La cámara fotográfica de Víctor Benítez (Xalapa, 1991) hace de interlocutor. Conecta al joven retratista con escritores o artistas ubicados detrás de la lente. Los enrola en un proceso de empatía que con el tiempo se convierte en amistad. El testimonio de esa intimidad fraternal son las decenas de instantáneas que integran la serie Cartografía íntima/Habitaciones.
Una selección de este universo de retratos en blanco y negro se expondrá de manera física a partir del 5 de septiembre en la Galería 526 del Seminario de Cultura Mexicana. Son fotografías de 55 escritores y artistas plásticos que Benítez ha retratado desde 2017. En las imágenes los autores descienden de su pedestal literario para exponerse como seres humanos más cercanos y tangibles.
Benítez asegura en entrevista que su la intención del proyecto es precisamente mostrar a los autores más famosos de las letras como personas que lo mismo salen a pasear al perro o que se preparan un café, y no siempre están frente a su biblioteca o con un libro en la mano. Para ello las sesiones fotográficas se convirtieron en charlas de café, en una comida de domingo o una amistad de largo aliento.
“Una reflexión ha sido tener en claro que no soy ninguna autoridad para decir que estos son mejores autores que otros, sino que la selección que hago tiene que ver con mi propia perspectiva de ellos, la manera en que yo dialogo con ellos porque yo creería que antes de ser fotógrafo soy conversador”, refiere el fotógrafo.
Así se miran a autores como Juan Villoro, Margo Glantz, Mario Bellatin, Alberto Ruy Sánchez, Álvaro Uribe, Tedi López Mills, Claudia Posadas,Silvia Molina, Ángeles Mastretta, Juan Cruz, Ray Loriga, Guadalupe Loaeza, Gabriela Jauregui, entre muchos más. El común denominador, acota Benítez, de todos los retratos es la intimidad desvelada.
Si bien el público está acostumbrado a mirar a Juan Villoro detrás de una mesa de conferencia con un libro en mano, en esta ocasión se mira con su gato en espera de que se mueva, o Margo Glantz sentada frente a una vieja máquina de escribir mecánica. La cámara rompe con el velo que protege a los autores y todos se miran en su vulnerabilidad.
“La cámara juega el rol del testigo; sí hay una búsqueda estética que yo quiero claramente que es intimar en cada retrato, pero cuando no sucede la cámara también tiene el rol de ejecutar algunas sensaciones. Lo interesante es descubrir otra narrativa a través de la foto”, confiesa Benítez sobre el proyecto que pronto tendrá una versión en libro.