El futbol salvó a Murangwa del genocidio

Un soldado que lo mataría, lo reconoció, le perdonó la vida y sobre vivió a la masacre

Redacción ESTO

  · miércoles 17 de julio de 2019

El ex portero ahora se dedica a dar esperanza y a erradicar el odio que generaron aquellos 100 días llenos de terror. / EFE

Londres, Inglaterra.- “¿Eres Toto?” Tras esta pregunta, Eric Eugene Murangwa, reconocido por un aficionado, salvó su vida, en medio del genocidio que dejó más de 800 mil muertos.

El ex portero de la Selección de Ruanda habla despacio e intenta recordar cada detalle, en una plaza cerca de King Cross, en Londres, Inglaterra, donde se exilió en 1996.

“Toto”, en swahili, significa “el joven”. Cuando tenía 11 años de edad se colocaba casi todos los días detrás de la portería en los campos de entrenamiento del Rayón Sports.

“Una vez tuve que salir corriendo del estadio. Así era la atmósfera. Con la caída del avión podía esperar que pasara lo que pasó. Pero nunca imaginé que la población entera fuera en contra de los tutsis. No al nivel en el que vecinos, amigos y, en algunos casos miembros de la misma familia, hicieran lo que hicieron”.

La caída a la que se refiere el arquero Eric Eugene Murangwa es el derribo del avión del presidente Habyarimana, ocurrido el 6 de abril de 1994, poco antes de aterrizar en el aeropuerto de Kigali. Su asesinato fue el detonante de la matanza colectiva iniciada por hutus radicales que exterminó entre el 20 y el 40 por ciento de la población de Ruanda, que entonces era el país más densamente poblado de África, con 7 millones de personas.

EL MILAGRO DE UNA FOTO

Horas después del atentado, Murangwa dormía en su casa junto a un amigo. A la mañana siguiente, media docena de soldados derribaron la puerta, acusando a los dos de pertenecer al RPF y de haber colaborado en el asesinato del presidente.

Cuando estaban listos para ejecutarlos y mientras revolvían las habitaciones, un álbum de fotografías cayó al suelo y se abrió justo en la página en la que Murangwa aparecía con el Rayón Sports. Uno de los soldados, fanático del equipo, lo reconoció.

“Me preguntó para quien jugaba yo. Le respondí que para el Rayón Sports. Miró las fotos de nuevo y luego preguntó si yo era Toto y le dije que sí, que era yo”, relata.

En ese instante, el soldado ordenó a sus subordinados que abandonaran la casa. Se sentó en un sofá con Murangwa y comenzaron a hablar de futbol, de un partido internacional que poco antes disputó frente a un equipo sudanés.

"Al final, se fue. Salvé mi vida y la de mi compañero de piso. Ese fue el momento del primer día del genocidio en el que mi vida estuvo cerca de acabar. Pero fue perdonada por el futbol”.

Mientras vecinos mataban a vecinos, médicos a pacientes, curas a feligreses y futbolistas a futbolistas, él tuvo una oportunidad. Pero aún tenía por delante otros 99 días para luchar por su vida.

Después de ese primer susto, buscó refugio en casa de compañeros de equipo hutus y, a diferencia de otros jugadores tutsis, encontró cobijo donde podrían haberlo matado.