La historia parecía negarle los Juegos Panamericanos a Santiago, pero el espíritu chileno pudo más. Tras las ediciones fallidas de 1975 y 1987, la capital andina finalmente pudo inaugurar los juegos en casa, en su estadio y con su gente, como el más grande de los sueños.
Vestidos de rojo, como marca la tradición, y al grito de Chi, Chi, Chi, Le, Le, Le, los aficionados chilenos llegaron al Estadio Nacional como quien acude a una cita con la historia. Entre ellos está la señora Hilda, que va envuelta en la bandera chilena y aunque no tiene entrada, quiere gritarle al mundo lo contenta que se siente. “Nunca es tarde para organizar los juegos”, dice, con sentimiento, como si algo se liberara dentro. Y es que la historia les había negado la oportunidad de organizarlos, no por falta de ganas, porque Santiago fue elegido en par de ocasiones, pero los conflictos políticos y económicos del pasado se lo impidieron.
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Chile vió en esta justa la oportunidad perfecta para gritarle al mundo lo que son. El país donde todo termina, pero también donde todo comienza.
“Me parece una maravillosa, porque es la unidad que nos provoca todo esto. Estamos contentos de poder recibir a todas las visitas que vienen de todo el mundo”, dice el señor Dagoberto, que va de la mano de su nieto, con la playera del Colo Colo.
Santiago hizo tributo a sus raíces
El Estadio Nacional se vistió de gala, con su imponente cordillera de fondo, aún con sus puntas nevadas, por más que la primavera se empeña en llegar. De a poco, las rojas tribunas del coliseo de Ñuñoa se poblaron y las porras chilenas calentaron el ambiente, algo fresco después de un día nublado.
Cuando las luces se apagaron, en las pantallas comenzó una cuenta regresiva que marcó el final de una espera de poco menos de cincuenta años.
Fue una noche hermosa, a la chilena, con el canto de los pájaros sietecolores, como si bajaran de Los Andes, con sus tonos cobrizos, ese mineral que abunda en estas tierras, con la música tradicional y sus trajes, con el bello himno chileno y la montaña blanca. Con la bandera ondeando en el fresco viento. Con la poesía de sus canciones.
Atletas desfilaron en el Estadio Nacional
Como es costumbre, el desfile de los atletas alimentó el espíritu del público, pero también el de los deportistas, que grababan con sus teléfonos los aplausos que caían desde la grada. Aunque en general todas las delegaciones fueron bien recibidas, el estadio fue una auténtica fiesta cuando se anunció la salida del famoso Team Chile y en un recorrido frenético desencadenó ls locura de los suyos.
Una vez completado el desfile de los 41 países que le darán vida a la justa, desde el palco de honor, el presidente de Chile, Gabriel Boric, dio por inaugurados la decimonovena edición de los Juegos Panamericanos Santiago 2023.
La antorcha iluminó el cielo chileno
Tras el protocolo de izar las banderas del COI y de Panam Sports, llegó el momento más esperado de la noche, con el encendido del mismo fuego que hace un mes vio la luz en Teotihuacán y desde entonces ha recorrido miles de kilómetros hasta llegar al extremo sur del mundo.
De pronto, la llama salió de la escotilla 8, esa misma en la que permanecían los presos políticos durante la dictadura y que ahora funge como un memorial, para no olvidar. La metáfora del fuego puso en marcha la última vuelta de relevos, con medallistas panamericanos y olímpicos como los mensajeros de la paz.
Entre los elegidos para llevar la antorcha estuvo el futbolista Ivan Zamorano, los tenistas Fernando González y Nicolás Massu, entre otros. La ceremonia del encendido estuvo acompañada de un espectáculo de drones que dibujó en el cielo diversas figuras.
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El fuego panamericano calentó la noche santiaguina, en un pebetero ubicado al centro del campo, como un corazón. La llama arderá durante las próximas semanas, hasta el próximo 5 de noviembre, cuando los Juegos Panamericanos lleguen a su fin.
Publicado originalmente en el ESTO