Viridiana Álvarez salió de entre las sombras para cumplir un reto personal, subir las montañas del mundo sin saber que se convertiría en la mejor alpinista de América, ganándose un respeto entre las cimas del cielo.
Eentre sus principales logros destaca la conquista del Pico de Orizaba; Aconcagua de Argentina; Manaslu en Nepal; Everest en el Himalaya; K2 en Pakistan, Cachemira y China. Con ello honra a la mujer, a la valentía de superar roles sociales ante quienes podrían tal vez pensar en que no se logran los sueños que andan buscando, y de las ilusiones de abrir caminos a su género para verlas triunfar, como ella lo ha hecho.
“Fue un camino hacia mi interior para poder dominar todos los miedos, llevarlos al límite del extremo y empujarlos hacia esa línea de lo que he sido capaz de hacer. Como mujer, dejé muchas cosas, pero es el costo de estar arriba de las montañas”.
Así fue como conoció el sentimiento y misterios que hay en los expedicionistas, en la lucha de esa soledad que a veces las quiere hacer declinar, pero es más su deseo por descubrir qué misterios hay en lo que está cerca del cielo.
“Primero hay que llenarse de muchas experiencias, de saber con quiénes cuentas para arriesgar tu vida. Una de mis frases es: ‘Para lograr algo en grande, hay que soñar en grande. Así fui acumulando la necesidad de saber que puedo llegar a donde quiera si lo deseaba”.
Estar en la morada de los dioses le ha hecho derramar unas lágrimas, ya que esa alianza que se logra formar entre sus pensamientos y deseos antes de escalar, al llegar a las nubes la llena de paz.
“Primero es un proceso a través de pequeñas cimas donde se viven gratificaciones y miedos, eso te va ayudando para subir y llegar hasta la cima con una gran fortaleza. Es un valor como ser humano que te hace reflexionar, vivir, mostrarte y encontrarte a ti mismo”.
Su inherente curiosidad por explorar otros deportes fue lo que la alejó del atletismo, del futbol, de la bicicleta.
“Llevo apenas cuatro años en el alpinismo, porque estaba en otras disciplinas. No fue fácil, pero lo intenté y los retos se cumplieron. El único miedo que he sentido es morir sola. Me pasó cuando en una expedición me perdí de los demás compañeros, eso me hizo reflexionar el porqué estaba ahí. Fue una experiencia que me dejó mucha madurez para poder sobrevivir”.
Para ella la mente es todo, porque es donde se da cuenta si el atleta tiene la fortaleza para alcanzar las cimas.
“Ahí es donde descubres esa capacidad de elegir si continúas o no. Te puedes morir o congelar, pero es más la pasión por lograrlo y no distingue si eres mujer u hombre”.