San Pedro Claver, el esclavo de los esclavos africanos

Ma. Esther Estrada M.A., corresponsal

  · domingo 5 de marzo de 2017

Foto: Especial

Ámsterdam, Holanda. (OEM-Informex).- Hay diferentes formas de trabajar por la paz, por el bienestar del prójimo y de la humanidad. A algunos se les reconoce su labor otorgándoles premios como el Nobel, a otros se les santifica y muchos más quedan sólo con la satisfacción personal de haber sembrado una o varias semillas de armonía, equilibrio y reconciliación en su entorno.

Hoy quiero hablarles sobre un hombre que dedicó su vida a cuidar y defender a quienes ocupaban el nivel más bajo en la escala socioeconómica en la naciente Cartagena de Indias durante la conquista: los esclavos negros llegados de África.

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Supe de su existencia hace años cuando visité ese puerto amurallado, colonial y lleno de vida, en la costa del Caribe colombiano. Su labor me pareció en su momento tan interesante que quise saber todo sobre su vida y obra. Dada la situación mundial, por alguna de esas extrañas coincidencias de la vida y de la mente, me acordé de él.

En el siglo XXI ya está abolida la esclavitud, sin embargo hay muchos que siguen sufriendo opresión, explotación y discriminación. Tenemos que dejar de ser sordos a sus peticiones de justicia e igualdad. Debemos mostrar compasión y poner manos a la obra, como hizo hace 400 años…

San Pedro Claver (1580-1654)

Nació en Verdú, un pueblo de Cataluña, España. Hijo de Pedro Claver y Ana Corberó, una pareja de campesinos acomodados que en total tuvieron 4 vástagos. Antes de cumplir 13 años perdió a su madre y a su hermano mayor. A los 15 tomó la decisión de convertirse en sacerdote y el 8 de septiembre de 1595 recibió la tonsura clerical (corte de parte del cabello), que era el rito de iniciación a la vida eclesiástica. Después aprendió gramática y retórica en el Estudio General de la Universidad de Barcelona y en 1601 entró al Colegio de Belén de los Padres Jesuitas para estudiar filosofía.  Con 22 años ingresó en el Noviciado de Tarragona de la Compañía de Jesús. El 8 de agosto de 1604 tomó los votos de pobreza, castidad y obediencia tras los cuales lo enviaron a perfeccionar sus estudios humanísticos en Gerona y posteriormente a Palma de Mallorca, donde estuvo entre 1605 y 1608.

Ahí conoció al hermano Alonso Rodríguez, un hombre de 74 años que servía en la portería con gran bondad y alegría. Se entabló una profunda amistad entre el joven Pedro y el hermano que le triplicaba la edad, quien volcó su sabiduría en él. Una frase suya le ayudó a encontrar su misión: “Sobran los operarios para el ocio donde es poca la mies y no los hay para el trabajo donde es abundantísima… ¡Qué de almas darían al cielo en América muchos que viven ociosos en Europa!” Entendiendo el mensaje, Claver se ofreció a sus superiores para trabajar en el Nuevo Mundo. Mientras tanto volvió a Barcelona para continuar sus estudios de teología.

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En enero de 1610 recibió una carta del Padre Juan de Villegas, con la encomienda de que se fuera a la recién creada Provincia del Nuevo Reino de Granada: “No hay que resistir más a la voluntad de Nuestro Señor, la cual se ve en los deseos que siempre le ha dado de emplearse en su santo servicio con los indios, los cuales con la divina gracia confío que han de ser de usted muy ayudados”.

Sin demoras se dirigió a Sevilla desde donde partían entre 60 y 70 naves por año hacia las colonias y donde vio, por primera vez, sudorosos bajo pesados fardos de mercancías, algo que le horrorizó: ¡esclavos negros!

El 15 de abril partió en el galeón San Pedro, que dos meses más tarde atracaba en Cartagena de Indias. Junto con otros tres misioneros que viajaban al nuevo continente fue recibido en el convento que los jesuitas tenían en ese puerto. Ahí conoció a quien sería su segundo mentor, el Padre Alonso de Sandoval quien llevaba 5 años dedicado a ayudar a los esclavos.

Se calcula que en los cuatro siglos de esclavitud fueron traídos a América de 10 a 15 millones de africanos. En Cartagena desembarcaron por lo menos un millón y de ahí fueron repartidos a lo que hoy son Colombia, Panamá, Venezuela, Ecuador y Perú para el trabajo en las minas de oro y plata, las haciendas de ganado y caña de azúcar, o simplemente como servidores domésticos.

Al padre Claver lo mandaron a Santa Fe de Bogotá para terminar su formación y no fue sino hasta el 19 de marzo de 1616 (hace 401 años) que fue ordenado en la catedral de Cartagena. Firmó su profesión solemne, el 3 de abril de 1622, con las siguientes palabras:

“Pedro Claver, esclavo de los esclavos negros para siempre”

No escribió contra la esclavitud ni atacó abiertamente una estructura frente a la cual era impotente. Pero la combatió con hechos: dando amor y respeto a los hombres sometidos a la esclavitud; más aún, prefiriéndolos a los libres. Intercediendo por ellos a sus amos y socorriendo sus necesidades materiales. Comunicándoles la fe en Cristo.Dedicando su vida, día a día, durante 38 años, como “esclavo de los esclavos”.

Por esa época llegaban a Cartagena de 12 a 14 galeones negreros por año y en cada uno se hacinaban de 300 a 600 esclavos. Al divisar la nave, Pedro acudía a reunir a sus intérpretes, a preparar su despensa de bizcochos, vino, aguardiente, conservas y frutas frescas. Su intención era llegar cuanto antes a los cautivos y atender en primer lugar a los enfermos.

Claver y su equipo socorrían a aquellos hombres, mujeres y niños que por primera vez en varios meses veían caras que sonreían con amor y manos que acariciaban en vez de herir. Los esclavos eran descargados en unas barracas donde se reponían un poco de los meses de travesía. Se les clasificaba antes de ser puestos a la venta. En estas concentraciones, Claver hacía la catequesis bautismal valiéndose de una docena de intérpretes, pues los esclavos provenían de diversas regiones de África: Senegal, Guinea, Sierra Leona, Angola, Congo y Sudán.

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Él calculó haber bautizado a unos 300 mil esclavos. También guió en la fe a aquellos que vivían en Cartagena y sus alrededores. Otra de sus obras principales fueron la atención a los esclavos enfermos, incluidos los leprosos, al igual que a los prisioneros y condenados en las cárceles.

Sus últimos años los pasó enfermo: paludismo, peste y una “parálisis agitante” (mal de Parkinson) que fue progresando hasta llevarlo a la muerte, que le llegó el 8 de septiembre de 1654.

Una frase del Papa León XIII, quien lo canonizó el 15 de enero de 1888, resume lo que se puede decir de este sacerdote: “Después de la vida de Cristo, ninguna me ha conmovido tan profundamente como la del gran apóstol San Pedro Claver”.

Hoy

Se puede visitar el Templo de San Pedro Claver (sus restos están al pie del altar principal) y el convento donde él vivió y bautizó a los esclavos. Pero lo más importante es que su ejemplo nos sirva de inspiración para servir a los demás y luchar contra las injusticias que se dan a nuestro alrededor. No en balde se le considera un “Defensor de los Derechos Humanos”.

Parte de este texto forma parte del libro: “San Pedro Claver, el servidor de los esclavos”, de Horacio Botero G, S.J.

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