El movimiento slow food (comer con calma) llegó a Roma con conferencias, diversas actividades y un mercado de comida de kilómetro cero, para incentivar un consumo de alimentos más sostenible y responsable con el medio ambiente y los propios productores, una filosofía que funciona muy bien en América Latina.
"Queremos poner el foco de atención en la regeneración urbana, el rol de la comida en ella y las relaciones entre la ciudad y el campo", dijo Paola Nano, portavoz del grupo que impulsa la iniciativa, Slow Food, una red mundial de comunidades locales que promueve un consumo consciente.
Nano resaltó que la "gran mentalidad participativa" de pequeños productores de México, Argentina y Brasil, que han conseguido unirse para vender sus productos de forma conjunta y así lograr unos precios más justos, es "un ejemplo a seguir" para los de Italia y Europa.
La Fiesta de los Pequeños Municipios reunirá del 13 al 15 de mayo en Villa Borghese, uno de los mayores y más bellos parques de la capital italiana, a más de 50 pequeños agricultores de la región romana del Lacio, que "tendrán la oportunidad de vender su comida a un precio justo y crear una red de contactos", relató Nano.
"También se tratará una regeneración de las relaciones humanas para crear nuevos vínculos entre la sociedad y los hábitos alimentarios para incentivar el acceso a comida saludable y de calidad", explicó la portavoz de Slow Food.
La iniciativa servirá como preludio para uno de los eventos de alimentos más importantes del mundo, el Terra Madre Salón del Gusto de Turín, que desde hace casi una década tiene el objetivo de "defender una gastronomía sana, auténtica y justa", de acuedo con Nano.
Esta feria de la alimentación tendrá lugar del 22 al 26 de septiembre en esa localidad del norte de Italia, donde después de dos años sin poder celebrarse presencialmente debido a la pandemia, esperan poder volver a reunir a los más de seis mil delegados de 150 países que asistieron a las últimas ediciones.
En el Salón de Turín se espera una gran presencia de productores de América Latina para que muestren sus iniciativas, que funcionan en muchos casos mejor que en otras partes del mundo y cuyo objetivo final es impulsar un consumo más sostenible y respetuoso, tanto para el medio ambiente como para los trabajadores.
Fundada en 1989 para evitar la desaparición de las culturas y tradiciones alimentarias locales y para contrarrestar el avance de la cultura de la comida basura, Slow Food ha crecido desde entonces hasta convertirse en un movimiento mundial en el que participan millones de personas en más de 160 países que trabajan para garantizar que todo el mundo tenga acceso a alimentos buenos, limpios y justos.
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