La medalla ‘más limpia’ de las trece que ha ganado nuestro país en boxeo, en la historia de Juegos Olímpicos, la conquistó Ricardo Delgado, como él mismo la calificó, pues toda la ruta que siguió hasta subir al podio en México 68, fueron victorias por decisión unánime, ganando todos los rounds en las cuatro peleas que sostuvo hasta colgarse el oro en la final de peso mosca.
A 50 años de su histórico logro, en entrevista con ESTO, el ex boxeador mexicano que se bañó en oro en las Olimpiadas de México 68 recordó su paso en una justa que se vio agitada por el movimiento estudiantil de ese año, y aunque reconoce que todavía hace algunos ayeres lloraba cuando se le preguntaba su sentir tras la hazaña conseguida, ahora, sólo respira, hace una pausa de unos cuantos segundos, controla la emoción y enseguida se remonta a la fecha del 26 de octubre de 1968, un día que jamás olvidará.
“Lo mejor durante toda mi carrera, fue el ganar la medalla de oro y dársela a mí país, es una experiencia inigualable. Me sentí en el aire con la medalla cuando me la colgaron; después fuimos a una comida con el presidente de la república que en ese momento era Díaz Ordaz, son esos detalles que cambiaron mi vida por completo”, rememora el campeón olímpico, quien para ese entonces contaba con 21 años de edad.
Con toda la sencillez y plena confianza, reveló una anécdota.
“Debo confesar algo, sí había nervios en ese momento, estabas en tu país y no podías quedar mal con nadie. Recuerdo que en cada pelea, las piernas me temblaban nada más de saber que la Arena México estaba llena, pero a nadie le dije lo que sentía, decía, ‘no me vayan a regañar y a decirme miedoso’, todo eso me lo guardaba, yo mismo trataba de tranquilizarme, y ya en el ring con el primer campanazo todo cambiaba, me transformaba”, recuerda el ‘Picoso’, apodado así por su forma de calentarse ante cualquier insinuación del rival.
Cobró revancha
Ya instalado en la Gran Final de peso mosca, encaró al polaco Artur Olech, con quien tenía cuentas pendientes, pues un año antes de las Olimpiadas, había perdido un combate con él durante la gira de fogueo que realizó la delegación de boxeo en Polonia.
“Ese polaco era duro, muy difícil, me había ganado en su país. Pero estando acá (en México) estaba seguro que la historia sería distinta. Imagínate, estar en una final de Olimpiadas y perderla en tu propio país, caray, nunca pasó eso por mi cabeza, al contrario, decía, ‘ahora viene la mía, voy a ganarle y a quedarme con la de oro’ y así fue, le gané 5-0”.
Fue ahí cuando la calificó como la medalla ‘más limpia’ en el boxeo dentro de Juegos Olímpicos, pues además de ser la presea dorada, fue ganada por decisión unánime, sin objeción, sin polémica, no hubo quién le ganara un solo round al capitalino.
“Esa medalla fue un milagro para México. Hay cinco jueces que califican la pelea, en todas me vieron ganar todos los rounds; les gané a todos mis rivales por fallo unánime. Por eso digo que fue la medalla más limpia en el boxeo, no perdí ni un round; a veces se gana 3-2 o 4-1, yo gané las cinco, 5-0, siempre fui mejor que mis rivales”, finalizó con orgullo el histórico campeón.