"Vi la muerte muy cerca. No puedes haber vivido esto y ser la misma persona", admite a la AFP Romain Grosjean, el piloto francés de Fórmula 1 que sufrió un gravísimo accidente el pasado domingo en el Gran Premio de Baréin, este miércoles al abandonar el hospital de Sakhir.
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"Esos 28 segundos me parecieron un minuto y medio, pero no se me hizo largo porque estuve activo en todo momento", recuerda el francés sobre el tiempo que estuvo rodeado de llamas después de que su coche se partiese en dos y se incendiase tras chocar contra una barrera de protección nada más comenzar la carrera.
Pese a la gravedad del accidente, Grosjean no sufrió heridas graves: quemaduras en ambas manos, un esguince en el tobillo izquierdo y hematomas en ese costado del cuerpo.
"No fue el impacto más violento que haya sufrido en mi carrera, pese a que las 'G' digan lo contrario. La deceleración de 53G (53 veces el peso de su cuerpo) nunca la había sufrido", explica Grosjean.
"Después, me quito enseguida el cinturón de seguridad, trato de salir del coche, pero me doy cuenta que mi casco golpea contra algo. Me vuelvo a sentar, me digo que estoy bloqueado y que tengo que esperar".
"Pero a mi izquierda todo está naranja y me doy cuenta que hay fuego. Me digo 'no hay tiempo de esperar, voy a tratar de salir por la derecha', pero no puedo. A mi izquierda tampoco puedo. Me vuelvo a sentar", continúa el piloto de la escudería Haas.
"Pienso en Niki Lauda y me digo: 'No puedo acabar así, no ahora'. Intento de nuevo salir, pero no puedo. Me vuelvo a sentar y veo la muerte, no cerca, sino muy cerca", añade antes de quedarse en silencio, con la mirada perdida y la voz que le tiembla: "Es una sensación que no se la deseo a nadie".
- "Es un alivio: estoy vivo" -
"El cuerpo se relaja, los músculos, la cabeza, todo. Me pregunté por dónde iba a comenzar a quemarme, si iba a dolerme, pero creo que es un momento que permite al cerebro procesar lo que está pasando e intentar buscar una solución".
Entonces le viene a la mente la imagen de sus tres hijos. "Me digo que no puedo dejarles y es en ese momento cuando encuentro la manera de liberar mi pie bloqueado, de girar la cabeza, de pasar los hombros, poner las manos para levantarme sabiendo que iba a quemarme, pero que no era grave".
"Cuando pongo el pie en la barrera y salgo es un alivio. ¡Estoy vivo!", recuerda el francés de 34 años. "Sin pánico, trato de refrescar las manos agitándolas, me quito los guantes porque no quería que se me pegaran a la piel".
"El doctor me pide que me siente y me habla separando cada sílaba. Es la anécdota: le grito pidiéndole que me hable normalmente. Debió pensar '¡éste no cambiará jamás!".
El pie izquierdo le duele y piensa que está roto, pero Grosjean trata de llegar caminando hasta la ambulancia. Pese a estar en "estado de 'shock'", Grosjean quiere que "el helicóptero tome esa imagen, que todo el mundo vea que estoy caminando".
- "Esto cambiará mi vida para siempre" -
Tras el accidente, Grosjean admite que pasó miedo, pero no por él, sino "por la gente de fuera", su familia y amigos.
Antes de llegar al centro médico, "empecé a temblar fuerte con el dolor y el choque". En ese momento llega Jean Todt, presidente de la Federación Internacional del automóvil. "Ver caras familiares no tiene precio", dice Grosjean, que en ese momento, además, pudo llamar a su esposa.
Grosjean está siguiendo todas las indicaciones de los médicos "para recuperarme más rápido" y ya ha consultado la psicóloga deportiva que trabaja con él desde hace años.
"Por ahora no tengo pesadillas, pensamientos, flashes o miedos, pero eso no quiere decir que no vaya a pasarme y es por este motivo que voy a continuar hablando" con la psicóloga.
Si su mano izquierda se lo permite, el piloto nacido en Ginebra (Suiza) espera poder participar en el último gran premio de la temporada, el de Abu Dabi, el 13 de diciembre "para saber dónde estoy", respecto a su recuperación, tanto física como mental. Sin volante para la próxima temporada, sería probablemente su última carrera en F1, aunque se tomará un tiempo para reflexionar sobre el futuro de su carrera deportiva.
"El límite que me impongo para el futuro no es el miedo a que me vuelva a pasar, sino que mis allegados no tengan que volver a pasar por lo mismo. Hace una semana, tomar un año sabático me parecía imposible. Hoy, me digo que voy a practicar 'kitesurf', ciclismo, ver a mis hijos, divertirme, beber vino. Esto cambiará mi vida para siempre. Estoy contento de ver a todo el mundo, incluso a los periodistas... Y comer una hamburguesa, ¡es genial!", concluye.