/ viernes 20 de septiembre de 2024

Gustav Holst y los planetas: a 150 años de su nacimiento y 90 años de su muerte

Cada pieza expone la fuerza y sutileza de la deidad representada, no se interpreta en el orden planetario, sino en un orden adecuado para la presentación musical

El 21 de septiembre de 1874, hace 150 años, en Cheltenham, Gloucestershire, Inglaterra, nació Gustavus Theodore von Holst, en el seno de una familia de músicos.

Siguiendo la tradición familiar, Gustavus se interesó por el piano pero lo abandonó por padecer neuritis crónica en su brazo derecho, entonces cambió al trombón, con la esperanza que le ayudara con su asma. Para sobrellevar sus carencias de estudiante tocaba el trombón para ganar dinero. Concursó por varias becas, de las cuales, ninguna obtuvo.

En 1891, cuando se presentó junto a su padre interpretando las Danzas Húngaras de Bramhs, acortó su nombre a Gustav Holst.

Se dedicó a la enseñanza de la música para resolver sus problemas económicos. Fue profesor en St. Paul Girls School, desde 1905 hasta su fallecimiento en 1934, y también director de música en Morley College y en Hammersmith.

Pero lo que elevaría a Holst a la palestra mundial de la composición, estaba aún por suceder.

Gustav Holst provenía de una familia de músicos, por eso dedico su vida a la misma profesión. Foto: Gustav Holst. | Foto: Herbert Lambert. c.a. 1921


Cómo inició la influencia de los planetas en su música

En 1913 estando de vacaciones en Mallorca, conoció a Cliford Bax, quien le mostró un libro de astrología: What Is A Horoscope? de Alan Leo (¿Qué Es Un Horóscopo?). Un libro que "analizaba" la psicología de las (supuestas) influencias planetarias.

Hoy sabemos que la astrología carece de fundamento, la ciencia ha demostrado su falsedad. Pero en Holst, la astrología fue la inspiración para musicalizar la danza de los planetas y su "influencia" emocional que, antes se creía, tenía sobre las personas.

Holst escribió una pieza para cada planeta, entre 1914 y 1917, casi lo que duró la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Al principio le fue difícil encontrar quién la interpretaría, no por la música, sino por la cantidad de músicos y coros que requería, la inversión era mucha para una obra desconocida en tiempos de posguerra.

Por fin, en 1918 la presentó en privado en una función apresurada, los músicos la ensayaron solo dos horas antes de la función. Al público se presentó en 1919 y gustó mucho, pero los críticos la menospreciaron.

Los Planetas era vanguardista, con influencias de Wagner y Stravinsky. En la presentación de planetas, recuerda a Mussorgsky en Cuadros de una Exposición Pictórica.

Cada pieza expone la fuerza y sutileza de la deidad representada. No se interpreta en el orden planetario, sino en un orden adecuado para la presentación musical. Inicia con la violencia de Marte, le sigue la calma de Venus y luego el jugueteo de Mercurio. El clímax viene con la grandeza de Júpiter, para continuar con la inquietud de Saturno, la magia de Urano y el misterio de Neptuno.

Los Planetas es una obra emblemática de la Música Clásica del Siglo XX, es un símbolo de Inglaterra y ha inspirado innumerables obras musicales. La más llamativa es la banda sonora de La Guerra de las Galaxias (Star Wars) de John Williams.

Partitura de Los Planetas. 1921. | Foto: Goodwin and Tab Ltd.

Marte, el portador de la guerra

La obra inicia con Marte, el dios de la guerra. Marte es un allegro con ostinato, es decir, una pieza vivaz pero con variaciones repetitivas, una obstinación musical.

A diferencia de otras obras sobre la guerra, Marte no muestra la valentía o gallardía de las batallas, sino que sumerge al oyente en una marcha bélica hacia la violencia y el horror de la guerra.

Venus, el portador de la paz

Terminada la guerra viene la anhelada paz. Venus inicia con un adagio, seguido de un andante para terminar con un largo. La tranquilidad y la belleza reinan en esta pieza musical.

Mercurio, el mensajero alado

Esta pieza es un vivace (alegre y rápida). Mercurio se mueve veloz entre los dioses. Es una pieza juguetona.

Júpiter, el portador de la alegría

Tal vez la pieza de Los Planetas que más ha inspirado a otras obras. Júpiter retrata la abundancia de la vida, la vitalidad, la nobleza y la generosidad. Es majestuosa e inspiradora, digna del padre de los dioses.

Después, Holst la usó para I Vow to Thee, My Country (Te juro a ti, mi país), un himno patriótico que se canta antes de justas deportivas y han acogido algunas iglesias.

Saturno, el portador de la senectud

Esta pieza es inquietante, muestra el lento pasar del tiempo. Es una estampa del pesado movimiento de Saturno en el cielo nocturno. Lleva al oyente a la vejez de la vida.

Saturno es el nombre dado por los romanos, los griegos le llamaron Cronos, el padre de Zeus (Júpiter) e hijo de Urano. De su nombre griego se derivan palabras relacionadas al tiempo, como: crónica, cronología o cronograma.

Urano, el mago

Una danza mágica a veces traviesa, es una vorágine sonora, triunfal y mística. Urano recuerda a El Aprendiz a Brujo de Paul Dukas.

Urano nos lleva de un clímax alegre a un descenso del éxtasis, y a un arrepentimiento de la locura, hasta fundirse en el silencio.

Neptuno, el místico

Poseidón para los griegos, nos sumerge en las tranquilas y obscuras aguas de los océanos, al misterio de lo desconocido.

A lo lejos suena el canto de las sirenas, que nos transporta a un destino incierto no vislumbrado con antelación, hasta perdernos en la lontananza del silencio.

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El coro sin letra era inusual en la época, además Holst solicitaba que las interpretes se ocultaran de los oyentes.

Trece años después, en 1930, Clyde Tombaugh descubrió a Plutón, que fue considerado planeta hasta 2006. Holst no tuvo interés en agregarlo, y falleció al poco tiempo (1934). Algunos compositores escribieron Plutón, pero ninguno se acerca a la musicalización majestuosa que Holst supo imprimir.

Lo invito a escuchar Los Planetas, una audaz sinfonía que nos transporte a los confines del Sistema Solar.

german@astropuebla.org

El 21 de septiembre de 1874, hace 150 años, en Cheltenham, Gloucestershire, Inglaterra, nació Gustavus Theodore von Holst, en el seno de una familia de músicos.

Siguiendo la tradición familiar, Gustavus se interesó por el piano pero lo abandonó por padecer neuritis crónica en su brazo derecho, entonces cambió al trombón, con la esperanza que le ayudara con su asma. Para sobrellevar sus carencias de estudiante tocaba el trombón para ganar dinero. Concursó por varias becas, de las cuales, ninguna obtuvo.

En 1891, cuando se presentó junto a su padre interpretando las Danzas Húngaras de Bramhs, acortó su nombre a Gustav Holst.

Se dedicó a la enseñanza de la música para resolver sus problemas económicos. Fue profesor en St. Paul Girls School, desde 1905 hasta su fallecimiento en 1934, y también director de música en Morley College y en Hammersmith.

Pero lo que elevaría a Holst a la palestra mundial de la composición, estaba aún por suceder.

Gustav Holst provenía de una familia de músicos, por eso dedico su vida a la misma profesión. Foto: Gustav Holst. | Foto: Herbert Lambert. c.a. 1921


Cómo inició la influencia de los planetas en su música

En 1913 estando de vacaciones en Mallorca, conoció a Cliford Bax, quien le mostró un libro de astrología: What Is A Horoscope? de Alan Leo (¿Qué Es Un Horóscopo?). Un libro que "analizaba" la psicología de las (supuestas) influencias planetarias.

Hoy sabemos que la astrología carece de fundamento, la ciencia ha demostrado su falsedad. Pero en Holst, la astrología fue la inspiración para musicalizar la danza de los planetas y su "influencia" emocional que, antes se creía, tenía sobre las personas.

Holst escribió una pieza para cada planeta, entre 1914 y 1917, casi lo que duró la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Al principio le fue difícil encontrar quién la interpretaría, no por la música, sino por la cantidad de músicos y coros que requería, la inversión era mucha para una obra desconocida en tiempos de posguerra.

Por fin, en 1918 la presentó en privado en una función apresurada, los músicos la ensayaron solo dos horas antes de la función. Al público se presentó en 1919 y gustó mucho, pero los críticos la menospreciaron.

Los Planetas era vanguardista, con influencias de Wagner y Stravinsky. En la presentación de planetas, recuerda a Mussorgsky en Cuadros de una Exposición Pictórica.

Cada pieza expone la fuerza y sutileza de la deidad representada. No se interpreta en el orden planetario, sino en un orden adecuado para la presentación musical. Inicia con la violencia de Marte, le sigue la calma de Venus y luego el jugueteo de Mercurio. El clímax viene con la grandeza de Júpiter, para continuar con la inquietud de Saturno, la magia de Urano y el misterio de Neptuno.

Los Planetas es una obra emblemática de la Música Clásica del Siglo XX, es un símbolo de Inglaterra y ha inspirado innumerables obras musicales. La más llamativa es la banda sonora de La Guerra de las Galaxias (Star Wars) de John Williams.

Partitura de Los Planetas. 1921. | Foto: Goodwin and Tab Ltd.

Marte, el portador de la guerra

La obra inicia con Marte, el dios de la guerra. Marte es un allegro con ostinato, es decir, una pieza vivaz pero con variaciones repetitivas, una obstinación musical.

A diferencia de otras obras sobre la guerra, Marte no muestra la valentía o gallardía de las batallas, sino que sumerge al oyente en una marcha bélica hacia la violencia y el horror de la guerra.

Venus, el portador de la paz

Terminada la guerra viene la anhelada paz. Venus inicia con un adagio, seguido de un andante para terminar con un largo. La tranquilidad y la belleza reinan en esta pieza musical.

Mercurio, el mensajero alado

Esta pieza es un vivace (alegre y rápida). Mercurio se mueve veloz entre los dioses. Es una pieza juguetona.

Júpiter, el portador de la alegría

Tal vez la pieza de Los Planetas que más ha inspirado a otras obras. Júpiter retrata la abundancia de la vida, la vitalidad, la nobleza y la generosidad. Es majestuosa e inspiradora, digna del padre de los dioses.

Después, Holst la usó para I Vow to Thee, My Country (Te juro a ti, mi país), un himno patriótico que se canta antes de justas deportivas y han acogido algunas iglesias.

Saturno, el portador de la senectud

Esta pieza es inquietante, muestra el lento pasar del tiempo. Es una estampa del pesado movimiento de Saturno en el cielo nocturno. Lleva al oyente a la vejez de la vida.

Saturno es el nombre dado por los romanos, los griegos le llamaron Cronos, el padre de Zeus (Júpiter) e hijo de Urano. De su nombre griego se derivan palabras relacionadas al tiempo, como: crónica, cronología o cronograma.

Urano, el mago

Una danza mágica a veces traviesa, es una vorágine sonora, triunfal y mística. Urano recuerda a El Aprendiz a Brujo de Paul Dukas.

Urano nos lleva de un clímax alegre a un descenso del éxtasis, y a un arrepentimiento de la locura, hasta fundirse en el silencio.

Neptuno, el místico

Poseidón para los griegos, nos sumerge en las tranquilas y obscuras aguas de los océanos, al misterio de lo desconocido.

A lo lejos suena el canto de las sirenas, que nos transporta a un destino incierto no vislumbrado con antelación, hasta perdernos en la lontananza del silencio.

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El coro sin letra era inusual en la época, además Holst solicitaba que las interpretes se ocultaran de los oyentes.

Trece años después, en 1930, Clyde Tombaugh descubrió a Plutón, que fue considerado planeta hasta 2006. Holst no tuvo interés en agregarlo, y falleció al poco tiempo (1934). Algunos compositores escribieron Plutón, pero ninguno se acerca a la musicalización majestuosa que Holst supo imprimir.

Lo invito a escuchar Los Planetas, una audaz sinfonía que nos transporte a los confines del Sistema Solar.

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