El pequeño avión blanco aterriza casi sin hacer ruido, en contraste con el petardeo del Cessna que le precedió: para sus promotores, este aparato experimental que funciona con electricidad y combustible podría revolucionar los vuelos regionales.
Los antiguos empleados de Airbus que fundaron la empresa emergente Voltaero en Francia están convencidos de ello, sobre todo en el contexto actual de creciente presión para hacer frente al cambio climático.
El último logro concreto de Voltaero es el prototipo Cassio 1, inspirado en el Cessna 337 pero potenciado con la tecnología del siglo XXI (pantallas, sensores, telemetría, etc...) y equipado con un innovador sistema de propulsión, que combina un motor térmico y cinco eléctricos, para un total de 600 kilovatios (más de 800 caballos) para hacer volar sus 2,1 toneladas.
"La función principal del motor térmico es recargar las baterías (...) siempre en su modo de consumo óptimo", explica Jean Botti, presidente y director tecnológico de Voltaero. Este sistema ya se utiliza con éxito en la industria del automóvil desde hace casi 25 años, con Toyota como pionero.
Pero, "todos los aterrizajes y despegues se realizan en modo eléctrico", detalla a la AFP Botti desde el aeródromo de Toussus-le-Noble, a 25 kilómetros al oeste de París, donde el Cassio 1 realizó recientemente una de las 11 etapas de una gira por Francia destinada a convencer de la pertinencia del concepto.
Al igual que un vehículo híbrido recargable, el avión se enchufa a la red eléctrica entre dos usos. Los vuelos de hasta 200 kilómetros de distancia pueden realizarse con baterías, sin consumir una gota de combustible.
Más allá de esa distancia toma el relevo el motor térmico, pero con un consumo de combustible reducido, en promedio "de 30 a 35%" para el total del trayecto", según Botti. El alcance máximo es de 1.200 kilómetros.
La hoja de ruta de Voltaero, que cuenta con el apoyo de la Unión Europea (UE) en el marco del plan de recuperación ecológica, prevé la entrega de una versión de cuatro plazas a finales de 2023, una de seis un año después y una de 10 para 2026.
Silencioso y económico
La empresa, que ha aprovechado la experiencia de los proyectos de Airbus desde hace diez años, tiene como objetivo fabricar 300 aparatos al año. De los cerca de 80 pedidos anticipados, 40 vienen de Francia, donde Voltaero se ha propuesto revitalizar los aeródromos infrautilizados.
Este aparato aporta "una respuesta a un importante problema de sociedad: cómo seguir favoreciendo los intercambios y la movilidad, mejorar el acceso a territorios aislados, sin perjudicar el medioambiente", dice con entusiasmo Olivier Galzi, vicepresidente del grupo Edeis, principal administrador de aeropuertos regionales en Francia.
Otras empresas emergentes, como la británica Faradair y la estadounidense Ampaire han lanzado proyectos similares, y los gigantes del sector (General Electric, Rolls-Royce, pero también la NASA) están realizando investigaciones.
"La tecnología híbrida es realmente atractiva para esta gama de aviones" destinados a líneas regionales, afirma Philippe Beaumier, director de aeronáutica de la Agencia Nacional de Investigación Aeroespacial francesa (ONERA).
La tecnología híbrida "se limitará a los aviones pequeños durante varios años" porque "para imaginar fabricar un A320 híbrido, habría que multiplicar por cuatro o cinco la densidad energética de las baterías actuales". Además, "más allá del megavatio, hay que aumentar mucho la tensión de los cables", lo que plantea problemas electromagméticos y de calentamiento, explica Beaumier a la AFP.
En cuanto a las ventajas en comparación con un avión térmico de la misma categoría, Didier Esteyne, piloto de pruebas y director técnico de Voltaero, cita "la potencia eléctrica inmediata disponible" y "la ausencia de vibraciones y ruido".
También seduce la discreción acústica de estos aviones. "Esperamos con impaciencia poder dotarnos de estos aparatos", dice Patrick Milward, director general de la escuela de vuelo Astonfly, con sede en Toussus-le-Noble.
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