Tarantino se plagia a sí mismo ofreciéndonos una especie de refrito de su película de 2009 Bastardos sin gloria en Érase una vez en Hollywood, su último filme que, esperado como uno de los eventos de este festival, se estrenó ayer con la presencia de sus estrellas Brad Pitt y Leonardo Dicaprio… pueden imaginarse el revuelo que causó en los medios y el público la aparición de estos últimos en la alfombra roja y la función de gala de la película.
Tal y como Tarantino pretende en Bastardos sin gloria reescribir y/o interpretar a su peculiar manera hechos y eventos históricos, su versión de como habría podido terminar la Segunda Guerra Mundial, aquí se mete a revisar lo sucedido en el tristemente célebre masacre de la esposa del realizador Roman Polanski por Charles Manson y miembros de su secta de hippies en agosto de 1969 en Hollywood.
Realidad e historia llegan a Cannes
Si en Bastardos sin gloria la cohesión de la historia se basaba en una casi clásica narración dramática, Tarantino se dedica en Érase una vez en Hollywood a hacer gala de su innegable conocimiento de la historia de cine, cargando la narrativa con una interminable serie de guiños de ojo a referencias cinematográficas que ilustran la historia de un actor de menor categoría y de su stuntman y compañero, quienes exterminan la banda de Manson antes que estos últimos logran victimar a Sharon Tate y sus amigos.
Para mi gusto, innecesaria duración de dos horas y media; no facilita la cosas, a la vez que mientras se podría contar con la aceptación que puede tener la película de parte de los fans de Tarantino -entre los que por cierto no me cuento-, para mi gusto resulta obvio que la inspiración y el potencial iconoclasta del ganador de la Palma de Oro para su sorprendente y original Pulp Fiction, en 1994, se muestra desgastado y fallando en esta su última entrega.
Es justamente de estos elementos que hace gala de manera muy convincente la película coreana Parásito, igualmente presentada en competición.
Su director Bong Joon Ho regresa a Cannes dos años después que su filme anterior Okja, manejado por Netflix, provocó el aún pendiente serio problema entre la plataforma gigante y el festival que no acepta en competición películas no disponibles para un estreno en salas de cines en Francia.
Libre de estas ataduras, Parásito es un poderosa comedia negra de fuertes referencias a las relaciones de clase a través de la historia de una familia de pobres que logra infiltrarse a una familia de ricos, haciéndose indispensable por los servicios que ofrece. Repleta de detalles de un humor negro, la película resultó ser una de las más apreciadas este martes.
Un día en que además se celebró en la Quincena de Realizadores una clase maestra de Robert Rodríguez, quien se dedicó a detallar la manera en que un cineasta puede transitar de una producción industrial millonaria como su reciente 100 years a un filme de un presupuesto de 7 mil dólares como Red 11 que acaba de terminar y que estrenó aquí, y El Mariachi que lo lanzó a la fama en 1992 que contó con el mismo presupuesto.
El estreno de la cinta de Tarantino sacó además a relucir el endémico problema del mercado negro que afecta el festival. Los boletos de entrada a los galas de películas importantes y sobre todo a las fiestas que se celebran llegan a alturas astronómicas. Las invitaciones para la fiesta que organizó Leonardo DiCaprio después del estreno de la película de Tarantino se cotizaron en el mercado negro en 13 mil 500 dólares, mientras que la entradas en la gala de la película de Jarmusch con la que se inició el certamen y en la fiesta de inauguración se vendían de 2 mil 500 a 5 mil 500 dólares.