QUERÉTARO.- Como cada año y por temporada de invierno, una especie de colibrí, proveniente de Canadá y Estados Unidos, se aloja en la Sierra Gorda queretana durante el mes de septiembre, para alimentarse previo a su viaje migratorio hacia Panamá y Costa Rica.
Se trata del colibrí de garganta rubí, un ave migratoria neotropical que tiene su paso por esta zona queretana, donde arriban entre una o dos semanas para “cargar energías” en las flores del frijol ximate.
“Cada año llegan aquí 97 especies de aves migratorias neotropicales. En el caso de estos colibríes es una especie que se distribuye en el sur de Canadá y el este de Estados Unidos; son bastante puntuales en septiembre, donde aprovechan la flora del lugar”, explica el jefe del programa de tierra silvestre del Grupo Ecológico Sierra Gorda IAP, Roberto Pedraza.
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Estas especies de aves usan la Sierra Gorda como punto de descanso, donde reciben alimento de los bancos de flores de la región, situación que les permite “cargar carbohidratos” para continuar su viaje hasta el Caribe.
“Hay varios bancos de flores silvestres y en cada una ves a 10 o 15 aves, es toda la población de Norteamérica que va a Panamá, ahí pasan el invierno y por marzo regresan a Estados Unidos o hasta Canadá”, comenta Pedraza.
El mismo jefe del programa de tierra silvestre se ha encargado de fotografiar a estas especies cada año, para dar registro de la diversidad de fauna existente en esta región del estado, con la finalidad de conversar sobre estos ecosistemas y el respeto a la vida silvestre.
“Este fin de semana que los fotografié pude reconocer dos territorios, de dos machos distintos. Aunque van de paso, no se les quita lo territorial y establecen perchas favoritas desde donde vigilan y corren a hembras y machos por igual. Son sus flores y nada más para ellos”, detalla.
Asegura que, aunque cada año se realice este proceso migratorio, buscan la conservación del sitio, por lo que agradece que no se convierta en un espacio de ecoturismo, situación que perjudicaría la estancia de estas aves que necesitan del alimento para emprender su viaje.
“Hay que protegerlos. Tan sólo mi sola presencia la notaban, tardaban entre 15 ó 20 minutos, me asimilaban y volvían. Imagínate que vean a un grupo de personas, pues dejan ese banco de flores y se van. Hay que protegerlas antes que hacer dinero”, afirma.
Roberto Pedraza comenta que este es un proceso importante dentro de los ciclos migratorios, importantes en la dinámica ecológica de los sitios que visitan, algo que buscan cuidar.
“Imagínate lo importante que es encontrar estas flores siendo colibrí, viajando 3 mil kilómetros y ocupas azúcar, y tener estos manchones y vegetación es asegurarles su alimentación para que puedan continuar su viaje”, reitera.
Asimismo, detalla que en la región albergan cerca de 14 especies de colibríes, entre endémicas y migratorias, quienes comparten territorio por temporadas, lo que ha llevado al retrato fotográfico y admiración de estas aves, fenómeno a considerar en la Sierra Gorda.
PEQUEÑO VISITANTE
El colibrí de garganta rubí es una especie de ave apodiforme de la familia Trochilidae, cuya medida oscila entre los 7 y 9 centímetros de largo y una envergadura de alas de 8 a 11 centímetros, llegando a pesar cerca de los 5 gramos.
Son aves muy pequeñas y tienen un pico largo y puntiagudo. Sus alas son extensas y están adaptadas para volar en todas las direcciones. Incluso, pueden quedarse quietos mientras vuelan para visitar las flores y obtener su néctar. En su recorrido logran polinizar una gran cantidad de plantas y flores.