Levantarse y ver la misma escena desoladora cada amanecer se havuelto una agonía para Carlos Parra.
“Niña”, su bóxer albina de cinco años, ha pasado en losúltimos meses de ser un animal saludable a casi un esqueletoambulante que todas las mañanas yace junto a la cama de Parra, undesempleado que enfrenta serias dificultades para llevar algo decomer a la mesa de sus padres... y al plato de su mascota.
“Es fuerte sentarse a comer y verlos a ellos hambrientosmirarlo a uno y uno sin poder hacer nada”, confesó desconsoladoParra, de 30 años. Tifa, su otra mascota, es una perra mestiza de14 años que apenas logra ocultar su delgadez debajo del abundantepelaje.
En Venezuela, los pobres y una cada vez más exigua clase mediaenfrentan una severa crisis económica que se ha traducido en unaescasez de alimentos y unos precios por los cielos que les hacedifícil, si no imposible, conseguir ciertos productos. Y laprecariedad alcanzó a las mascotas, forzadas a pasar hambre ymuchas de ellas incluso a ser abandonadas en las calles, donde cadadía es más común ver gatos, perros de raza y mestizos, quebuscan comida en cualquier rincón y basureros.
Parra, quien a principio de año perdió su trabajo al quebrarla tienda de zapatos donde trabajaba, ha tenido que aprender aelegir entre comer él y sus padres, o la “Niña” y“Tifa”.
“Nosotros también nos hemos acostado a veces sin comer y esfuerte”, dijo este hombre que por años vivió con lascomodidades de una familia de clase trabajadora de la ciudadcentral de Barquisimeto. Su madre, que vendía cosméticos,también quedó desempleada y la familia intenta vivir con los 23dólares de la pensión mensual de su papá.
El alimento para perros ha subido en más de 50 por ciento enlos últimos meses, hasta superar los 4 dólares el kilo. En unaacción desesperada, Parra recurrió a principios de agosto a ungrupo de Facebook, “Ayuda al perro callejero”, para pedircomida. Pero hasta ahora solo una joven le regaló una bolsa dealimento que le duró para unas pocas semanas.
El hombre admitió que el futuro de sus mascotas esincierto.
Aunque no hay cifras disponibles, activistas y veterinarios hanreportado un creciente número de perros y gatos abandonados enparques, basureros, a las puertas de refugios, clínicas privadas ycentros de protección de la “Misión Nevado”, un programalanzado por el presidente Nicolás Maduro en enero del 2014 paraatender a animales callejeros y que fue inspirado en el nombre delperro del Libertador Simón Bolívar.
El técnico veterinario Angel Mancilla, que participa en la“Misión Nevado, dijo que el principal centro en Caracas albergacasi un centenar de perros y gatos, pero que prácticamentecolapsó por el alto número de animales abandonados.
“Uno llora todos los días. Sales traumatizado todos losdías”, dijo, tras relatar que han encontrado perros amarradosfrente a los postes de luz del centro.
La veterinaria Russer Ríos, jefa de división del Centro deProtección y Control Animal del municipio capitalino de Baruta,dijo que diariamente abandonan a las puertas de la institución de“ocho a diez animales”, entre perros y gatos.
“Años atrás los perros que entraban aquí era porque estabanen situación de calle, o por maltrato animal... Ahora lo estándejando porque no tiene como mantenerlos”, indicó Ríos. Elcentro que dirige tiene capacidad para apenas 40 perros y 36felinos.
En un intento por tratar de enfrentar la situación, el centrode protección comenzó a dictar talleres a los dueños de mascotassobre alimentos alternativos basados en verduras y proteínas, eincluso los procesos que deben seguir para eventualmente llevarse alos animales al extranjero y evitar abandonarlos en medio delcreciente éxodo de los venezolanos.
Algunos refugios privados, como la Fundación Protectora de losAnimales y el Ambiente (Funasissi), también se han visto golpeadopor la crisis.
“No tenemos nada ni para ellos ni para nosotros. Estamosviviendo al día”, dijo Katty Quintas, una de las fundadoras deFunasissi, que opera en el oeste de la capital y albergaactualmente a unos 158 perros y 56 gatos rescatados de las calles ybasureros.
“A veces le damos (a los perros y gatos) la comida que le dana los pollos. Tenemos que dárselo porque no tenemos más nada”,añadió mientras caminaba en medio de una pequeña y humildecocina y era observada sigilosamente por tres delgados gatos quedesde el techo de la nevera esperaban la hora de la comida.
Los problemas para garantizar el alimento a los animalestambién han llegado a algunos zoológicos e hipódromos. Entremarzo y mayo pasado, 72 caballos murieron por inanición y malaalimentación en el hipódromo de Santa Rita de la ciudadoccidental de Maracaibo, que había cerrado por problemas conbandas de delincuentes.
El Instituto Nacional de Hipódromos dijo los equinos murieronporque los propietarios y entrenadores no los alimentaron, pero unode los veterinarios aseguró a The Associated Press que loscuidadores tomaron la decisión sólo de alimentar a los mejoresejemplares para intentar por lo menos salvar a ellos, y al resto seles dejó de dar comida.
Para algunos, la solución frente a los problemas dealimentación de sus animales es que alguien más se haga cargo deellos.
María Galindo Suárez, un ama de casa de 52 años, ofreció enadopción a “Princesa”, una golden retriever de cinco años, ya “Boby”, un mestizo de dos años, que han sobrevivido graciasa los restos de comida y reducidas raciones de alimento para perroque le donan sus vecinos.
“Para nosotros es bastante triste tener que salir de ellos,pero la situación no nos deja otra opción”, dijo Galindo, de ElRosario, en la popular barriada de las Minas de Baruta al este dela capital, y quien aún espera que alguien reciba a susperros.
“Se me hace forzado pensar que los perros no tienen comida,pero si gasto en los perros, ¿qué le doy a los chamos(niños)?”, añadió la mujer mientras contemplaba con tristeza auna dócil “Princesa”, cuyos huesos resaltan a pesar de suabundante pelaje marrón claro.