El agua es, sin lugar a dudas, el vehículo más importante a través del cual los ecosistemas y los seres humanos experimentamos los impactos derivados del cambio climático. Se estima que en la última década, más del 90% de los grandes desastres a nivel mundial han sido ocasionados por inundaciones, tormentas, olas de calor, sequías y otros eventos relacionados con el clima, afectando cada vez más la salud, la vida y los medios de subsistencia de las personas, incluyendo bienes e infraestructuras críticas, como lo son los sistemas de energía y de transporte.
El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), muestra que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando y los planes actuales para abordar el cambio climático son insuficientes.
Es innegable que los impactos del cambio climático tienen consecuencias directas sobre la seguridad hídrica, y los conflictos sociales que derivan de las brechas de desigualdad en la distribución del agua que impactan en la equidad de género, la pobreza, la educación y la salud humana, entre otros.
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Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la adaptación al cambio climático deberá basarse en la resiliencia climática, misma que se desarrolla y se fortalece a través de servicios ecosistémicos saludables que dependen de cuencas fluviales que funcionen adecuadamente.
Las características geográficas de México lo convierten en un país altamente vulnerable a los impactos adversos del cambio climático. Su ubicación entre dos océanos, así como su latitud y topografía aumentan significativamente la exposición de México a eventos hidrometeorológicos extremos.
Debido a ello, actualmente experimentamos y lidiamos con más frecuencia con episodios de precipitaciones intensas en cortos periodos de tiempo, provocando inundaciones de alto impacto; así como periodos más secos con aumento de riesgo a la sequía, contribuyendo a un aumento de olas de calor.
En mayo de 2022, la Comisión Nacional del Agua, a través de su Sistema de Monitoreo de Sequía, reveló que casi el 81% del territorio mexicano enfrenta condiciones de sequía, situación que aunada a la sobreexplotación de acuíferos, al alto nivel de contaminación de cuerpos de agua superficiales, a la falta de infraestructura para saneamiento y el tratamiento adecuado de las aguas residuales y a la ausencia de una estrategia sólida de reutilización, podrían conducir a una grave crisis de seguridad hídrica en muchas regiones del país.
Por otra parte, el cambio climático, junto con el crecimiento poblacional y la expansión irregular también han aumentado la vulnerabilidad de los sistemas urbanos relacionada con el agua.
El futuro del agua en las megaciudades del mundo es profundamente incierto. La Ciudad de México no es la excepción.
Actualmente, aproximadamente 22 millones de personas habitan en la Zona Metropolitana del Valle de México, lo que la convierte en una de las áreas metropolitanas más grandes de América, con una historia hidráulica compleja y que ha superado casi todos los tipos de desafíos relacionados con los recursos hídricos.
La gestión sostenible y resiliente del agua en la Ciudad de México requerirá la consideración no sólo de soluciones del lado del suministro, sino también de aquellas relacionadas con la eficiencia del sistema (por ejemplo, reparación de fugas) y la gestión del uso productivo de las aguas residuales tratadas y pluviales.
Como parte los esfuerzos del Banco Mundial para mejorar la resiliencia del sistema de agua de la Ciudad de México, se han desarrollado modelos para evaluar cada una de estas consideraciones: uno del sistema de distribución para evaluar oportunidades de reducción de pérdidas en la red de distribución de agua; un emulador de aguas subterráneas para evaluar oportunidades de mejora en la recarga artificial; y un modelo hidrológico para evaluar oportunidades de optimizar en la captación de agua del sur de la ciudad.
La implementación de estos modelos, no solamente ha ayudado a identificar las principales vulnerabilidades del sistema, sino que también se ha integrado un catálogo con los proyectos e inversiones más costo-eficientes y de mayor impacto para robustecer su resiliencia. Los hallazgos tienen relevancia inmediata para la política del agua en la Ciudad de México, tanto para la gestión de los sistemas actuales como para la priorización de las inversiones requeridas.
Es indiscutible que el futuro en cuanto a gestión de recursos hídricos es incierto, tanto en términos de condiciones climáticas como de patrones demográficos, es por ello que los tomadores de decisiones deben basarse en modelos de planeación bajo incertidumbre que les permitan desarrollar sistemas resilientes capaces de prevenir y mitigar los desafíos impredecibles relacionados con el agua incorporando tanto solidez como flexibilidad, y deben hacerlo de manera equitativa, a un costo financiero razonable.
Ahora frente al cambio climático, es momento de considerar el diseño de soluciones innovadoras para abordar estos retos urbanos y fortalecer la resiliencia urbana.
En su reporte “El Agua Importa: Crecimiento Resiliente, Inclusivo y Verde a través de la Seguridad Hídrica en América Latina”, el Banco Mundial señala que el crecimiento económico y el bienestar social de la región de América Latina y el Caribe dependen en gran medida del agua.
Asimismo, enfatiza que reconstruir un camino de crecimiento más resiliente, inclusivo, eficiente y más verde para esta región a través de la seguridad hídrica, requerirá la acción colectiva de los profesionales del agua, los socios para el desarrollo y los gobiernos a nivel regional.
Esto requiere enfocarse en aspectos como elevar los temas de seguridad hídrica a niveles más altos en el diálogo de desarrollo nacional e incorporar metas de seguridad hídrica como parte de programas nacionales y los planes de adaptación.
Adicionalmente, debemos considerar que la actividad humana continúa siendo la causante principal de los cambios climáticos producidos en la tierra, por lo que es fácil concluir que se deben de tomar acciones inmediatas que permitan reducir el impacto del aumento de los gases de efecto invernadero, así como la adaptación al nuevo orden climático mundial.
Una novedad importante del nuevo informe del IPCC, es que incorpora un análisis centrado en las decisiones que las personas y hogares toman como consumidores y se menciona que se podrían alcanzar hasta un 5% de reducción en las emisiones de forma muy rápida sólo con cambios en nuestros hábitos.
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Esfuerzos como el del Gobierno de Suecia y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente por concientizar a la población en el marco del Día Mundial de la Tierra, sobre la importancia de modificiar nuestros hábitos y conductas para vivir de manera sostenible y en armonía con la naturleza, nos invitan a reflexionar sobre el alcance y la repercusión global que cada una de nuestras actividades y acciones diarias pueden llegar a tener.
Especialistas en Agua del Banco Mundial