París.- La magia del All-Around es que todo pasa al mismo tiempo. La acumulación de sensaciones envuelve al público en una especie de locura en la que no se sabe qué hipnotiza más, si la potencia del salto de caballo, el vértigo de las barras asimétricas, la delicadeza del piso o el desafío a lo improbable de la barra de equilibrio, o simplemente que compite Simone Biles, la misma noche en la que ganaría su segundo oro en París.
La música que marca el ritmo de las rutinas de piso ambienta la tarde en la Arena Berci, con boletaje agotado desde hace meses pensando en esta noche. Es una mezcla bastante internacional, porque cada canción suele representar algo para la gimnasta, no se elige porque sí. Cuando el ritmo es muy marcado, el público acompaña con aplausos. El ciclo solo se rompe con los aterrizajes de las atletas, una especie de estallido después de tanto aire contenido.
No es raro que las cámaras apunten a Simone Biles. La sensación de esta noche en París, en sus Juegos Olímpicos, es la de consolidación. La corona que supone el oro en el All- Around premia a la gimnasta total, a la que llega más alto, a la que más vueltas da, a la que suele tocar tierra con mayor firmeza, sin esos pequeños pasos para retomar el equilibrio.
Nadie duda en la Arena que Biles es la mejor, pero la historia necesita que los nombres queden impresos en algún papel. Tras lo ocurrido en Tokio, fue su compañera Sunisa Lee la campeona olímpica, pero Biles volvió con fuerza. La gimnasta ejecuta con soltura sus movimientos, los propios y los otros.
El salto de caballo la potenció al primer lugar, en lo que parecía el inicio de una noche increíble, pero todo relato necesita un contrapeso. Se sabía que ese papel podía tomarlo la brasileña Rebeca Andrade, otra figura mundial. La lucha no solo está en la zona de aparatos, sino también en la tribuna.
La ejecución de Andrade en las barras asimétricas la mandó al primer lugar, pero Simone apeló al equilibrio para volver a irse al frente. Luego de una rutina genial en la barra, la atleta aterrizó con la estética que acostumbra y ofreció una sonrisa a la grada, acaso la mejor forma de volver. El público no necesitó entender de gimnasia, de sus valores y sus elementos, para sentir que el momento era especial.
Simone Biles cerró el concurso completo con una brillante participación en piso. Una rutina llena de atrevimiento y desafíos que desató el delirio de la grada y le aseguró el primer lugar, con un total de 59.131, aún cuando Rebeca Andrade había ejecutado un plan perfecto para quedarse con el oro . La lucha por el tercer lugar tampoco escapó de las emociones, con una rutina perfecta de Sunisa Lee, quien había tenido una noche difícil. La entonces campeona olímpica subió al podio de manera dramática, al meterse al bronce con un total de 56.465, muy cerca de los 57.932 de la brasileña.
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Biles sumó su novena medalla olímpica, distribuidas en seis de oro, una plata y dos bronces. En los Juegos Olímpicos de París lleva dos oros en dos pruebas, pero sobre todo, la certeza de que no hay nada que pueda detenerla. La emoción en su cara fue evidente, una mezcla de orgullo que a ojos del mundo se interpreta de una sola forma: lo logró.
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