Sigmund Freud, "Soy... o me hago que soy..."

Dentro de nosotros conviven otros de nosotros que quieren decir cosas que nosotros no sabemos decir y que quizá ni siquiera entendemos

Joel Hernández Santiago

  · domingo 22 de septiembre de 2019

En lo más recóndito de nuestro ser; en lo más oculto; en lo más profundo e insospechado hay túneles, cavernas, obscuridades insondables, y hermosos valles y planicies iluminadas; claros de luna y playas resplandecientes: Es un mundo interno quizá más incomprensible que el externo. Ahí, en ese intra-mundo, viven los yo, los ello y el super yo...

... Están ahí. Son nosotros y nosotros somos el resultado de ellos. Uno exige, es parte de la realidad y opera en el consciente y el subconsciente; el otro es la parte primitiva de nuestra personalidad: los instintos sexuales y de supervivencia y se corresponden con el inconsciente; y por último nuestros pensamientos éticos y morales y que nos motivan a actuar de forma socialmente aceptable... ¡Chin! ¿Quién soy, finalmente? ¡Recórcholis! ¡Cáspita! ¡Eureka!...

Nuestra felicidad, nuestros impulsos, nuestras vehemencias y nuestras intensidades vitales están dentro de nuestra maceta, de nuestro coco, en nuestra cabeza en donde radica el cerebro que hace que entendamos al mundo y que ese mismo mundo nos entienda; pero para ello habremos de saber quiénes somos y por qué...

... O bien, la pregunta, desde que tiene uso de razón ¿Cómo es que se sobrevive a uno mismo y si en efecto se sobrevive o es que acaso se ha perdido uno, en uno mismo? ¡Ooorale’s! ...

Qué complicado todo esto. Parece cosa del más allá, pero está más acá. Y somos cada uno de nosotros un block cuadriculado –de cuadrícula chica-.

Y para explicarnos todo esto tan complicado que es, llegó un sabio que nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg (Moravia), ahora llamada Príbor, en la República Checa: se llamó Sigismund Schlomo Freud, o sea Sigmund Freud, y quien es reconocido como el padre del psicoanálisis y el gran científico de nuestras profundidades mentales.

En una ocasión llegó a su consulta una mujer que vivía atormentada por los sueños recurrentes en los que se veía azotada por un mal hombre. Atormentada se sentía perseguida, invadida en su vida y en su casa, saqueada; ella sin poder defenderse era presa del pánico reiterado en sus sueños...Ya despierta, vivía aterrorizada por la idea de que ese sueño presagiara algo inminente...

El doctor Freud comenzó a hablar con ella, a preguntar, a indagar qué había ocurrido en su entorno de tal forma que esta idea fatal se incrustó en su mente y en sus sueños. Luego de sesiones en los que ella desgranó hechos y detalles... recordó que hacía meses había visto a un hombre misterioso en el rellano de la escalera del edificio donde vivía. Lo vio pero no le dio importancia. Sin embargo es precisamente esa imagen y recuerdo que se clavó en su subconsciente la que hacía que en sus sueños se desahogaran esos miedos... Una vez reconocido el problema y desahogado, la mujer dejó de padecer esos temores...

Era de origen judío. A los cuatro años fue llevado por sus padres a vivir a Viena. Ahí creció y a los 17 se matriculó en la Universidad para hacer estudios de medicina. Terminó en 1881, pero algo determinante fue que para 1883 comenzó a trabajar con el médico alemán Ernst Bruck, quien desarrolló la teoría de la psiquiatría dinámica, luego pasó con el neurólogo alemán Theodor Meynert en el Hospital General de Viena. Digamos que esto le motivó a profundizar en el tema de la neurología, que sería la puerta de entrada a lo que habría de desarrollar después.

Siguió trabajando en el tema, e investigando e, incluso, vio a la cocaína como una substancia que podría tener usos terapéuticos. Pero no. Pudo comprobar que luego de recetarla, los enfermos se convertían en adictos. Repudió su propuesta.

Pero aquello era parte de sus investigaciones. Como también lo fueron sus búsquedas para entender la neurosis –como la histeria-; al principio siguiendo la escuela de la hipnosis por influencia de Jean Martin Charcot y el método catártico, pero ya liberado de esta idea, renovó esas técnicas y se fue por la “asociación libre”.

La desarrolló entre 1895 y 1900 y se trataba de que el paciente en pleno uso de sus facultades expresara, en diálogo con el médico, sus emociones, pensamientos, recuerdos e ideas, sin filtros ni censuras. Era cosa de que se lo dijera a su psicoanalista: todo.

En el transcurso había publicado ya su clásico “La interpretación de los sueños” que es una obra básica en la literatura freudiana:

‘El sueño tiene una gran importancia ya que es una vía de acceso a la parte inconsciente de la mente de las personas y a los pensamientos reprimidos. Es más fácil acceder a los pensamientos que están reprimidos cuando uno duerme, que cuando uno está despierto, porque las defensas de la mente son más débiles durante el sueño...’

La persistencia de la memoria - Salvador Dalí

Pero ya estaba encaminado en la consolidación de lo que sería su aportación a la ciencia humana: el psicoanálisis, haciendo énfasis en la teoría de la personalidad y la importancia del subconsciente con relación a esta.

Freud fue un niño muy inteligente y era el consentido de sus padres. Tenía dos medios hermanos por parte de su papá: Emmanuel y Philipp, pero sobre todo Freud relataría luego que tenía una muy cercana relación afectiva con su madre (lo que en el estudio que hizo de sí mismo, aportó las bases de lo que denominó ‘El complejo de Edipo’).

Sus lecturas eran vastas desde pequeño, así que no tuvo problemas en cursar la carrera que al final eligió: la medicina; sobre todo porque estaba muy influido por las lecturas de las teorías de Darwin sobre el origen de las especies, aunque también pensó en cursar derecho.

En sus años de médico e investigador incipiente, conoció a Josef Breuer ya en Viena. Era un médico cuyo prestigio radicaba en sus tratamientos de la histeria con base en la hipnosis (así como Charcot). Con esto –decía- se recuperan experiencias del pasado muy traumáticas y, ya conocidas, podría encontrarse el camino de la cura.

Sesión de hipnosis - Richard Bergh

Pero esta experiencia llevaría a Freud a reflexionar sobre la importancia del psicoanálisis. Cortó con Breuer y con la hipnosis para seguir sus propias teorías. De hecho es en 1896 cuando usa el novedoso término de ‘psicoanálisis’ con el que se comprometía a tratar trastornos de la mente y la creación de una ciencia del inconsciente:

‘Son todos los procesos que tienen lugar en nuestra mente de manera inconsciente y a una forma de tratamiento de los trastornos nerviosos’.

Pero iría a más, porque orienta sus estudios hacia el plano sexual del ser humano y su relación con la neurosis. Decía que ‘el comportamiento de los seres humanos está en los conflictos sexuales inconscientes que se originan desde la niñez. Los impulsos instintivos que son reprimidos por la conciencia permanecen en el inconsciente y afectan al sujeto’

Así que desarrolló la teoría de que la neurosis está íntimamente ligada a la represión sexual y, por tanto, ‘es posible entender la naturaleza y la variedad de la enfermedad al conocer la historia sexual del paciente’.

Melancolía - Edvard Munch

Muchos estaban de acuerdo con sus teorías sobre el inconsciente, el yo, ello, superyó; la interpretación de los sueños como expresión de ese inconsciente más profundo; sus aportaciones sobre lo sexual como determinante en la vida del ser humano y sus conflictos más evidentes mediante cuadros de neurosis e histeria... Muchos no. Y de hecho no lo consideraban científico.

Freud se casó en 1896 con Martha Bernays, con la que tuvieron seis hijos, entre ellos Anna Freud quien sería, asimismo, una psicoanalista de renombre. Murió el 23 de septiembre de 1939 –hace ochenta años-- en Londres, víctima de cáncer. Ahí llegó luego de la persecución nazi de judíos en Alemania y en lo que había sido el imperio Austro-Húngaro: ‘Sus libros fueron quemados y sus hijos perseguidos, sus familiares cercanos a campos de concentración’.

Hoy todavía seguimos en el gran debate del comportamiento humano, sus locuras, sus impulsos felices o dolorosos: la vida del ser humano tiene aún mucho que explicar desde esos laberintos sorprendentes que somos todos, cada uno... “Soy, o me hago que soy”

Pues eso: que dentro de nosotros conviven otros de nosotros que quieren decir cosas que nosotros no sabemos decir y que quizá ni siquiera entendemos: ¡Gulp!

joelhsantiago@gmail.com