Comprender al poeta Salvador Novo no es sencillo, mucho menos al humano que luchó toda su vida contra marea, sorteó prejuicios, luchó contra enemigos poderosos y sobre todo, no disfrutó de una vida amorosa y sexual plena, como él hubiera querido y que como cualquier ser humano, tenía derecho a ejercerla.
Novo es una de la figuras más contradictorias del siglo XX mexicano, el pasado 31 de julio se cumplieron 115 años de su nacimiento, por lo que se le recuerda con la obra Novo, un clóset de cristal cortado en el Foro La capilla de Coyoacán.
El público en diez breves actos, podrá comprender cómo de su radicalidad juvenil hacia el gobierno pasó a ser un defensor del régimen en la etapa final de su vida. El montaje está a cargo de Alejandro Román, con dirección de Guillermo Navarro y actuación del actor y cantante Gerardo González.
Poco antes de morir, Salvador Novo recibió en el hospital a Jacobo Zabludovsky, quien llevó a su hijo Abraham para que el poeta lo conociera, sin embargo, la salud del dramaturgo estaba muy deteriorada por lo que no se logró concretar un diálogo cabal, pero fue suficiente para despertar las memorias de un enfermo en fase terminal que recrea una retrospectiva de su vida.
Con esta escena inicia el monólogo y de ahí se van contando a través de los recuerdos quién era él, incluso, se muestran momentos de su intimidad como su dedicación a la cocina, dónde vivió, quiénes fueron sus padres y sus amores, así como las peleas con sus enemigos, de los que destaca el pintor Diego Rivera y se muestra como ambos, a través de sus talentos, se despedazaron mutuamente, ya que Diego Rivera realizo una pintura donde lo pone sobre el piso apoyado de rodillas y sus manos y con orejas de burro, mientras que la poesía fue el vehículo para destrozar el fracaso amoroso del pintor con su primera mujer, quien lo engañó con un amigo de Novo y éste, por supuesto, lo festejó a lo grande.
Son 10 escenas que se presentan en 70 minutos y existen momentos destacados y fundamentales, como el encuentro con Federico García Lorca, de quien se enamora durante un viaje a Argentina, también destaca una escena que revela parte de lo sucedido en el movimiento del 68 y su acercamiento a personajes políticos del país. El monólogo termina con uno de los mejores momentos para el dramaturgo, con un recuerdo de su amor hacia Federico García Lorca, un poema hermoso al principio, pero irreverente al final.