/ miércoles 31 de julio de 2024

¿Cuánto contaminarán los Juegos Olímpicos de París?

La presente justa olímpica aspira a ser la edición más ecológica de la historia y la primera compatible con el acuerdo climático de París

El término “juegos verdes” se remonta a abril de 2021. En aquel momento, el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos (COJO) incluso había aspirado a la neutralidad de carbono eliminando de la atmósfera más gases de efecto invernadero que los generados por los juegos. Sin embargo, la referencia al cero neto se eliminó discretamente en comunicaciones posteriores.

Lo anterior, por supuesto plantea la pregunta: ¿se puede cumplir la promesa de unos “juegos verdes”?

Te puede interesar: Aprender a reducir emisiones, el nuevo reto de la industria

En teoría, los Juegos Olímpicos de París pretenden reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero emitidas por los Juegos de Río 2016 o los de Londres 2012, estimadas en una media de 3.5 millones de toneladas de CO2.

Eso sí, con la salvedad de que ambos juegos fueron de los menos respetuosos con el medio ambiente de la historia. También han habido críticas a la metodología utilizada para calcular las emisiones, lo que llevó al Comité Olímpico Internacional a publicar un marco estandarizado de cálculo de la huella de carbono para los Juegos Olímpicos de 2018.

Teniendo esto en cuenta, el presupuesto máximo de carbono para París 2024 se ha fijado en 1.58 Mt CO2 eq. Se trata, sin duda, de un objetivo ambicioso, sobre todo si tenemos en cuenta que los Juegos de Tokio 2020, organizados durante una pandemia y sin espectadores, generaron casi 2 Mt CO₂ eq.

Las principales fuentes de emisión

Las mayores fuentes de emisiones durante los megaeventos son tradicionalmente el transporte de los participantes y la construcción de edificios e infraestructuras. La huella de carbono de los Juegos Olímpicos de 2024, estimada hasta la fecha, se divide en tres partes relativamente iguales:

Desplazamientos de participantes y espectadores (que deberían representar una cuarta parte de las emisiones, incluido un 9 por ciento para atletas y funcionarios).

Construcción (con aproximadamente un 25 por ciento para edificios permanentes, incluido un 8 por ciento para infraestructuras temporales y aproximadamente lo mismo para sistemas de energía temporales, como generadores).

Operaciones (restauración, alojamiento, logística, seguridad, etcétera), que representan la última cuarta parte).

Los Juegos Olímpicos de París pretenden reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero emitidas por las dos olimpiadas anteriores, que fueron de las más contaminantes de la historia


Por supuesto, no sabremos la huella de carbono exacta de los Juegos Olímpicos de 2024 hasta que se celebre el evento. Las cantidades y tipos de materiales de construcción no están confirmados, y las cifras de participación, estimadas actualmente en alrededor de 13 millones de espectadores, siguen siendo hipotéticas.

Pero la mayor incógnita se refiere al transporte. Los viajes en avión, las posibles huelgas ferroviarias, así como el retraso en la puesta en marcha de cuatro nuevas líneas de metro que conectarán la región de París podrían hacer que dichas emisiones se disparen.

Eso sin mencionar la polémica construcción de un nuevo cruce de autopistas para los Juegos Olímpicos. Las investigaciones demuestran desde hace tiempo que la construcción de nuevas infraestructuras viarias genera un aumento duradero del tráfico.

El Comité Olímpico promete que la huella de carbono real se publicará en otoño, después de los Juegos. Se espera que el cálculo de la huella de carbono se comunique de forma transparente y reproducible, y que la cifra haya sido verificada por un tercero independiente, lo que corresponde a las buenas prácticas en materia de información medioambiental.

¿Unos juegos más ecológicos?

Sin embargo, los organizadores de los Juegos Olímpicos de 2024 han seguido varias vías para reducir las emisiones, la mayoría de las cuales presentan deficiencias.

La primera resolución ha sido limitar la construcción. De las infraestructuras de las 26 sedes de competición, el 95 por ciento ya existían o son temporales. Además, todos los edificios nuevos se han diseñado para emitir menos CO2 que los edificios promedio.

Un buen ejemplo de ecodiseño de los Juegos Olímpicos de París es el centro acuático, que cuenta con una estructura de madera, paneles fotovoltaicos en el techo y asientos fabricados con materiales locales reciclados. Esta última medida no afecta en absoluto a la huella de carbono del centro acuático, dada la masa relativamente pequeña de plástico y su huella de carbono por kilogramo en comparación con la masa y la huella de carbono de otros materiales, en particular el cemento y los metales. No obstante, la reducción de los residuos plásticos y el impacto positivo en la economía local deben ser aplaudidos.

La Villa Olímpica, situada en la periferia norte de París, que acogerá a 14 mil 500 atletas durante los Juegos Olímpicos y a nueve mil atletas durante los Juegos Paralímpicos, se ha comprometido a reducir en un 30 por ciento la huella de carbono de un proyecto de construcción convencional.

Sin embargo, el parámetro elegido (una tonelada de CO2 equivalente por metro cuadrado) parece muy elevado en comparación con los valores encontrados por estudios especializados, que estiman la huella de carbono de los edificios europeos en 2022 en 210 kilos de CO2 equivalente por metro cuadrado de media durante todo su ciclo de vida.

La huella de carbono prevista de los Juegos Olímpicos de 2024 será de 100 a 125 kilogramos de CO2 por persona, lo que equivale a viajar 500 kilómetros en coche o consumir 31 hamburguesas de ternera u 83 botellas de vino


También es preocupante la falta de precisión del comité olímpico sobre si el objetivo se refiere únicamente al impacto durante la construcción o a lo largo de su ciclo de vida (incluido el uso posterior de los edificios).

Los Juegos aspiran a funcionar con un 100 por ciento de energía renovable, incluida la fotovoltaica, los sistemas geotérmicos, los generadores alimentados con biocombustibles y la electricidad renovable certificada, una opción cuyo beneficio en términos de carbono es, sin embargo, criticado por la comunidad científica.

En cuanto a la restauración, dos tercios de las comidas servidas a los aficionados y la mitad de las comidas para el personal y los voluntarios olímpicos serán vegetarianas, lo que reducirá a la mitad su impacto en carbono en comparación con las comidas omnívoras, y el 25 por ciento de los productos serán locales. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esto último no garantiza una menor huella de carbono.

Las compensaciones de carbono también están sobre la mesa. El comité organizador tiene previsto financiar proyectos de reforestación, preservación de los bosques y desarrollo de energías renovables en Francia y en el extranjero para compensar el 100 por ciento de los gases de efecto invernadero emitidos por el evento. Un compromiso encomiable, aunque hay que señalar que el impacto real de los créditos de compensación de carbono es ampliamente cuestionado por la comunidad científica.

La comunidad científica está dividida sobre la sostenibilidad de los megaeventos. Algunos creen que su escala es incompatible con la sostenibilidad y que sirven principalmente a los intereses financieros y el placer de la élite. Otros los ven como una oportunidad para la innovación, el desarrollo sostenible y la promoción de la sostenibilidad.

En términos concretos, la huella de carbono prevista de los Juegos Olímpicos de 2024 es de 1.6 Mt de CO2 eq para 13 a 16 millones de visitantes, o alrededor de 100 a 125 kilogramos de CO2 eq por persona. Se trata de una cifra relativamente pequeña en comparación con la huella de carbono anual media de un ciudadano europeo, que se sitúa en 7.8 t de CO2 eq. Por ejemplo, 100 kilos de CO2 eq equivalen a las emisiones generadas por viajar 500 kilómetros en coche, 10 mil kilómetros en metro o consumir 31 hamburguesas de ternera u 83 botellas de vino.

Pero para cumplir con el Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a menos de 1.5 a 2 °C en 2100 en comparación con las temperaturas preindustriales, tenemos que limitar drásticamente la huella de carbono anual de todos a menos de 2 t de CO2 eq. Sería justo que los países ricos, que son responsables de la gran mayoría de las emisiones, asumieran la mayor parte de los recortes de emisiones.

Se espera que el cálculo de la huella de carbono se comunique de forma transparente y que la cifra haya sido verificada por un actor independiente


Los investigadores han propuesto varias formas de hacer que los megaeventos sean más sostenibles, desde reducir el tamaño de los eventos, organizarlos en varias ciudades para evitar la construcción de nuevas infraestructuras, hasta establecer estándares de sostenibilidad independientes y confiar su evaluación a organismos independientes.

Un hecho que todos pueden respaldar es que es hora de reinventar los Juegos Olímpicos y los megaeventos para alinearlos con los objetivos climáticos internacionales. Aún mejor: los juegos podrían ayudar activamente a la transición energética y climática de su región anfitriona, por ejemplo a través de la regeneración urbana.

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Las ciudades anfitrionas podrían aprovechar la oportunidad de los megaeventos para aislar edificios, implementar infraestructura de energía renovable, mejorar la infraestructura de transporte público y activo o crear áreas de ocio urbano para atraer de regreso a los habitantes de las ciudades que salen a la carretera el fin de semana para alejarse de la ciudad. Los efectos heredados de los Juegos de Barcelona de 1992 son un maravilloso ejemplo de renovación urbana exitosa en la que París podría inspirarse.

* Investigadora del Polytechnique Montréal y de la École des Ponts ParisTech. Traducción de El Sol de México.

El término “juegos verdes” se remonta a abril de 2021. En aquel momento, el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos (COJO) incluso había aspirado a la neutralidad de carbono eliminando de la atmósfera más gases de efecto invernadero que los generados por los juegos. Sin embargo, la referencia al cero neto se eliminó discretamente en comunicaciones posteriores.

Lo anterior, por supuesto plantea la pregunta: ¿se puede cumplir la promesa de unos “juegos verdes”?

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En teoría, los Juegos Olímpicos de París pretenden reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero emitidas por los Juegos de Río 2016 o los de Londres 2012, estimadas en una media de 3.5 millones de toneladas de CO2.

Eso sí, con la salvedad de que ambos juegos fueron de los menos respetuosos con el medio ambiente de la historia. También han habido críticas a la metodología utilizada para calcular las emisiones, lo que llevó al Comité Olímpico Internacional a publicar un marco estandarizado de cálculo de la huella de carbono para los Juegos Olímpicos de 2018.

Teniendo esto en cuenta, el presupuesto máximo de carbono para París 2024 se ha fijado en 1.58 Mt CO2 eq. Se trata, sin duda, de un objetivo ambicioso, sobre todo si tenemos en cuenta que los Juegos de Tokio 2020, organizados durante una pandemia y sin espectadores, generaron casi 2 Mt CO₂ eq.

Las principales fuentes de emisión

Las mayores fuentes de emisiones durante los megaeventos son tradicionalmente el transporte de los participantes y la construcción de edificios e infraestructuras. La huella de carbono de los Juegos Olímpicos de 2024, estimada hasta la fecha, se divide en tres partes relativamente iguales:

Desplazamientos de participantes y espectadores (que deberían representar una cuarta parte de las emisiones, incluido un 9 por ciento para atletas y funcionarios).

Construcción (con aproximadamente un 25 por ciento para edificios permanentes, incluido un 8 por ciento para infraestructuras temporales y aproximadamente lo mismo para sistemas de energía temporales, como generadores).

Operaciones (restauración, alojamiento, logística, seguridad, etcétera), que representan la última cuarta parte).

Los Juegos Olímpicos de París pretenden reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero emitidas por las dos olimpiadas anteriores, que fueron de las más contaminantes de la historia


Por supuesto, no sabremos la huella de carbono exacta de los Juegos Olímpicos de 2024 hasta que se celebre el evento. Las cantidades y tipos de materiales de construcción no están confirmados, y las cifras de participación, estimadas actualmente en alrededor de 13 millones de espectadores, siguen siendo hipotéticas.

Pero la mayor incógnita se refiere al transporte. Los viajes en avión, las posibles huelgas ferroviarias, así como el retraso en la puesta en marcha de cuatro nuevas líneas de metro que conectarán la región de París podrían hacer que dichas emisiones se disparen.

Eso sin mencionar la polémica construcción de un nuevo cruce de autopistas para los Juegos Olímpicos. Las investigaciones demuestran desde hace tiempo que la construcción de nuevas infraestructuras viarias genera un aumento duradero del tráfico.

El Comité Olímpico promete que la huella de carbono real se publicará en otoño, después de los Juegos. Se espera que el cálculo de la huella de carbono se comunique de forma transparente y reproducible, y que la cifra haya sido verificada por un tercero independiente, lo que corresponde a las buenas prácticas en materia de información medioambiental.

¿Unos juegos más ecológicos?

Sin embargo, los organizadores de los Juegos Olímpicos de 2024 han seguido varias vías para reducir las emisiones, la mayoría de las cuales presentan deficiencias.

La primera resolución ha sido limitar la construcción. De las infraestructuras de las 26 sedes de competición, el 95 por ciento ya existían o son temporales. Además, todos los edificios nuevos se han diseñado para emitir menos CO2 que los edificios promedio.

Un buen ejemplo de ecodiseño de los Juegos Olímpicos de París es el centro acuático, que cuenta con una estructura de madera, paneles fotovoltaicos en el techo y asientos fabricados con materiales locales reciclados. Esta última medida no afecta en absoluto a la huella de carbono del centro acuático, dada la masa relativamente pequeña de plástico y su huella de carbono por kilogramo en comparación con la masa y la huella de carbono de otros materiales, en particular el cemento y los metales. No obstante, la reducción de los residuos plásticos y el impacto positivo en la economía local deben ser aplaudidos.

La Villa Olímpica, situada en la periferia norte de París, que acogerá a 14 mil 500 atletas durante los Juegos Olímpicos y a nueve mil atletas durante los Juegos Paralímpicos, se ha comprometido a reducir en un 30 por ciento la huella de carbono de un proyecto de construcción convencional.

Sin embargo, el parámetro elegido (una tonelada de CO2 equivalente por metro cuadrado) parece muy elevado en comparación con los valores encontrados por estudios especializados, que estiman la huella de carbono de los edificios europeos en 2022 en 210 kilos de CO2 equivalente por metro cuadrado de media durante todo su ciclo de vida.

La huella de carbono prevista de los Juegos Olímpicos de 2024 será de 100 a 125 kilogramos de CO2 por persona, lo que equivale a viajar 500 kilómetros en coche o consumir 31 hamburguesas de ternera u 83 botellas de vino


También es preocupante la falta de precisión del comité olímpico sobre si el objetivo se refiere únicamente al impacto durante la construcción o a lo largo de su ciclo de vida (incluido el uso posterior de los edificios).

Los Juegos aspiran a funcionar con un 100 por ciento de energía renovable, incluida la fotovoltaica, los sistemas geotérmicos, los generadores alimentados con biocombustibles y la electricidad renovable certificada, una opción cuyo beneficio en términos de carbono es, sin embargo, criticado por la comunidad científica.

En cuanto a la restauración, dos tercios de las comidas servidas a los aficionados y la mitad de las comidas para el personal y los voluntarios olímpicos serán vegetarianas, lo que reducirá a la mitad su impacto en carbono en comparación con las comidas omnívoras, y el 25 por ciento de los productos serán locales. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esto último no garantiza una menor huella de carbono.

Las compensaciones de carbono también están sobre la mesa. El comité organizador tiene previsto financiar proyectos de reforestación, preservación de los bosques y desarrollo de energías renovables en Francia y en el extranjero para compensar el 100 por ciento de los gases de efecto invernadero emitidos por el evento. Un compromiso encomiable, aunque hay que señalar que el impacto real de los créditos de compensación de carbono es ampliamente cuestionado por la comunidad científica.

La comunidad científica está dividida sobre la sostenibilidad de los megaeventos. Algunos creen que su escala es incompatible con la sostenibilidad y que sirven principalmente a los intereses financieros y el placer de la élite. Otros los ven como una oportunidad para la innovación, el desarrollo sostenible y la promoción de la sostenibilidad.

En términos concretos, la huella de carbono prevista de los Juegos Olímpicos de 2024 es de 1.6 Mt de CO2 eq para 13 a 16 millones de visitantes, o alrededor de 100 a 125 kilogramos de CO2 eq por persona. Se trata de una cifra relativamente pequeña en comparación con la huella de carbono anual media de un ciudadano europeo, que se sitúa en 7.8 t de CO2 eq. Por ejemplo, 100 kilos de CO2 eq equivalen a las emisiones generadas por viajar 500 kilómetros en coche, 10 mil kilómetros en metro o consumir 31 hamburguesas de ternera u 83 botellas de vino.

Pero para cumplir con el Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a menos de 1.5 a 2 °C en 2100 en comparación con las temperaturas preindustriales, tenemos que limitar drásticamente la huella de carbono anual de todos a menos de 2 t de CO2 eq. Sería justo que los países ricos, que son responsables de la gran mayoría de las emisiones, asumieran la mayor parte de los recortes de emisiones.

Se espera que el cálculo de la huella de carbono se comunique de forma transparente y que la cifra haya sido verificada por un actor independiente


Los investigadores han propuesto varias formas de hacer que los megaeventos sean más sostenibles, desde reducir el tamaño de los eventos, organizarlos en varias ciudades para evitar la construcción de nuevas infraestructuras, hasta establecer estándares de sostenibilidad independientes y confiar su evaluación a organismos independientes.

Un hecho que todos pueden respaldar es que es hora de reinventar los Juegos Olímpicos y los megaeventos para alinearlos con los objetivos climáticos internacionales. Aún mejor: los juegos podrían ayudar activamente a la transición energética y climática de su región anfitriona, por ejemplo a través de la regeneración urbana.

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Las ciudades anfitrionas podrían aprovechar la oportunidad de los megaeventos para aislar edificios, implementar infraestructura de energía renovable, mejorar la infraestructura de transporte público y activo o crear áreas de ocio urbano para atraer de regreso a los habitantes de las ciudades que salen a la carretera el fin de semana para alejarse de la ciudad. Los efectos heredados de los Juegos de Barcelona de 1992 son un maravilloso ejemplo de renovación urbana exitosa en la que París podría inspirarse.

* Investigadora del Polytechnique Montréal y de la École des Ponts ParisTech. Traducción de El Sol de México.

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