Perspectiva actual de la conservación de la biodiversidad mexicana

La crisis de la biodiversidad, a diferencia del cambio climático (la otra gran amenaza ambiental), es una tragedia silenciosa

Óscar Moctezuma O | Director fundador de Naturalia, AC

  · viernes 1 de octubre de 2021

Tenemos menos de 10 años para actuar con decisión, compromiso y contundencia para evitar el colapso ambiental. Foto: Cuartoscuro

Los mexicanos entendemos muy poco sobre los beneficios que en nuestra vida diaria tiene la biodiversidad. Hoy en día, casi un 80% de la población es urbana, lo que la ha alejado del contacto con el campo y la naturaleza. Irónicamente, a los mexicanos les encanta disfrutar en sus viajes de placer y descanso, de las bellezas y espectáculos naturales de nuestro país, pero dan por sentado que alguien, generalmente el gobierno, los está cuidando y asegurando su preservación; y el gobierno, en general, ha visualizado como no prioritario ni urgente la preservación de la llamada “biodiversidad”, un elemento que no vota, no hace marchas, plantones ni protestas y no se queja, y por tanto, es prescindible, “destruible” y puede dejarse en el último lugar de las prioridades.

La biodiversidad es, en realidad, el salvoconducto para nuestro futuro. Los científicos han demostrado con todo tipo de análisis y estudios, que sin las cadenas de relaciones que hay entre los seres vivos que pueblan los ecosistemas nativos de este planeta, no habría muchos de los llamados “servicios ambientales” que hacen posible nuestra existencia.

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Sin biodiversidad no habría aire respirable, no habría agua dulce para beber, no habría captura de carbono atmosférico, no habría suelo fértil para cultivar nuestros alimentos ni habría agricultura posible, entre muchos otros beneficios indirectos que provienen de la existencia de estas incontables relaciones que han evolucionado por millones de años entre los seres vivos de todo tipo, desde virus y bacterias, hasta ballenas y árboles gigantescos.

Tampoco tendríamos los miles y miles de beneficios directos que a diario podemos gozar, desde medicinas contra todo tipo de afecciones a nuestra salud, hasta materiales y sustancias de variedad interminable que a diario utilizamos en nuestro consumo de cosas necesarias e innecesarias.

Es inconcebible que algo tan valioso e indispensable como la biodiversidad, esté siendo tratado como algo prescindible, pero la realidad es que así es.

La crisis de la biodiversidad, a diferencia del cambio climático (la otra gran amenaza ambiental), es una tragedia silenciosa que pasa desapercibida: cuando una especie desaparece, no se percibe ningún cambio, de hecho las especies llevan siglos extinguiéndose a causa de las actividades humanas y aparentemente no ha habido efectos negativos de esas extinciones, esa es la lectura popular y lo que hace percibir a la extinción de una especie más como un suceso “triste” pero no como un evento dañino.

La realidad es muy diferente. Los científicos estiman que hoy en día se extinguen ¡tres especies cada hora! Todas las extinciones actuales se originan en actividades humanas (destrucción de ecosistemas, sobreexplotación, contaminación, persecución directa, etc.).

Lo que estamos provocando es un nuevo evento masivo de extinciones que, a diferencia de los que acontecieron en el pasado de la Tierra, amenazan con colapsar procesos ecológicos indispensables para mantener las condiciones mínimas para que muchas especies, incluida la humana, puedan sobrevivir.

El 75% de nuestros cultivos son polinizados por insectos, murciélagos, aves y roedores. ¿Que va a pasar a medida que dejemos de contar con el servicio gratuito de la polinización debido a que muchas de esas especies se extinguirán?, ¿y que va a pasar en los bosques cuando las especies que dispersan las semillas de los árboles para mantener siempre renovándose la cubierta forestal, se extingan?, ¿cómo vamos a capturar el exceso de carbón atmosférico que hoy está ocasionando el cambio climático si no subsisten y se renuevan los bosques? Estamos tentando a la suerte en un juego de ruleta rusa muy peligroso.

Los científicos y ambientalistas estiman que deberíamos recuperar, conectar proteger y preservar en estado silvestre, al menos el 30% de la superficie de los continentes, para asegurar que ahí subsista al menos el 90% de la biodiversidad planetaria y que al mismo tiempo logremos capturar suficiente carbón atmosférico para impedir niveles catastróficos en el calentamiento global.

Pero prácticamente ningún país está tomándose en serio este llamado urgente y señal de alerta y, para nuestra desgracia, México es el que menos seriedad y atención le pone a este asunto. La ONU estimó en 2019 que, de las poco más de dos millones de especies que la ciencia ha descrito en nuestro planeta, alrededor de un millón (la mitad) ya se encuentran en peligro de extinción, y el país que encabeza la lista con mayor cantidad de especies en esta categoría, ¡es México!

Seguimos recortando el presupuesto ambiental que debería estar creciendo para fortalecer nuestra capacidad de recuperar y mantener nuestra, alguna vez, privilegiada biodiversidad (una de las 5 más ricas del planeta).

Hoy, México destina poco más de 1.50 (un peso con cincuenta centavos) por hectárea para el manejo y protección de las llamadas Áreas Naturales Protegidas que administra la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Esta insuficiencia de presupuesto (España dedica casi 10 veces más a este propósito; Estados Unidos 100 veces más), hace que todos los factores que están acabando con nuestra biodiversidad, se sigan incrementando y extendiendo aún dentro del territorio de estas supuestas áreas “protegidas”.

Se dice que tenemos menos de 10 años para actuar con decisión, compromiso y contundencia para evitar el colapso ambiental que hará irreversible el proceso tan acelerado de extinciones y pérdida de biodiversidad.

Es muy probable que todos los políticos que irresponsablemente hoy prefieren diferir su atención a este problema, y sus hijos, estarán vivos cuando se cumpla este plazo, pero, para entonces, ya no habrá solución posible y habremos condenado a las futuras generaciones a la peor crisis de supervivencia que ni en las más aterradoras novelas podemos imaginar.