Los celestes quieren la final y luchar por la novena estrella, aunque la historia aún no está escrita. Por el otro lado, la suerte se agotó para los universitarios. Lo único clásico es que no la pasan nada bien en las últimas series de semis, aunque todavía tienen 90 minutos por delante para una remontada histórica en CU.
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La Máquina presentó, como pocas veces, un equipo completo, sin ninguna baja. Robert Dante Siboldi repitió estrategia y presentó a un cuadro de lujo con su ya acostumbrada triple contención conformada por Luis Romo, Rafael Baca e Ignacio Rivero, con Cabecita Rodríguez como único eje de ataque.
Los felinos no se guardaron nada. Andrés Lillini mandó al mismo once que logró el pase a semis en CU, ahora con la consigna de salir con la ventaja del Coloso de Santa Úrsula. Alfredo Talavera no fue arriesgado y Julio González volvió a ser el guardián de los del Pedregal.
Con ese magnífico nivel en ambas plantillas, la semifinal llena de grandeza dio inicio en un escenario muy distinto. Fue un recinto vacío y mudo por el Covid-19, la pandemia impidió nuevamente la presencia de aficionados. El famoso «Goya» de los auriazules y el siempre repetitivo «Yo soy celeste», se quedaron en casa. En el terreno eso poco y nada importó.
Los universitarios sin ningún tipo de presión y considerados como la sorpresa del torneo, fueron exhibidos en los primeros minutos. Cruz Azul necesitó 12 minutos para definir, en gran medida, la eliminatoria. La Máquina pitó de inmediato con gol de vestidor. Sólo pasaron 92 segundos y la fiesta celeste comenzó. Orbelín Pineda mostró su buen momento, metió un balón al área y Roberto Alvarado la mandó al fondo. El defensa Alan Mozo ni se enteró de la jugada, fue quien habilitó al Piojo.
Los felinos salieron dormidos. Instantes después, en apenas la segunda llegada de los locales, el segundo llegó. Rafael Baca acumuló por mucho tiempo un tiro potente en la pierna derecha y anoche fue el momento para sacarlo a la luz. El mediocampista aprovechó un rebote, y con espacio incluído, no lo pensó y la guardó en el ángulo superior de la red. ¡Golazo!
Eso no fue todo para los cementeros. Una mala salida de Mozo, en una de sus peores noches como profesional, fue la llave del tercer tanto de los azules. Orbelín sacó su magia, Alvarado dio un piojazo y Luis Romo con rencor acumulado, venció sin problemas al portero Julio González. De carambola, el cruzazulino festejó a lo grande. Tres llegadas, un trío de goles y la masacre pudo seguir en una Máquina poderosa y sin frenos.
El panorama se complicó para la visita. Los del Pedregal no reaccionaron, no tuvieron alma y por poco sufren el cuarto de un cementero ambicioso, que a pesar de la ventaja buscó más y más.
Pumas fue noqueado por los golpes llenos de cemento. Carlos González y Juan Ignacio Dinenno no tocaron el balón, no tuvieron oportunidad alguna de presentarse en el marcador y acortar distancias. En el último tramo, los celestes cedieron terreno, frenaron la intensidad, pero nada más se movió.
El complemento arrancó con emociones. Un Pumas urgido quiso algo distinto, mostró otra cara con las incorporaciones de Sebastián Saucedo y Juan Iturbe, y estuvo cerca de conseguir su premio. Alejandro Mayorga sorprendió, llegó al borde del área y disparó. La redonda llevaba potencia y dirección, pero Jesús Corona, en su primera intervención, salvó su meta.
Los cementeros reaccionaron y Piojo Alvarado metió el cuarto tanto. El festejo fue arruinado por el videoarbitraje por un fuera de lugar milimétrico. El VAR le dio vida a pumas y también se la quitó en un abrir y cerrar de ojos. Una mano de Pablo Aguilar fue reclamada por los futbolistas de la UNAM, pero la tecnología les dijo que no.
La emoción duró hasta el último minuto. Luis Romo puso el último clavo a los felinos. Cruz Azul irá con una gran ventaja al Olímpico Universitario y Pumas buscará una remontada histórica con todo en su contra.