Su rostro se ilumina cuando evoca las primeras actividades que ha realizado en LA Academia, como la llamaba su padre. "Nos reunimos dos veces al mes, es interesantísimo, la gente que acude es de lo más ilustre, hablan con una gran corrección, un gran respeto a la verdad y a los demás", relata Rodrigo Martínez Baracs acerca del primer sitio al que decidió acudir tras ser nombrado miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua: la Comisión de Lexicografía, que preside la lingüista Concepción Company Company.
Para Rodrigo Martínez Baracs, igual que para su padre, José Luis Martínez, la Academia Mexicana de la Lengua es un sitio vivo. Recién ingresado como miembro de número -será el quinto ocupante de la silla XXXIII, la cual correspondió a humanistas como Elías Trabulse y Álvaro Matute- Martínez Baracs ha comenzado a participar en dos proyectos de la Comisión de Lexicografía.
"Me incorporé al trabajo que están haciendo del español que se habla en México, no los nahuatlismos, sino cómo usamos hoy en día en lenguaje que sólo en México tiene significado y a la elaboración del Diccionario Diacrónico del Español de América", abunda el historiador y lingüista, reconocido estudioso de la obra del historiador, filólogo y editor Joaquín García Icazbalceta.
Al también escritor, la pasión por el conocimiento le viene de familia. Se ha ocupado de la biblioteca de su padre y editó en la revista Biblioteca de México los epistolarios de José Luis Martínez con Alfonso Reyes, Octavio Paz, Carlos Monsiváis y Miguel León-Portilla.
Mi padre abandonó pronto la poesía, porque dijo '¿para qué le hago, si está Octavio Paz?', pero se dio cuenta que leía bien y sabía transmitir a los demás la manera como están escritos los libros, cómo están armados y sabía transmitir el gusto por la literatura.
Secretario particular de Jaime Torres Bodet, cuando éste fue por primera vez Secretario de Educación Pública, entre 1944 y 1946. Se hizo un censo y el 50 por ciento de la gente no sabía leer ni escribir.
"En esa época mi padre era secretario particular de Jaime Torres Bodet, cuando éste fue por primera vez Secretario de Educación Pública; tenían el espíritu vasconcelista, de pensar que la cultura, la lectura, son fundamentales para un país y escribieron no solamente para unos cuantos exquisitos, porque se dieron cuenta de que a través del conocimiento, el diálogo respetuoso y cordial, se podía salvar a México. Mi padre nos enfatizaba que hay que trabajar para cumplir con su deber, no para obtener elogios o reconocimientos".
El experto concluye que su vocación es "no hacer historia para quedar bien con unos o con otros, o de acuerdo a determinadas concepciones, lo importante es la búsqueda de la verdad y para eso es importante el lenguaje".