Justo cuando parecía que el azul y oro volvería a brillar en el Clásico Capitalino, América sacó su famosa mística y la casta de no darse por vencido jamás para arañar un punto, pese a tener dos hombres menos por las expulsiones de Martínez y Valdez.
Le tocó a Henry Martín ser el héroe salido desde la banca. Se encontró una pelota por aire y volvió a demostrar que está para ser tomado en cuenta más que como un recambio de lujo.
La Universidad pagó caro el pecado de defender pese a la ventaja en el marcador y la superioridad numérica. Ahí pagó la penitencia y se llevaron una igualada con sabor a derrota.
Al final, los hinchas fueron los verdaderos ganadores en un juego que ofreció auténticamente de todo y tuvo un salomónico empate a dos.
El juego
Si la gente quería emociones en el Clásico Capitalino, los equipos no tardaron en responder a las expectativas que genera uno de los juegos más calientes de la Liga MX. Y es que ni un minuto había transcurrido en el reloj, apenas 17 segundos y la parcialidad de Pumas estalló gracias a la conexión chilena de los del Pedregal.
En el primer avance, Martín Rodríguez puso un centro al área para que Felipe Mora le ganara a Edson Álvarez en el salto y conectara un testarazo a segundo poste en el que nada pudo hacer Marchesín. Muy temprano ya lo ganaba la visita.
La Universidad vivió buenos momentos en el arranque del cotejo. Sus ataques dejaban sensación de peligro y en un par de descolgadas pudieron ampliar su ventaja, mas Carlos González y Pablo Barrera no tuvieron el tino necesario.
A los tumbos, América se metió al juego. Los cambios en la alineación y el parado táctico elegido por Miguel Herrera parece que descontroló a su escuadra, la cual tardó bastante en dar señales de vida.
En una acción individual, Andrés Ibargüen eludió defensores universitarios. El colombiano ya se saboreaba la definición a segundo palo, pero una barrida providencial de los zagueros de la UNAM alejó el peligro. Sin embargo, esa sería la vía para que las Águilas pudieran emparejar.
Oribe Peralta emuló a su compañero cafetalero, y desde la misma zona, arrastró la bola hasta los linderos del área. Ya ahí, el “Cepillo” la hizo de billarista y con un toque sutil, colocó el esférico pegado a la base del poste derecho de Saldivar, quien resultó un espectador más al no hacer siquiera el intento de estirarse y atajar.
Cuando parecía que los azulcremas podrían buscar remontar antes del descanso llegó la polémica. Alejandro Arribas abrazó a Roger Martínez en la disputa del esférico cerca del medio campo, el delantero americanista se calentó y soltó un codazo que dio en el pecho del español. Fernando Guerrero no dudó en mostrar la roja directa al 9 milloneta, por lo que dejó en inferioridad numérica a su equipo.
Pese a la inferioridad numérica, los cremas propusieron el duelo y se animaron a ir al frente. Pumas no rehuyó al intercambio de golpes y respondió al tú por tú, sin replegarse ni mucho menos. Incluso, Patiño mandó al campo a Alustiza en busca de ser todavía más agresivo y el “Chavo” se quedó cerca de responder al aprovechar un titubeo de Álvarez para hacerse de la gajos y meter una vaselina que pasó cerca.
En medio de la tempestad, Bruno Valdez perdió la cabeza. Una pelota dividida sirvió para que el defensa paraguayo dejara la plancha sobre Pablo Barrera. Sin dudar, el “Cantante” Guerrero le entonó las golondrinas para echarlo de la cancha.
Las cosas estaban a modo para Pumas. Dos hombres más y mucho partido por delante. El momento para romper al fin con la paternidad azulcrema había llegado y así lo entendió Carlos González. El paraguayo aprovechó un nuevo servicio de Rodríguez para cerrar la pinza y con la cabeza mandar la pelota a besar la red.
LA UNAM pudo ensañarse. Las condiciones eran ideales al tener un oponente noqueado frente a ellos. Extrañamente, no pudieron o no quisieron hacer más daño, por el contrario, tuvieron la mala fortuna de una aparatosa lesión de arribas en el brazo izquierdo que ameritó que se lo llevaran de inmediato al hospital.
En la agonía. Cuando todo parecía decidido, Ibargüen puso una pelota por elevación. Henry Martín, a quien parece que no le han hecho justicia, se dispuso a demostrar una vez más su valor y remató de cabeza para hacer la heroica y ayudarle a los suyos a rescatar una unidad cuando todo parecía perdido.
América lo volvió a hacer. La mística apareció y cuando parecía muerto, resurgió.