalisco, 1895-Ciudad de México, 1981) publicó su novela La única, una historia ficticia sobre Marcela, una mujer que bien podría ser ella misma. Sin embargo, los comentarios destructivos de José Juan Tablada y Salvador Novo hundieron el libro en un baúl, sin mayor fortuna crítica. Más de siete décadas después, la historia vuelve a ver la luz a través de la colección Vindictas. Novela y Memoria, de Libros UNAM.
“Fue una autopublicación porque Lupe Marín pagó con su propio dinero para imprimir la novela que de hecho se hizo en una imprenta no en una editorial, tal vez por eso hay pocos ejemplares originales. Además creo que fue mal entendida en su momento, a mí me parece que es una buena novela, tiene valores literarios que tal vez en ese tiempo no eran apreciados como esa soltura que tiene cuando escribe”, afirma Anaclara Muro, autora del prólogo a la nueva edición.
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En entrevista Muro precisa que en la trama una mujer llamada Marcela, narra su vida dentro del mundo cultural, sus encuentros con artistas y relaciones con diferentes personas. La mayor molestia de Tablada y Novo, apunta, fue la mención que se hace a personajes como Diego Rivera y Jorge Castro, ambos esposos de Marín, y de otros hombres de la época.
De hecho Tablada definió la novela como un chismorreo: “Me parece que su comentario es ilógico porque realmente todas las historias y otros textos de esa época son chismes, con un tratamiento literario diferente. En este caso como es una obra de una mujer que se va construyendo como un espejo muy directo del contexto, se lee como un chisme, pero creo que es de las cosas más ricas de este libro, la manera como va construyendo un universo del ambiente cultural”, señala.
En la novela se mencionan personajes como Diego Rivera y al entonces secretario de Educación, Narciso Bassols, aunque no directamente, pero es fácil distinguirlos. Por ejemplo, Marín describe al muralista como un pintor grande y alto que hace berrinches por todo. Lo mismo menciona a su también esposo el poeta Jorge Cuesta y a una serie de artistas, incluso internacionales, con los que ella tiene contacto durante su vida como modelo y musa.
Así la protagonista, situada en el México revolucionario, narra experiencias como el matrimonio, divorcio y unión libre, que son mal vistas por los demás personajes. Entonces viaja sola a Nueva York y a París, donde expresa sus opiniones con ganas de romper el estereotipo de la mujer dependiente y débil. Este perfil rebelde es lo que realmente incomodó a los críticos y lectores de la época, apunta Muro.
Lo interesante del relato, continúa, no son las críticas sino su cuestionamiento sobre cómo los distintos personajes femeninos se construyen a partir de su posición de musa, no de creadora. La novela plantea cómo la mujer es más reconocida por ser bonita y se convierte en objeto de deseo de pintores varones, sin importar su propia creación artística. Marín da voz a esas mujeres representadas en ella misma.
“A mí me pareció interesante porque en esa época hay una especie de estigma con las mujeres que fueron creadoras porque ellas aunque sí escribían o pintaban eran más conocidas por ser musas como ocurrió justo con Marín. Para los críticos no importaba su práctica artística sino para quiénes habían posado y Marín rompe con esa idea, se sale del canon, se rebela contra esa imagen”, dice de quien posó para Frida Kahlo, Diego Rivera y Juan Soriano.
Tal vez por las críticas, Marín sólo escribió una segunda novela titulada Un día patrio, y se dedicó a la cocina, la costura y otros oficios, aunque Muro cree posible que haya textos inéditos en el archivo personal de la autora. La única está disponible en formato físico y electrónico en libros.unam.mx.