En México y el mundo, la producción de fuentes de proteína es uno de los principales motores del cambio climático. Producir proteína animal en tierra es una actividad que impacta y erosiona otras fuentes de alimentación, por lo que requiere cantidades de agua potable inaccesibles, al igual que extensiones enormes de tierra que sólo pueden ser producto de la deforestación de los pocos bosques y selvas que quedan. Sólo en 2016 México perdió 250 mil hectáreas de bosques, en gran parte por causa del crecimiento de la ganadería.
"En otras palabras, si los siguientes dos mil 500 millones de habitantes comen como nosotros, nos vamos a quedar sin agua y sin árboles, en un mundo cada vez más caliente. No podemos seguir alimentándonos, ni alimentando a estas siguientes generaciones, de la misma forma como lo hemos venido haciendo. Los recursos naturales simplemente no alcanzan", explican especialistas de la organización Oceana.
Por otro lado un océano abundante y saludable puede producir hasta mil millones de porciones de alimento saludable y sustentable, diarias, a perpetuidad. Cada una de estas porciones substituye a una de carne de res, pollo y cerdo, y evita sus severos impactos ambientales, además de ser más saludable. Comer pescado es bueno para el planeta y para la salud.
Esto lo apertura la Economía azul, que según su creador Gunter Pauli, se diferencia de la economía verde al basarse en los medios de producción a partir de el uso de recursos marítimos para un desarrollo económico sostenible y rentable.
Según la FAO, en términos per cápita, el consumo de pescado comestible ha aumentado de 9 kilogramos en 1961 a 20.2 kg en 2015, a una tasa media de aproximadamente un 1.5% al año. Las estimaciones preliminares relativas a los años 2016 y 2017 apuntan a un nuevo aumento hasta alcanzar unos 20.3 kg y 20.5 kg, respectivamente.
México tiene mucho potencial para impulsar y desarrollar la economía azul. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) de las 32 entidades federativas del país, 17 cuentan en total con 11 mil 122 km de longitud de costa, sin considerar el territorio insular. El 68% del litoral continental está sobre costas e islas del Océano Pacífico y Golfo de California y 32% sobre costas, islas y cayos del Golfo de México y Mar Caribe.
“Ante este panorama, los países con grandes litorales, como México, pueden optar por el modelo de desarrollo denominado economía azul para hacer frente a los impactos negativos sobre el medio ambiente, aprovechando de manera sustentable el océano, y desarrollando con base en sus recursos las principales actividades productivas de los países y regiones en vías de desarrollo con vastos litorales”, sostiene la investigadora del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, Antonina Ivanova Boncheva.
Los pescados y mariscos que salen del mar tienen una huella ambiental minúscula comparada con la de otras fuentes de proteína. No requieren tierra, y usan poca agua potable y combustibles fósiles para su producción.
Cambio climático, oportunidad y peligro
El desarrollo de esta economía generaría solvencia para el abasto de alimentos, pero también convergería en un nuevo impacto ambiental para las especies marinas, pues diversos estudios indican que podrían migrar hacia zonas más profundas debido a la crisis climática y a la diferencia de temperaturas.
Según científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO), con participación de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad Kaust (Arabia Saudí), que aparece publicado en la revista 'Nature Ecology & Evolution', los animales marinos, para vivir a la misma temperatura que actualmente necesitan, deberían sumergirse hacia el fondo 18.7 metros en un escenario de emisiones moderadas y 3.3 metros en uno de altas.
Estas son algunas de las principales conclusiones de un estudio que calcula la migración vertical que requerirían desplazarse las especies marinas a través de los océanos globales hasta el año 2100 para vivir a la misma temperatura que actualmente.
Sin embargo, la temperatura no es el único determinante del hábitat de los organismos marinos. "A las aguas más profundas no llega suficiente luz para algunas especies y la presencia del fondo establece una frontera última en algunos lugares. Teniendo esto en cuenta, en este estudio mostramos que, tanto el fitoplancton como las especies poco profundas que habitan en el fondo que necesitan luz para vivir, como los corales, kelps (un tipo de alga) y las praderas marinas, experimentarán una compresión vertical de su hábitat a medida que aumenten las temperaturas", explica Núria Marbà, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (mixto del CSIC y la Universidad de las Islas Baleares.
En México, según cálculos de Oceana, 42 por ciento de las especies con valor comercial que se pescan están sobreexplotadas o colapsadas, y esos datos, según la organización, son conservadores.
De acuerdo con la lista relativa a la NOM-059-SEMARNAT-2010, existen 90 especies protegidas por la Ley bajo alguna categoría de riesgo. Esta norma busca la restauración de ambientes afectados, pero ni siquiera los estudios, pruebas o estas legislaciones pueden garantizar la restitución total de las especies.
A través la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, Ley General de Vida Silvestre y sus disposiciones reglamentarias para México, se buscan establecer los elementos jurídicos bajo los cuales se desprenden las políticas públicas e instrumentos para proteger y preservar los recursos naturales.
En esta norma se encuentra, por ejemplo, que un tercio de los arrecifes que se encuentran en la Península de Yucatán están dentro de siete áreas naturales protegidas, esto ha permitido que las comunidades coralinas en el Caribe mexicano puedan mantenerse relativamente estables, en lo que al aspecto humano se refiere. Además se ubican los planes de manejo en ANPs, los cuales han disminuido el efecto humano y han permitido una ligera recuperación de las especies de corales que conforman estos arrecifes.
En la norma también se contemplan algunos factores de riesgo son las actividades turísticas y de pesca, así como el establecimiento de zonas urbanas en las costas cercanas a los arrecifes.
Pero la regulación no va de la mano con la vigilancia y cumplimiento de las autoridades, por falta de recursos para su ejecución y vigilancia. Por otro lado, el incremento de la presión pesquera por parte de empresas trasnacionales va desplazando a los pescadores locales de sus fuentes tradicionales de captura, lo que redunda tanto en el empobrecimiento de las zonas donde los pescadores locales ya no pescan, o lo hacen con técnicas que afectan al equilibrio marino, por lo que fomenta que la población autóctona pierda una fuente de alimento muchas veces fundamental para su subsistencia.
Un estudio reciente de la Universidad de San Diego encontró que incluso en el Golfo de California, donde se concentra la mayor parte de la investigación pesquera y el trabajo de organizaciones de conservación, aproximadamente dos terceras partes de las pesquerías de pequeña escala tienen algún grado de sobreexplotación.
Propuestas equilibradas
Para la investigadora Ivanova Boncheva, los retos que tiene el país para desarrollar la economía azul tienen que ver con orientar medios de financiamiento hacia las comunidades, las cuales deben tener una amplia participación. Es necesario fomentar un modelo de planeación para poder desarrollar estas actividades en las zonas costeras, con una colaboración de los tres niveles de gobierno y de las organizaciones de la sociedad civil, quienes deben recibir financiamiento y capacitación adecuada.
“Y es en las zonas costeras del país donde cada año se pueden constatar los efectos del cambio climático, algunos recursos pesqueros se trasladan más al norte y dejan a algunas comunidades pesqueras sin las cantidades que capturaban en tiempos anteriores, por ello es muy importante impulsar las actividades sustentables que nos indica la economía azul, que involucran directamente a las comunidades. La alternativa a la pesca tradicional y a la pesca rivereña podría ser la acuacultura o la maricultura, actividades que se pudieran realizar en las zonas pesqueras para mantener el nivel de vida de las comunidades”, señaló.
Otra actividad es el turismo alternativo como: avistamiento de ballenas (ante todo gris, pero también jorobada y azul), buceo, snorkel, kayak, actividades que pudieran ser amigables con el medio ambiente y proporcionar ingresos a las comunidades costeras.
Para salvar los océanos y alimentar al mundo, autoridades y población diversas organizaciones no gubernamentales como Oceana, especifican que en general se necesita:
Dejar de pescar más de lo que el ecosistema puede reproducir.
Reducir la pesca incidental de especies que no se busca consumir.
Proteger los ecosistemas marinos donde ocurren procesos biológicos críticos.
Para lograrlo, comentan que se requiere hacer respetar las temporadas de veda para que se puedan reproducir las cantidades suficientes de especies, reducir las técnicas de pesca no selectiva tradicionales como el enmalle (que consiste en una pared simple de tela, que se mantiene relativamente vertical mediante una línea de flotación y una línea de fondo con pesos), así como fortalecer a las autoridades en la vigilancia de los mares contra la pesca furtiva. La creación de arrecifes artificiales y la gestión racional de las capturas puede permitir la conservación de las especies actuales e incluso la recuperación de aquellas agotadas para la explotación comercial.
Además señalan que la acuicultura debe someterse a profunda revisión, pues en muchas ocasiones resulta contraproducente. "La actitud responsable de los consumidores al elegir los alimentos que compran puede ser también fundamental, pues es en definitiva la presión de los compradores la causa de que peces y mariscos sean puestos a su disposición en los mercados, y por tanto seleccionar especies adecuadas y ejemplares no inmaduros puede ser la clave para que no se produzca sobrepesca", concluyen los especialistas.
Asimismo se necesitan mejorar las legislaciones y actualizar continuamente con estudios las especies que son protegidas por la Semarnat y la Profepa, pues las legislaciones datan de hace una década, según la lista relativa a la NOM-059-SEMARNAT-2010.
Por ello, la economía azul debe estudiarse con cuidado en compañía de los organismos autónomos, organizaciones sociales, gobierno y especialistas, para lograr un equilibrio ecológico que permita una suficiencia alimentaria acorde a los retos climáticos que se enfrentarán en el futuro.
Con información de EFE