En los últimos años, hemos sido testigos de una creciente preocupación por el estado de nuestros océanos y de la vida marina que lo habita. La pesca industrial ha jugado un papel importante en esta preocupación, ya que la sobrepesca y la explotación desmedida de los recursos naturales han puesto en peligro la salud y el equilibrio de los ecosistemas marinos, al igual que el bienestar de miles de comunidades ribereñas. Ante esta problemática, surge la pregunta: ¿deberíamos cerrar las aguas internacionales, también conocidas como alta mar, a la pesca industrial, donde cada año se capturan cerca de 10 millones de toneladas de pescado?
Numerosos estudios respaldan la idea de establecer una prohibición a la pesca industrial en las aguas internacionales (que representan 45 por ciento de la superficie del planeta). Por ejemplo, los trabajos de destacados investigadores, como Rashid Sumaila y Daniel Pauly, han revelado las graves consecuencias de la pesca indiscriminada en alta mar, que también repercuten en las aguas costeras de los países.
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Sumaila, reconocido experto en economía pesquera, ha demostrado que la sobrepesca y la pesca en alta mar no sólo agotan las poblaciones de peces, además afectan negativamente la economía global con pérdidas de miles de millones de dólares al año. Éstas son causadas por la pesca ilegal o no reglamentada y por los subsidios dañinos que mantienen activas a múltiples flotas que no son rentables.
Por su parte, Pauly, destacado biólogo marino, ha documentado cómo la pesca industrial ha provocado un declive alarmante en la biomasa de peces, alterando los ecosistemas marinos de manera irreversible. Al cambiar tan drásticamente la composición de nuestros ecosistemas marinos, inhibimos su habilidad de generar funciones ecosistémicas de beneficio social, como la absorción de gases de efecto invernadero o la producción de alimentos para millones de personas.
Además de los estudios de expertos, los datos recopilados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) revelan la magnitud del problema. Según la entidad, aproximadamente 33 por ciento de las poblaciones de peces del mundo se encuentran sobreexplotadas, lo que significa que están siendo capturadas a un ritmo insostenible. Esta cifra es alarmante y nos enfrenta a la urgencia de tomar medidas concretas para frenar la degradación de nuestro océano.
Actualmente, las aguas internacionales son consideradas como un "territorio libre" (no pertenecen a ningún país), lo que dificulta la implementación de regulaciones y medidas de conservación efectivas. Cerrarlas a la pesca industrial comercial podría ser una solución efectiva para abordar una parte significativa de este problema y abrir la puerta a una gestión responsable de los recursos marinos entre los países soberanos de los recursos migratorios compartidos. Esta medida contribuiría a restablecer el equilibrio del océano y garantizar la sostenibilidad de la pesca a largo plazo y el bienestar de innumerables comunidades costeras.
Es de gran importancia recalcar que aunque se cerraran las aguas internacionales a la pesca industrial, esta acción por sí sola no garantiza el fin de la pesca no sostenible. La pesca industrial o ribereña no sostenible en aguas nacionales (representadas por las primeras 200 millas náuticas desde la costa), también pueden contribuir con la sobrepesca. El cierre de las aguas internacionales a la pesca industrial sería uno de los pasos a dar en el camino hacia la sostenibilidad y justicia social tan necesarias para el planeta y su gente.
Hasta que se logre esto, es imperativo que la comunidad internacional ratifique y refuerce el nuevo tratado que alcanzaron casi 200 países en marzo pasado y a través del cual se podrán crear áreas marinas protegidas en alta mar. Esto es algo fundamental para poder proteger —como mínimo— 30 por ciento del océano para 2030 tal y como acordó el Convenio sobre Diversidad Biológica el pasado diciembre en el nuevo Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal. El nuevo tratado de Biodiversidad Marina en Aguas Internacionales (BBNJ, por sus siglas en inglés) ha sido un importante paso hacia la protección del océano y la vida marina porque busca establecer regulaciones para la conservación y el uso sostenible de los recursos en alta mar (del que sólo 1.2 por ciento está protegido).
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Es fundamental que México, con su extenso litoral y la gran conectividad de especies migratorias entre sus aguas territoriales y las aguas internacionales, firme este tratado. De ratificarlo, México tiene la oportunidad de desempeñar un papel clave en la conservación marina a nivel internacional.
Codirector del Grupo de Especialistas en Alta Mar de la WCPA, de IUCN* @G_Oceans