El clavadista Joaquín Capilla Pérez cumple diez años de haber fallecido, la máxima gloria del deporte olímpico mexicano, que vivió tres etapas en su vida: de luz, oscuridad y arrepentimiento, dejó de existir la noche del 8 de mayo de 2010 y sus restos reposan en el Panteón Español.
“Manino”, como le decía su familia, o conocido como “Mani” en el club Deportivo Chapultepec, bajo la dirección de Mario Tovar, fue sepultado entre aplausos, y como en su época de fama y gloria se entonó el Himno Nacional.
En el último adiós del ganador de cuatro preseas en tres Juegos Olímpicos (bronce en Londres 1948, plata en Helsinki 1952, y oro y bronce en Melbourne 1956), la viuda, Carmelita Zavala, vivió el drama de su ausencia: “¡Ayúdame mi vida, no puedo, ayúdame!” Palabras que rompieron el silencio de las pocas personas que lo acompañaron a su última morada.
Joaquín, quien debutó a los 17 años a nivel internacional, se convirtió en estímulo para la juventud, luego sorteó 31 años de abandono por el alcoholismo, y sus últimos 23 años de vida cristiana. Su última parranda fue en Acapulco, con su amigo el actor Luis Aguilar.
Carolina Capilla, hija de Joaquín, con la que se reencontró en 2004 gracias a una periodista en el restaurante en donde solía comer, a un lado de la Unidad Lomas de Plateros, dijo que el mejor homenaje para su padre sería la creación de un museo para preservar su memoria.
“Las medallas son de México, son del país, algún tipo de lugar donde la gente pudiese ir, visitar y conocer, aprender quién era Joaquín Capilla”, declaró en aquel entonces Carolina Capilla, quien es hija del primer matrimonio de Joaquín con Elvira Castillo, Miss México, en 1954.
Por su parte, Felipe Muñoz, en calidad de presidente del Comité Olímpico Mexicano, gestionó con el delegado de Miguel Hidalgo, Demetrio Sodi, el traslado de la estatua de Capilla del Plan Sexenal, al CDOM. 10 años después, no se hizo el museo, ni se trasladó la estatua a las instalaciones de Sotelo y la iniciativa de que ingresara a la Rotonda de los Hombres Ilustres tampoco prosperó.
Dentro de los amigos de Joaquín Capilla, fallecido a consecuencia de un infarto al corazón, en su funeral, estaban el ya desaparecido Jerzy Hausleber y Jacinto Licea. De Capilla, dijo que “era un hombre generoso e ícono del deporte mexicano”. Comentario que complementó: “Joaquín fue un deportista que rompió barreras".