El mayor iceberg del mundo flota entre las aguas del océano antártico luego de que el pasado 22 de mayo se separara del oeste del continente helado. Aunque científicos aseguran que su desprendimiento es un proceso natural, también precisan que éste se vio acelerado por el calentamiento global, afectando gravemente a la biodiversidad de la zona.
De acuerdo con el Centro Nacional de Hielo de Estados Unidos, el iceberg cuenta con una superficie de cuatro mil 320 kilómetros cuadrados, lo que es equivalente a casi la mitad de Puerto Rico.
Llamado por los investigadores como A-76, la dinámica del iceberg estaba siendo observada desde hace ya varios días atrás, debido a su desprendimiento de la barrera de Ronne el 13 de mayo.
Desde entonces, imágenes satelitales del programa europeo de observación de la Tierra Copernicus pudieron confirmar su separación de la Antártida, quedando a la deriva en el mar de Weddell, donde será prácticamente vecino del que, antes de su llegada, era el más grande del mundo, el A-23, el cual navega por las aguas desde 1986.
Por ahora, según los expertos, se espera que el A-76 salga del Mar de Weddel frente a la Antártida y avance en dirección al Atlántico Sur, pero ese recorrido podría llevar años, según señaló Mark Drinkwater, científico de la Agencia Espacial Europea.
A-76, el más grande, pero no de la historia
Aunque hoy en día el desprendimiento del A-76 señala a que es el glaciar más grande en la actualidad, su tamaño no ha superado a algunos de los bloques que se separaron del continente ártico, tal es el caso del A68, del 2017, que contaba con una superficie de cinco mil 800 kilómetros cuadrados y 350 metros de grueso.
El A-68 dejó de ser el más grande porque luego de un viaje de tres años, este iceberg acabó por descomponerse en pequeños bloques en abril de este año, pero antes llegó a acercarse peligrosamente a una isla recóndita del Atlántico Sur, amenazando las colonias de pingüinos y focas.
Pero, ¿en qué se relaciona la situación de la Antártida con las actividades humanas?
De acuerdo con los científicos, la formación de icebergs, bloques de hielo de agua dulce que se desprenden de un glaciar continental que alcanzó el litoral, es un proceso natural, pero el calentamiento del aire y de los océanos lo acelera.
“La temperatura del planeta ya cambió. Desde que comenzó la revolución industrial a este momento la temperatura del planeta es 1.5 °C más alto. Cuando decimos esto estamos hablando del promedio de temperatura de todo el planeta, esto significa que en algunas zonas el aumento de la temperatura ha sido incluso mayor. Por ahora nos dicen los científicos que seguramente va a seguir aumentando esa temperatura al menos 1.5° adicional porque los gases de efecto invernadero se van acumulando en la atmósfera y su efecto dura por más tiempo”, dijo Claudia Campero Arena, estratega para la movilización urbana de Greenpeace, en entrevista con El Sol de México.
Tanto el A-76 como el A-74, otro iceberg gigante de mil 270 kilómetros cuadrados que se separó en febrero de la barrera de hielo de Brunt, "simplemente forman parte del ciclo natural de barreras glaciares que no se han desprendido de ningún gran bloque en las últimas décadas", comentó en Twitter Laura Gerrish, del British Antarctic Survey (BAS), un organismo de investigación británico que detectó inicialmente el A-76.
"Es importante vigilar la frecuencia del desprendimiento de los icebergs, pero estos dos casos ya se esperaban", añadió.
Como se dijo, aunque el desprendimiento de los icebergs es un proceso natural, está acción sí se muestra acelerada como consecuencia del calentamiento global.
Pese a todo, el impacto del cambio climático es especialmente notable en esta región del mundo. Desde la era preindustrial, el planeta se calentó más de un grado centígrado gracias a las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan las actividades humanas, pero la Antártida se calentó a una velocidad dos veces superior.
Un estudio de la revista Geology, publicado este miércoles, se enfocó en examinar la barrera de Larsen, la mayor de la península antártica, estable desde hace 10 mil años, pero que en los últimos 25 sufrió una serie de hundimientos, especialmente la desintegración en 2002 de la barrera Larsen B.
Por su parte, el British Antarctic Survey secundó que "la desintegración regular de las barreras de hielo en la costa este de la península antártica está vinculada con el calentamiento de la atmósfera hacia el sur en los últimos 50 años".
"Al mismo tiempo, se acentuaron las corrientes oceánicas cálidas, debilitando las barreras de hielo", agregó.
“Una de las cosas importantes a destacar en la conversación de la emergencia climática es que, aunque ya se sabe que somos responsables de esta situación por la emisión de los gases de efecto invernadero, cuando suceden estos grandes eventos, las personas tienden a verlo como algo ajeno y fuera de su control. Eso es parte de lo que tenemos que cambiar. No solo somos responsables de la emergencia climática, sino que además tenemos la capacidad de mejorar nuestros hábitos de consumo y encaminar como sociedad cambios de raíz que nos permitan adaptarnos y dejar de hacer todavía más grave este problema”, señala Claudia Campero.
Datos reportados por Greenpeace señalan que el casquete glaciar de la Antártida pierde hasta 150 millones de toneladas de hielo cada año.
Su deshielo potencial es uno de los "puntos de ruptura" o "inflexión" identificados por los científicos capaces de modificar de forma sustancial el clima y convertir el calentamiento en un fenómeno irreversible.
Greenpeace explica que la Antártida funciona como un aire acondicionado para el planeta y de él depende el clima global.
Es decir, el hielo antártico lleva el papel de refrigerador global, pues refleja el calor solar hacia el espacio, manteniendo fresco el planeta.
La portavoz de Greenpeace asegura que la ONU ha advertido que si la temperatura del planeta aumenta 1.5 grados centígrados el impacto a los ecosistemas sería devastador, por ejemplo. entre el 70 y 90% de los arrecifes de coral del mundo desapareciera; y con un aumento de 2 grados, el 99% de los arrecifes ya no existiría.
“Esto tiene una repercusión económica, por supuesto, pero sobre todo juega un papel importante en la salud de nuestros mares y océanos y en la temperatura del globo”, explicó.
“Por su parte, está el hielo ahora de la Antártida y el Ártico. Si aumentamos 2 grados centígrados la temperatura del planeta existe el 50% de riesgo que en el verano no haya hielo en la Antártida. Una terrible consecuencia del calentamiento global, porque las capas de hielo reflejan los rayos solares y por tanto, repelen el calor. Si el incremento de la temperatura permite que los hielos se deshagan, entonces lo que vas a tener abajo será roca, que va a ser de un color más oscuro, este color más oscuro, en vez de reflejar el calor lo va a absorber y lo va a irradiar, lo que significa que ese espacio va a ser más cálido, pero que además también va a contribuir al clima global”, explicó.
¿Qué es lo que resta por hacer?
Todo lo anterior, junto con la industria pesquera, amenaza la biodiversidad en el océano Antártico. De acuerdo con Greenpeace,el océano Antártico es hogar de 14 mil especies, muchas de ellas únicas y adaptadas a las extremas condiciones polares, tales como las colonias de pingüinos emperador y Adelaida, el calamar colosal y la ballena azul.
La fauna antártica y las aguas polares sufren las consecuencias del cambio climático, y atajar las causas de este calentamiento global será clave para la supervivencia de este ecosistema vital para la salud del planeta.
Es sabido que los océanos sanos juegan un papel crucial en la absorción de dióxido de carbono. Por ello, Greenpeace señala como una de las acciones cruciales de la humanidad para salvar la Antártida el frenar la quema de combustibles para disminuir las emisiones de carbono a la atmósfera.
“La quema de combustibles fósiles es el principal causante del cambio climático, por lo que la solución pasa por acabar con la dependencia del petróleo y demás combustibles fósiles”, explica.
“A pesar de que los gobiernos se comprometieron en mantener la temperatura del planeta en máximo dos grados centígrados a finales de este siglo, según el acuerdo de París, las acciones que llevan a cabo al interior de los países los colocan en escenarios contradictorios”, asegura la estratega para la movilización urbana de Greenpeace México.
Asimismo, Greenpeace señala que la prohibición de prospecciones, libre navegación comercial, acciones militares y pesca industrial en su territorio son prioritarias.
Finalmente, una cosa es segura, tal y como lo dijo Mark Drinkwater, científico de la Agencia Espacial Europea: “el clima es el responsable de estos cambios. Y a largo plazo, desde luego, tendrá impactos de amplio alcance en distintos lugares en toda la Antártida".
Por ello, Campero Arena considera que el primer paso es que la sociedad y cada uno de los individuos que la conformen comience a cuestionarse sobre conservar su modo de vida, pero que esta no tenga un gran impacto en el medio ambiente.
“La realidad es que la emergencia climática se ha provocado por una alta demanda de energía. Ahora, el reto como sociedades es plantearnos cómo vamos a vivir con una buena calidad de vida y, al mismo tiempo, cuidar del medio ambiente. Lo primero que tenemos que hacer es pensar en lo personal, cómo vamos a reducir nuestro consumo, pero también cómo lo vamos a hacer desde una perspectiva ciudadana. Hay que empujar a nuestros políticos a cambiar la manera en que estamos buscando generar lo que conocemos como bienestar a través de políticas públicas”, puntualizó Claudira Campero.
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