Estaba en Greenville, en el norte de California, cuando las llamas arrasaron más de 100 hogares y se llevaron innumerables recuerdos, en uno de los peores incendios forestales que sufrió este estado de la costa oeste de Estados Unidos.
Observé impresionado cómo una oficina de correos, una estación de bomberos, un banco, un museo y otros negocios quedaron reducidos a escombros humeantes. Los animales muertos yacían al costado de las carreteras, también esparcidos por los terrenos.
En determinado momento, me encontré atrapado en un camino entre dos columnas de llamas, esencialmente un muro de fuego.
Sin ningún lugar adonde ir y sin equipos de bomberos a la vista, me vi obligado a conducir por ese corredor resplandeciente. Entré en modo emergencia y comencé a pensar dónde había guardado mi refugio contra incendios y cuál sería la mejor zona de seguridad, aunque no había ninguna. Solo tenía que atravesarlo.
El fuego no era la única amenaza. También había mucho viento. Trozos de árboles quemados llovían sobre mi camioneta con tanta fuerza que pensé que se rompería el parabrisas. Conduje a través de una lluvia de brasas incandescentes y vi un pequeño tornado de ceniza que fácilmente podría haberse encendido. Transité por un humo tan denso que ni siquiera podía ver las marcas en la carretera.
Pero no era esa la mayor amenaza. En los incendios forestales, enormes árboles se queman hasta la raíz y a menudo caen bloqueando la ruta. Los crujidos pueden escucharse a la distancia. Un árbol cayó sobre un equipo de bomberos causando lesiones importantes. Otro cayó justo frente a mí mientras fotografiaba un negocio en llamas.
Afortunadamente, tengo años de experiencia que me permiten comprender el comportamiento del fuego y de los patrones climáticos, por lo que sé cómo maximizar mis posibilidades de supervivencia.
Los residentes de estos pequeños pueblos y comunidades rurales son vulnerables y a menudo son, por buenas razones, objeto de órdenes de evacuación obligatoria debido a una amenaza inminente, como ocurrió en Greenville.
Además de mi habitual cobertura de incendios, quise probar algo completamente diferente. Intenté crear una serie de fotos de antes y después para mostrar lo devastadores que pueden ser los incendios forestales. El desafío, por supuesto, es que a priori no tengo ni idea de qué es lo que va a quemarse, así que tengo que hacer mis mejores predicciones.
Una semana antes de que ardiera Greenville, el humo había borrado el sol y vuelto el cielo de un color rojo oscuro. Fue entonces cuando tomé la mayoría de mis fotos del "antes". Incluso entré al bar de la ciudad donde, a pesar de una orden de evacuación obligatoria, los parroquianos bebían y jugaban a los dados. Ellos sobrevivieron, el bar no.
Espero que con esta serie de fotografías la gente comprenda mejor lo intensos y peligrosos que pueden ser los incendios forestales. Más importante aún, espero que las historias que cuento con mi cámara ayuden a pintar la imagen de cómo es estar en medio de estas intensas tormentas de fuego.
Puedes estar tomando unas copas en un bar con amigos, y al minuto siguiente la ciudad entera se reduce a cenizas.