La Calzada Ermita Iztapalapa fue uno de los cuatro accesos que construyeron los mexicas para conectar México - Tenochtitlán con algunos de los puntos más cercanos al Valle, como Texcoco o Tacubaya.
Debido a que la ciudad estaba sobre un islote ubicado en el Lago de Texcoco, los mexicas necesitaban caminos firmes que los llevaran a otras ciudades con las que intercambiaban productos o que les rendían tributo.
Sin embargo, la Revista Arqueología Mexicana indica que la cultura mexica basaba sus edificaciones y construcciones en su cosmovisión y conocimientos sobre los astros, por lo que la planeación de las calzadas no estuvo exenta de eso.
De hecho, la calzada Ermita-Iztapalapa se construyó en una zona estratégica para que se alineara con un fenómeno astronómico relevante para los entonces pobladores.
La alineación de Ermita Iztapalapa con el Sol
Una investigación hecha por el antropólogo mexicano, Arón González, determinó que los mexicas construyeron la Calzada Ermita- Iztapalapa tomando en cuenta la posición volcán Iztaccíhuatl y la del Sol, especialmente ubicado para apreciar el solsticio de invierno.
El solsticio de invierno marca el momento en que el Sol alcanza su máxima distancia respecto al ecuador terrestre, un evento astronómico que ocurre cada año en el hemisferio norte, señala la UNAM.
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Sin embargo, para los mexicas el fenómeno era muy importante ya que realizaban una festividad para celebrar el “nacimiento” del siguiente ciclo dedicada al dios de la guerra mexica, Huitzilopochtli.
Por lo anterior, la ubicación de la calzada fue pensada para estar orientada hacia el lugar exacto en que el Sol se ocultaba, que en ese momento del años es detrás del volcán Iztaccíhuatl.
Además, la alineación fue tomada por los mexicas para medir el paso del tiempo, pues cuando ocurría era el cierre del ciclo o el pasos de un año.
De acuerdo con los expertos, el mejor punto de observación podría ser en el cruce de la Calzada Ermita Iztapalapa y la Calzada Javier Rojo Gómez.