El regreso de la Fiesta Brava al máximo escenario de América generó sentimientos encontrados pues a su llegada al coso a los taurinos se les llenaban los ojos de lágrimas que era contenidas, pero que muchos derramaron cuando en el ruedo, entre la penumbra, apareció la imagen de la Virgen del Rosario, los jerarcas de la Iglesia, los toreros y sus cuadrillas para encabezar la Corrida de las Luces.
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El sentimiento desbordó los corazones pues tuvieron que pasar 620 días para volver a la Monumental Plaza México. El alma les dolía por la ausencia de sus amados compañeros de vida que la perdieron a consecuencia del Covid-19.
Mientras los antitaurinos se manifestaban en la calle, entre los puestos de comida y de recuerdos, dentro del Embudo de Insurgentes, la luz de cada vela iluminó el espíritu para tomar fuerza y volver a gritar olé como siempre y como nunca, con alegría, pero también con desgarro; con un nudo en la garganta; para los afueras y para los adentros para los que están y para los que se fueron: para todo México.
La ovación surgió espontánea cuando se mencionó la labor de médicos, enfermeras y personal sanitario.
Se partió plaza a las 20:35, entre el marco del tapete huamantleco en colores blancos, azules, amarillos y adornos en tabaco.
El primer toro que volvió a pisar la arena capitalina se llamó «Rafio», de la ganadería Rancho Seco y correspondió a Uriel Moreno «El Zapata». Este astado embistió de largo, franco y con emotividad, lo cual permitió el lucimiento con variedad en el capote y una brillante colocación de banderillas, tras lo cual, Uriel dio vuelta al ruedo. La labor muleteril fue menos destacada y terminó por desdibujarse. Silencio para el diestro.
Al toro de La Joya fue para Ernesto Javier «Calita», con bravura y que se desplazó, lo citó en el centro del redondel, donde le plantó un ceñido cambiado por la espalda y una vibrante tanda con la mano derecha. Cuando el ejemplar acortó el viaje, el mexiquense se empleó en terrenos comprometidos y se la jugó con seriedad. Despachó de estocada. Palmas.
Juan Pablo Sánchez logró un impactante inicio con la muleta, cuando se puso de hinojos y el toro se arrancó de tablas hacia los medios; lo templó en cinco trazos muy largos, en ese son transcurrió la faena. Cuando el burel se fue a tablas, también le sacó partido. Se entregó en el embroque final y cortó oreja.
Tras la grave cornada que sufrió en Texcoco, Sergio Flores reapareció en esta corrida ante un toro de Los Encinos, de escaso juego, que lo puso a prueba, misma que solventó con disposición. Terminó de estocada. Palmas.
El toro de José María Arturo Huerta fue para Luis David, el público lo protestó por su trapío y se desentendió de la labor. Escuchó protestas tras aviso.
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Leo Valadez recibió al de Pozo Hondo, con una larga cambiada de rodillas. Elegante y variado con capote, colocó banderillas de forma desigual. Pocas opciones tuvo con la muleta. Mal con el acero, recibió un aviso.
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