El 26 de abril, la exrepública soviética conmemora el 35 aniversario del desastre nuclear de Chernobyl de 1986, cuando un reactor de la planta, ubicada a unos 108 kilómetros al norte de la capital Kiev explotó durante una fallida prueba de seguridad.
El resultado fue el peor accidente nuclear del mundo, que envió nubes de radiación a gran parte de Europa y forzó la evacuación de decenas de miles de personas.
Treinta y un trabajadores y bomberos murieron inmediatamente después del desastre, en su mayoría por enfermedades agudas consecuencia de la radiación.
Más tarde, otros miles fallecieron por enfermedades vinculadas a la radiación como el cáncer, aunque la cifra total de muertos y los efectos sanitarios a largo plazo siguen siendo sujeto de intenso debate.
35 años después de la catástrofe, hay una interrogante: ¿Los hijos de los sobrevivientes que estuvieron expuestos a la radiación heredaron los males nucleares? Este es el punto de partida de un artículo de la BBC en el marco del aniversario de la tragedia.
El pasado 23 de abril, el medio británico publicó los resultados de un estudio de la revista Science conducido por la profesora Meredith Yeager del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de Estados Unidos.
El estudio se centró en los hijos de los trabajadores que se alistaron para ayudar a limpiar la zona altamente contaminada alrededor de la planta de energía nuclear (los llamados liquidadores).
También fueron estudiados los descendientes de los evacuados de la ciudad abandonada de Pripyat y otros asentamientos en un radio de 70 km alrededor del reactor.
Los sujetos de estudio fueron aquellos concebidos después del desastre que nacieron entre 1987 y 2002; se les examinó el genoma completo y los resultados son de sorpresa.
El estudio no encontró "daño adicional al ADN" en los niños nacidos de padres sobrevivientes que estuvieron expuestos a la radiación.
Para llevar a cabo esta investigación también tuvieron que reclutar familias enteras para que los científicos pudieran comparar el ADN de la madre, el padre y el niño o la niña.
"Aquí no estamos viendo lo que les sucedió a esos niños que estaban [en el útero] en el momento del accidente; estamos viendo algo llamado mutaciones de novo", le explicó a la BBC, Stephen Chanock, también del NCI.
El científico detalló que observaron los genomas de la madre, el padre y el niño, después pasaron nueve meses intentando buscar alguna señal de mutación asociada a la radiación y por fortuna, no encontraron ningún signo de alarma.
“El trauma me persiguió años después”
La tragedia de Chernóbil el 26 de abril de 1986 marcó a toda una generación de ucranianos, que se vieron afectados profundamente por la mayor catástrofe nuclear de la historia, una huella que sienten especialmente aquellos nacidos en el año del desastre.
"Fui evacuada de Chernóbil cuando tenía solo dos semanas, pero el trauma me persiguió años después", comentó a Efe Olga Zakrevska, que vivía en Prípiat, la localidad más cercana a la planta.
La sola palabra Chernóbil causa escalofríos en toda la región, ya que la vecina Bielorrusia y varias regiones rusas también se vieron muy afectadas por la nube radiactiva, pero nada comparable con lo que vivieron las familias de los que trabajaban en la central.
El padre de Olga trabajaba en la planta atómica, así comprendió muy pronto la gravedad de lo ocurrido y sacó a su familia -esposa y dos niños- lo más rápido que pudo de la zona del desastre.
Ella apenas recuerda nada, sólo lo que le han contado otros, pero el desastre le ha perseguido toda su vida.
"Como cada niño de Chernóbil tuve que someterme todos los años a escrupulosos chequeos médicos. Recuerdo a los médicos diciéndome que desconocían el impacto del desastre y de la radiación en mi salud a largo plazo", explica.
Ahora es consciente de que "eso no es lo que un niño debe escuchar", lo que le causó "ansiedad" y, lo que es peor, "una profunda incertidumbre".
En el vientre de su madre
Yarina Grusha Possamái estaba en el vientre de su madre cuando tuvo lugar el accidente. Su familia también abandonó su ciudad, que se encontraba a apenas 60 kilómetros de la central, aunque en agosto volvieron a casa.
Como "niña de Chernóbil", Yarina participó en un programa humanitario que permitía a los menores pasar temporadas estivales en países europeos, en su caso Italia.
Entre los 9 y los 17 años, esta ucraniana pasó varias semanas cada verano en la casa de una familia en la región norteña de Trentino.
"Lisa y Mario fueron como una segunda familia para mí. Después de que naciera su hija, nos convertimos en hermanas. Siempre me guardaban una cama libre en su habitación", señala agradecida.
Aprendió italiano, se licenció en Filología por la Universidad de Kiev y trabajó como traductora, pero no tenía planes de mudarse a vivir al país transalpino.
Con información de la BBC, Reuters y EFE
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