París, Francia.- El pasado jueves 14 de marzo, la mexicana Ana Sofía Varela Gasque quedó consagrada como una de las 15 jóvenes científicas más prometedoras de todo el mundo.
Esta distinción fue acordada por el programa Por las Mujeres en la Ciencia que patrocinan en forma conjunta la Fundación L’Oréal y la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El reconocimiento fue anunciado en una imponente ceremonia realizada en el auditorio principal de la Unesco, en París.
Varela Gasque, profesora en el Instituto de Química de la UNAM, fue seleccionada por sus trabajos en la electroreducción del CO2, destinados a reducir los efectos del cambio climático mediante el recurso a energías renovables.
Para llegar a integrar este grupo de “jóvenes talentos internacionales”, debió superar un difícil proceso de selección que –inicialmente- incluía 280 becarias nacionales y regionales del programa L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia. Todas son promisorias especialistas de alto nivel, que están consideradas como “el futuro de la ciencia”. En su caso, en 2017 había sido una de las cinco ganadoras de las becas atribuidas en forma conjunta por este programa junto con el Conacyt y la AMC.
La mexicana está llamada a jugar un papel crucial en los próximos años porque -entre cosas- sus investigaciones tienen que ver con uno de los temas que más interesan a la humanidad: reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) para limitar los efectos del cambio climático mediante el recurso a energías renovables.
“El gran desafío que enfrentan los científicos consiste en transformar el CO2 porque, cualquiera sea la evolución, el mundo está condenado a seguir consumiendo combustibles fósiles en las próximas décadas. La única forma de enfrentar ese reto es transformarlo para obtener -en forma artificial- el mismo resultado que logran las plantas naturalmente”, explica a la Organización Editorial Mexicana en una entrevista realizada en París, a donde acudió el pasado jueves a recibir el reconocimiento.
COBRE, PLATA O CARBÓN
Pero ese proceso de transformación requiere usar energía. Los trabajos de investigación que Ana Sofía Varela desarrolla en el Departamento de Fisicoquímica del Instituto de Química de la UNAM conciernen precisamente ese punto: desarrollar una nueva clase de materiales que podrán ser utilizados como catalizadores para la reacción de reducción-oxidación de CO2 utilizando energías preferentemente renovables.
En 2017, cuando ganó una de las cinco becas del programa Por las Mujeres en la Ciencia acordadas por L´Oréal-Unesco-Conacyt-AMC, su trabajo estaba relacionado con “materiales a base de carbón dopados con nitrógeno y metales de transición y su aplicación como electrocatalizadores en la reacción de reducción de CO2”.
Ahora, su proyecto pretende usar energía eléctrica para llevar a cabo reacciones químicas. “Nos interesa convertir el CO2 en otro compuesto a base de carbono (como los hidrocarburos), que sirva como combustible o precursor de la industria química”, sostiene la especialista.
Como este proceso es también una carrera contra el tiempo, Varela Gasque busca identificar materiales que permitan obtener la reacción a temperatura ambiente y rápido. “Hasta ahora se usaban materiales como cobre y plata, pero yo estoy comenzando a trabajar con carbón mineral, el mismo que se extrae de las minas. Una vez modificado, se crean a nivel molecular sitios activos que reaccionan con el CO2”, explica.
Ese procedimiento de catálisis es similar al que producen los tubos de escape en los vehículos modernos para reducir las emisiones tóxicas de la combustión. El ideal supremo de los esfuerzos que realiza la ciencia sería reproducir ese proceso a escala gigantesca para transformar el CO2 en compuestos a base de carbono que sirvan como precursores en la industria.
“Otro proceso muy interesante sería convertir el CO2 en metano, un combustible que nos permitiría cerrar el ciclo. También sería factible utilizar precursores para la industria química a fin de reemplazar los petroquímicos por ejemplo en la producción de polímeros”, comenta con entusiasmo.
Esas investigaciones, en definitiva, representan sólo el primer paso de la gran transformación que espera el mundo ansiosamente.
“Mi trabajo se limita a hacer ciencia básica para entender el proceso de transformación del CO2 y saber con qué materiales se logra para que luego se pueda aplicar a escala industrial”, aclara.
JOVEN CON EXPERIENCIA
En esa tarea, naturalmente, no trabaja sola. Las investigaciones se realizan en cooperación con ingenieros químicos de la UNAM y de la Universidad de Nottingham a fin de construir un dispositivo modelo para llevarlo luego a la práctica.
En Alemania hay equipos que trabajan en investigaciones similares que aspiran a sacar procedimientos utilizables en un plazo de 5 a 10 años, pero probablemente será caro. En cambio, “para lograr algo realmente competitivo, hay que pensar en un horizonte de 20 a 30 años”, estima.
Si bien ese procedimiento se descubrió en la década de los 80, las investigaciones recién cobraron impulso en 2010. La científica mexicana se convirtió en una de las pioneras cuando utilizó ese desafío como tema para su doctorado. Aunque es joven, tiene tanta experiencia en este campo como los expertos más veteranos de Estados Unidos o Europa, lo cual la coloca en uno de los niveles más elevados de la ciencia.
Para competir con los mejores investigadores, su desafío ahora es de naturaleza económica. “Tengo los recursos para investigar, pero no son suficientes para ser competitiva. Se pueden hacer las mismas cosas que en Alemania o Estados Unidos, pero no tenemos suficientes equipos y debemos compartirlos. Es una enorme pérdida de tiempo”, reconoce.
Después de haber rechazado propuestas para trabajar en el exterior porque quería regresar a México, su mayor ambición ahora es “construir un equipo fuerte de investigación en México en el área que yo trabajo”.
La distinción acordada el jueves por el programa Por las mujeres en la ciencia que patrocinan conjuntamente la Fundación L’Oréal y la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura(Unesco) es esencial para propulsar su carrera: “El aporte más importante del premio es el reconocimiento porque me da una gran visibilidad pues muestra que estoy haciendo las cosas más o menos bien”, afirma.
Otro grave problema es su juventud. Pero no se siente relegada por ser mujer: “Honestamente nunca me sentí discriminada por mi condición femenina”.
En cambio, asegura, es más difícil superar la falta de visibilidad que significa la edad. Numerosos estudiantes de doctorado prefieren investigar con profesores más experimentados y más reconocidos. Aunque no lo dice abiertamente, ser desconocida a nivel científico y trabajar en un área nueva puede resultar una desventaja.
“Lo importante, en este momento, es hacer comprender la importancia de la ciencia básica. El objetivo final de la investigación es entender. Para poder hacer un desarrollo novedoso, es imprescindible comprender que la ciencia básica es la clave para obtener resultados importantes. En México nos falta darle a la ciencia fundamental el nivel que merece como instrumento para el desarrollo de nuevas tecnologías”, concluye.
EL PREMIO
Desde 1998, cuando se comenzaron a otorgar los premios creados por la Fundación L’Oréal para valorar el aporte de las mujeres en la ciencia y mejorar la representación femenina en las carreras científicas, ese programa distinguió y estimuló con becas la acción de 3 mil 100 científicas de 117 países.
El objetivo final de ese programa consiste, en definitiva, es aumentar la participación femenina en las disciplinas científicas, particularmente en el área de la investigación. “Es inconcebible privarse del talento de la mitad de la humanidad”, afirmó el presidente de L’Oréal, Jean-Paul Agon.
Dos cifras muestran claramente la magnitud de ese desequilibrio: por un lado, sólo 3% de mujeres recibieron el Premio Nobel en categorías científicas desde la creación de esa distinción, en 1903. Por otra parte, desde que existen los premios internacionales de matemáticas, hubo una sola mujer entre los 141 laureados.
Para reparar ese tipo de ostracismo, a partir de este año el premio L’Oréal-Unesco decidió recompensar también la excelencia científica en matemáticas y ciencias informáticas.
Pero, para que las mujeres puedan llegar a ese nivel, es necesario incentivar primero el interés femenino por las carreras científicas. En la actualidad, sólo 29% de las investigadoras son mujeres. Esa proporción mejora, pero muy lentamente, al ritmo de 0,1% anual lo que significa que —a ese paso— se necesitarían 200 años para llegar a la paridad con los hombres. El desequilibrio actual representa un grave riesgo, pues significa que el mundo del futuro está siendo construido por los hombres con criterios que no siempre responden a los intereses del 100% de la humanidad, argumentó la directora general de la Unesco, Audrey Azulay, durante la ceremonia de premiación.
Agon, por su parte, recordó que, como complemento de los premios que se acuerdan anualmente desde hace 21 años, el programa Por las mujeres en la ciencia también se esfuerza —en forma paralela— en "deconstruir los estereotipos" que impiden una mayor participación femenina en la ciencia y que, en muchos casos, incluso las desalientan a seguir una carrera.