El fuego centroamericano, que unió por 16 días a 5 mil 339 deportistas de 37 países y territorios, se apagó hoy en Barranquilla en medio de una fiesta alusiva al carnaval de la ciudad y de la nostalgia por el fin de un evento en el que reinó el gen de la alegría que contagió a propios y extraños.
Con la llama aún encendida se inició la ceremonia de clausura de los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, que dejaron a México campeón por undécima vez.
Una muestra del río Magdalena y lo que significa para la ciudad fue el abrebocas del acto de clausura, en el que también se veía por una pantalla gigante los mejores momentos de estos juegos.
Después ingresaron a la cancha del estadio Metropolitano Roberto Meléndez los infantes de la Escuela Naval de Suboficiales de Barranquilla con las banderas de los 37 países, mientras desfilaban los deportistas que aún permanecían en la ciudad y que caminaron y bailaron todos juntos, como una sola familia.
Un vídeo que exaltaba a los 5 mil voluntarios que hicieron parte de la fiesta deportiva y de los atletas agradeciendo su labor, fue de lo más emotivo de la noche, al igual que la entrada a escena de 1.500 de estos incansables colaboradores acompañados de Baqui, el símbolo de las justas.
El alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, tomó la palabra tras los himnos protocolarios: "Estoy muy contento y orgulloso de todos los barranquilleros por la linda fiesta que producimos para el mundo. Felices de esta responsabilidad que nos regaló la Odecabe. Barranquilla hizo la tarea como tenía que hacerla".
"Hoy más que nunca Barranquilla le demostró al mundo que nada le queda grande. Prometimos que iban a ser los mejores centroamericanos y así fue", afirmó Char en medio de los aplausos.
Luego el presidente de la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe, Steve Stoute, anunció oficialmente la clausura, no sin antes felicitar a Colombia.
"Llegamos al final de estos fantásticos juegos y esta noche no quiero decir adiós, porque la gente de Barranquilla, de Cali, de Bogotá, vivirá con nosotros por siempre. Su amabilidad, su sonrisa, su hospitalidad, su afecto, estará en nuestros corazones por mucho tiempo y nunca los olvidaremos", expresó el dirigente.
"Muchas horas de trabajo, unas instalaciones fantásticas, más de 100 marcas rotas, los más de 5 mil atletas... Nunca antes vinieron tantos países a los juegos, la más grande audiencia televisa y de streaming, todo eso me lleva a decir que estos han sido los mejores juegos en nuestra historia. ¡Muchas gracias Barranquilla por hacer de esto una realidad!", concluyó Stoute.
La ceremonia siguió con la entrega de la bandera que hizo Stoute al alcalde de Ciudad de Panamá, José Blandón, quien agradeció la confianza que la Odecabe depositó en su país para organizar las justas del 2022.
"Tenemos un gran compromiso porque Barranquilla nos puso la vara muy alta. Anhelamos realizar unos juegos tan buenos como estos. Panamá se prepara a partir de hoy para recibirlos en el 2022 con los brazos abiertos. Los esperamos", manifestó Blandón.
La llama centroamericana se apagó y con fuegos artificiales y un vídeo promocional de Panamá se dio la bienvenida a los juegos del 2022.
En la tarima una muestra cultural del Ballet Folclórico de Panamá se tomó el espectáculo por más de veinte minutos. Después, una bailarina recogió un sombrero vueltiao, típico de la región caribe colombiana, mientras ondeaba la bandera panameña.
Y la fiesta continuó en medio de luces, fuegos artificiales y baile con la propuesta escénica del carnaval con un ensamble de comparsas, carrozas y un sinnúmero de coreografías que volvieron a mostrar el principal producto de exportación de Barranquilla, la alegría.
La reina del carnaval, Valeria Abuchaibe, dirigió los distintos bailes y una mini Batalla de Flores, el principal evento de la fiesta barranquillera, se tomó el Metropolitano.
Al final del acto carnestoléndico los asistentes disfrutaron de las canciones del artista colombiano de música vallenata Silvestre Dangond, y Barranquilla dijo adiós a estas justas 72 años después de organizarlas por primera vez en 1946.
Se apagó el fuego, pero aquí sigue encendida la alegría.