El teatro debe mantener la conexión con el público
Hacer un llamado a “despertar la conciencia del mundo” a través del trabajo en los escenarios es el centro del mensaje del discurso escrito por la actriz egipcia Samiha Ayoub, por el Día Mundial del Teatro, que se celebra este 27 de marzo.
Artistas de la escena consultados por El Sol de México expresan lo que el teatro significa para ellos y comparten sus experiencias sobre las tablas.
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La necesidad de estar presente
Para el director de escena Mario Espinosa Ricalde, actual director del Centro Universitario de Teatro (CUT), de la UNAM, el teatro no está pasando por sus mejores momentos, sin embargo, considera que si algo lo caracteriza en el presente es la gran diversidad de formas expresivas, que combinan elementos de la realidad y otras disciplinas.
“En cada época el teatro ha tenido y tiene que buscar la manera de mantener la conexión con el público; ese es su gran desafío y al mismo tiempo lo que lo mantiene vivo. Para mí el teatro es la vida misma sobre el escenario, también como una oportunidad de compartir mundos distintos, que a veces se parecen mucho a la realidad, aunque no lo son.
“Creo, también que su esencia en sí es el arte de la presencialidad, tanto de actores como de espectadores, que entran en comunión cuando el telón se levanta, aunque el escenario puede ser un teatro o cualquier otro. Durante la pandemia se buscaron otras formas de hacer teatro, pero nada podrá suplantar la necesidad de estar presente”.
El director, con más de 35 puestas en escena representadas tanto en México, como en Estados Unidos, Colombia, Bolivia y Brasil, cuenta que su experiencia más memorable con el teatro fue como espectador, cuando en la década de los setenta descubrió este arte, en el Teatro Casa de la Paz, con la representación de la obra El pelícano de August Strindberg. Esta contaba con la escenografía del recién fallecido Alejandro Luna y con la actuación de Luisa Huertas.
“Todo el mundo que habían creado me maravilló por completo, esa maravillosa relación entre el espacio, los actores y sus palabras. Fue a partir de entonces, aunque tardé algunos años en dedicarme a ello, que tuve el deseo de hacer teatro”, relata el teatrero.
Mantiene la tradición oral
De todas las características que tiene el teatro, la que más le gusta al actor y director Enrique Singer, es el hecho de que se trata de la “heredera directa de la tradición oral”, donde la narración de historias congrega a las personas para que discutan los problemas de la sociedad, como decía el dramaturgo Sándro Márai.
“Para mí su fuerza radica en su tradición, ha estado presente en nuestra existencia como especie. Me agrada que cada vez que pisamos un escenario estas reproduciendo un fenómeno antiquísimo, en el que el público también está reviviendo un acto importante que nos ha hecho humanos.
“El teatro es el lugar en el que se divierte la gente entendiendo, esto como una divergencia de la realidad, pero no se le puede dividir su función didáctica, de aprendizaje. Un teatro que no es entretenido es un teatro que no sirve que hay que tirarlo a la basura”.
Con más de 40 años de carrera, para Singer es difícil determinar qué experiencia resalta en su memoria sobre todas las demás, pues considera que todas han tenido un valor importante, aunque uno de los textos que más le enriquecieron fue Nathan el sabio, de Gotthold Lessing, que considera uno de los pilares de la dramaturgia universal.
Un programa de estímulos fiscales
Alejandro Calva dice que el teatro es su segunda naturaleza, “mi segunda piel, la casa a la que siempre regreso, el lugar donde voy a conseguir más municiones para la guerra que es este trabajo como actor”.
Calva, quien ha participado en obras como The pilowman y Los productores , dice que para impulsar el teatro en México, se necesita un programa de estímulos fiscales. “Para que México se vuelva una nación con cultura teatral necesita haber temporadas más largas de teatro, no puede repartirse el recurso entre tanta gente o subutilizar un recurso para que haya tantísima oferta teatral con tan poquitas funciones, sino de alguna manera lo que pasará es que nos volveremos ensayistas, damos muy pocas funcionas de teatro y ensayamos la que sigue”.
Rogelio Suárez, quien ha dedicado gran parte de su carrera al teatro musical, donde dio un estilo característico al personaje El Chakas del musical Hoy no me puedo levantar, explica que para él el teatro representa su vida entera.
“Yo no sabría qué hacer de mi vida, con mi vida si no existiera el teatro. Es un lugar donde me siento demasiado cómodo, es un lugar donde no me cuesta estar y, durante 17 años que llevo dedicándome profesionalmente a esto nunca me ha costado trabajo ir a una función, poder entretener a la gente se me hace bien bonito.
Suárez recuerda su primera vez en un escenario, como un dato curioso. “Nunca había visto una obra de teatro, yo primero hice una obra de teatro por un castigo en mi escuela. Estar arriba de un escenario fue mi llamado al teatro, ahí lo recibí, digámoslo así; nunca más me enfoqué en otra cosa, por eso mi vida es el teatro”.
Un lugar de sanación
Para el actor Paco Rubio, el teatro es una religión. “Es mi lugar de autoconocimiento, de sanación, de protección, y al mismo tiempo de lanzarme al vacío, porque sé que estoy en un lugar que me contiene, y está hecho para expresarse artísticamente. Es el lenguaje que mejor conozco para guiar mi vida entera”.
Comparte un recuerdo imborrable de sus inicios en la actuación: “La primera vez que puse un escenario teatral fue en el CEA cuando estaba estudiando la carrera, para hacer Las tres hermanas de (Antón) Chéjov, dirigido por mi gran maestra, mentora y amiga, Claudia Elisa Aguilar. Sentía una emoción y un nerviosismo brutal. También recuerdo en mi niñez, cuando me llevaban a ver las grandes obras, cómo El diluvio que viene, era sentir una adrenalina, una emoción y un espacio seguro donde sabía que podía hacer lo que quiera, siento mucha libertad cuando estoy en escena.
“Lo que considero necesita el teatro es una difusión más grande y una educación teatral, de desarrollo humano profundo, para entender que a través del teatro podemos sanar, conocernos a nosotros mismos, tener mucha más cultura”.
Un juego con compromiso
La actriz Ana González Bello, asegura que “el teatro es uno de mis lugares favoritos, me encanta la idea de que toda mi vida voy a poder jugar con otros que juegan el mismo juego que yo, con el mismo compromiso y el mismo gozo. Es un lugar donde se crean las circunstancias perfectas para mover al público, para llegarles. Ese poder es de las cosas que más me gustan en el mundo”.
Ella comparte que la primera vez que pisó un escenario fue en clase de conversación en inglés. “Mi maestra quiso hacer Grease. No hicimos audición, pero como siempre he sido muy histriónica, cuando votaron para ver quién sería Sandy (la protagonista) todos votaron por mí. No fue un escenario tal cual, era el patio de la escuela, la obra estuvo espeluznante, pero la gocé”.
Productora “por necesidad”, la actriz revela que su experiencia no ha sido tan agradable. “Admiro mucho mucho a los productores, porque es una cantidad de trabajo impresionante la que hacen. Para Pulmones, Sucia y muy chingona historia de amor y No lo vi venir (las obras que ha producido) ganamos 200 pesos cada quien, ¡pero cómo nos divertimos! Aprendí cómo funciona la producción, pero no lo volvería hacer, se lo dejo a los expertos”.
La producción, una actividad imprescindible
Recuerda la productora Rebeca Moreno que tuvo una infancia triste, pero cuando iba al teatro, éste le daba sueños y esperanza, una nueva perspectiva a futuro.
“Yo estaba chavita y soñaba, dónde fuiste feliz siempre quieres regresar, desde los seis años decidí que me iba a dedicar al teatro”.
El teatro, asegura, no es un hobbie, es una industria. “Debe ser apoyado con recursos del Estado, tiene que ser sustentable, una empresa que se sostenga de taquilla, y falta mucho cambiar esa perspectiva de que el productor es un empresario, no un administrador de recursos del Estado. No estoy en contra de que nos den recursos, pero llega un momento en que ya no alcanza”.
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La primera vez que pisó un escenario teatral fue a los seis años. “Fue en ‘La novicia rebelde’, Lupita D'Alessio hacia esa obra, iba como espectadora, pero al finalizar fuimos al camerino. Me paré en el escenario y había esta energía, de los aplausos y la emoción, hay algo que queda porque hay un intercambio de energía. Había este rollo de decir esta es mi vida, me preparé para estar arriba del escenario, pero la vida me llevó a ser productora”.
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