El más reciente disco de The Rolling Stones, a escasos días de haber sido lanzado, se ha convertido en uno de los sucesos musicales más importantes del 2023. Y no sólo por tratarse de Sus Satánicas Majestades, sino por todo el aparato de la industria discográfica que ha sido desplegado para promover y dar a conocer este lanzamiento en todas las latitudes.
Desde iluminaciones especiales en casi todas las capitales del mundo, hasta la presentación encabezada por el Ed Sullivan de nuestra generación, Jimmy Fallon, sin dejar de mencionar el aparentemente simple video del primer sencillo del álbum, "Angry", canción que nos transporta a la época más comercial y exitosa del grupo y su sonido (la que va de Black and Blue a Undercover), mientras una bellísima Sydney Sweeney, actriz de Euphoria, pasea en un Mercedes Benz ochentero convertible por Sunset Blvd., en Hollywood, donde los más célebres de la música se han anunciado en los enormes billboards que adornaban su paisaje.
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Hackney Diamonds (Diamantes Alquilados), el trigésimo primer disco de estudio de RS, es una obra nostálgica bien pensada, bien ejecutada y muy bien producida. Un disco que reúne el mejor sonido de los Stones, a través de 60 años de carrera.
Es un álbum bajo en furia pero alto en ejecución, si consideramos que sus intérpretes todos son octogenarios disruptivos. Para ponerlo en términos entendibles, son junto a Paul McCartney y Ringo Star, los primeros ancianos de nuestra cultura contemporánea que rediseñan la idea de la vejez, que nos demuestran que los humanos, o por lo menos una parte, son capaces de envejecer sin la idea del retiro con una vida sana.
A lo largo de sus 48 minutos de duración, el disco va de las reminiscencias a la era de sus sencillos creados para la MTV de los años 80, a las raíces más profundas del ADN de la banda.
Los fans tenemos que admitir que también los Stones se tienen que retirar, y que ese retiro tiene su inicio con el lanzamiento de este disco
"Rollin' Stone Blues", original de Willie Dixon, es un interesante epitafio para cerrar una dorada leyenda. Aunque los rumores al respecto de la grabación de Hackney Diamonds dicen que hay suficiente material para editar otro disco probablemente para el próximo año.
En la gama sonora de este nuevo LP colaboran Paul McCartney con el bajo fuzz en la punketa "Bite my Head Off"; Lady Gaga y Stevie Wonder hacen mancuerna para darle vida al segundo sencillo, la balada soul "Sweet Sounds of Heaven"; Elton John toca el piano en "Get Close" y "Live by the Sword", donde Bill Wyman regresa al bajo y Charlie Watts alcanzó a tocar la batería, porque el resto las baterías en el álbum las toca Steve Jordan.
Quienes entiendan perfectamente el sonido de los Rolling Stones, notarán la diferencia del estilo entre Jordan y Watts, y sentirán la falta del estilo del legendario Charlie.
Quienes entiendan el sonido de los Stones, sentirán la falta del estilo del legendario Charlie Watts en la batería
A pesar de las maravillas que pueden rondar alrededor de Hackney Diamonds, el disco tiene una falta de aura, de esencia o quizá simplemente no cumpla con las expectativas sonoras que el público quiere de los Stones, aún así habría que recordar que esto sucede desde Dirty Works a mediados de los 80. Pero el disco es cumplidor, a pesar de las reseñas mixtas. Es un álbum interesante, una gloria del marketing musical, un momento histórico por todo lo que simboliza y lo que va a desencadenar.
A pesar de todo, los fans tenemos que admitir que también los Stones se tienen que retirar, y ése retiro para nada deseado tiene su inicio con el lanzamiento de este disco, al que seguirá una gira mundial, el probable casi seguro lanzamiento de una secuela, la camiseta del FC Barcelona, videos, documentales, nostalgia, colaboraciones y mucho, mucho rock.
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Mientras todo eso sucede, los Stones tienen uno de los mejores momentos en su carrera, la que por fortuna no acabará ni en el olvido, ni en las sombras, mucho menos en los tribunales, los que condenan a la eterna separación a las mejores amistades que ha tenido la música contemporánea.
Un momento que demuestra que el rock está en resistencia ante lo urbano y el pop a la Taylor Swift, a la que si llegaran a invitar, nunca se negaría a estar con Sus Satánicas Majestades.