¿Cómo te imaginas el sabor de la comida espacial? Aunque ahora los astronautas participan en un proceso de selección de sus alimentos para que sean agradables, antes los tripulantes de la NASA no disfrutaban de los alimentos que llevaban a las misiones, hasta que en la Navidad de 1968 todo cambió para la tripulación del Apolo 8.
En su camino a la Luna, Frank Borman, Jim Lovell y Bill Anders, se alimentaba poco, siendo Borman el que menos calorías ingirió (851 diarias aproximadamente), lo que preocupaba al equipo pues en el espacio son necesarias hasta 3 mil calorías.
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La razón de su poca ingesta de comida se debió a que todo era “poco apetecible”, según dijo Borman; lo que se debía a que al hidratar los alimentos (paso imprescindible para descomprimirlos), estos adquirieron el sabor de la envoltura en lugar del sabor que deberían tener los platillos espaciales.
Aunque desde principios de 1960, astronautas y personas que trabajaban en el Centro Johnson de la NASA ya se habían quejado por la comida espacial, se puso atención en el asunto hasta que Jim McDivitt, astronauta del Apolo 9, escribió una nota al laboratorio de alimentos para que hicieran cambios.
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Y atrás del menú del Apolo 8 hizo sugerencias para que redujeran el número de elementos comprimidos del tamaño de un bocado e incluyeran más carne, pues temía “morir de hambre con ese menú”.
El regalo de Navidad de la tripulación del Apolo 8
Tras los comentarios, la fisiologa Rita Rapp realizó una investigación de cuatro días de suministros alimenticios y concluyó que “los placeres de comer se perdieron hasta el punto de que el interés se perdió”, debido a la falta de sabor.
Sin embargo, había una comida espacial que sí había sido del agrado de la tripulación y que marcó un hito en la historia de las misiones: la cena de Navidad del Apolo 8.
Dicha cena fue “lo más cercano” que pudo conseguir la NASA a una comida casera y consisitó en Pavo y gravy, salsa de arándanos, y ponche de uva. “Excepcional”, según lo dijo el tripulante Jim Lovell. La comida no solo tenía mejor sabor, sino que también era distinta a los alimentos hidrolizados que se activaban con agua.
Además, en el “wetpack” que se les dio en la misión se incluyó una cuchara, lo que les brindaba la oportunidad de ver y oler su comida antes de ingerirla, mejorando su experiencia de alimentación, y simplificando la preparación de alimentos.
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Posteriormente en las misiones comenzaron a incluirse más paquetes de este estilo, pues con la tripulación del Apolo 8 quedó demostrado que existe una importancia significativa en “oler, saborear y ver” la comida.