Con una ganancia que va desde los 80 pesos y hasta los 250 pesos diarios, cuando se pone bueno, el señor Platón Hernández, de 43 años, recorre las colonias populares de la región de Tulancingo todos los días, a bordo de su bicicleta y su maleta con las herramientas que le sirven para ser ‘arreglazapatos’, uno de los oficios más antiguos, pero que por desgracia, según contó, está en declive.
Sentado al filo de la banqueta y luego de transitar las calles de la colonia Habitacional en Santiago Tulantepec al ritmo del clásico grito de “¡Arreglazapatos!”, Platón vive con la esperanza de que alguien se asome para contratar alguno de sus servicios, que van desde pegar suelas, coser plantillas (lo más común) e incluso una boleada.
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“Llevo seis o siete años haciendo esto, desde que llegué a Tulancingo. Cuando corro con suerte, ‘pesco’ alguna chamba de albañilería, plomería o hasta de electricidad, pero si no, me la llevo aquí.”, contó.
Él es originario de Huayacocotla, Veracruz, pero debido a la falta de oportunidades y oferta laboral decidió venirse junto con su familia: dos niñas, de diez y doce años, así como su esposa. Con lo que gana de aquí, debe alcanzar para pagar la educación de sus hijas y también los gastos de la comida.
Sin embargo, dice que por lo general arregla de seis a ocho pares diarios, que cobra en 35 o 40 pesos, dependiendo la complejidad del trabajo. En ocasiones, cuando llueve o no hay tanta suerte, reúne apenas 80 pesos, que según él, cubren la cuota diaria de comida.
Su horario de trabajo no es fijo, pero por lo general se le puede encontrar de las 08:30 de la mañana hasta las 18:00 horas, pues ahora que oscurece temprano, “debe terminar antes”.
Este oficio pudo aprenderlo gracias a su curiosidad, pues dijo que “solo de ver” agarró “la maña” y por eso ahora puede generar ingresos de esta manera. No obstante, aseguró que aunque ha intentado compartirlo con sus hijas, no ha tenido éxito.
De acuerdo con su testimonio, a las pequeñas no les gusta ni atrae el estilo de vida de “arreglazapatos” y por eso dejó de insistir.
Publicado en El Sol de Tulancingo