El fenómeno mundial que representa el Coronavirus ha trastocado prácticamente todas las dimensiones de la vida cotidiana y, el regreso a clases – tras un mes de vacaciones en México-, presentó un escenario sin precedentes en la dinámica educativa para todos los niveles: clases virtuales.
A inicios de marzo, la UNESCO estimaba que casi 300 millones de estudiantes se habían visto afectados por los cierres de escuelas en 22 países. A mediados de abril, el número ha crecido exponencialmente.
David Calderón, presidente ejecutivo de Mexicanos Primero, dijo a El Sol de México que es necesario mantener una rutina diaria y evitar que los menores se duerman tarde y despierten tarde. El reto de la rutina se agranda si tenemos un hogar con padres en modo home office, sin ayuda doméstica ni familiar para reducir los riesgos de contagio.
En el caso de los niños de primaria en adelante, la esfera académica no suele estar muy ligada a la familiar. En muchos casos, los padres ceden por completo el rol de formación y cuidado a las instituciones educativas, además de que los niños cuentan con mayor independencia para desarrollarse en distintos ambientes, explica Francesco Tonucci, es un psicopedagogo italiano de renombre.
En el otro extremo, con niños menores de 3 años, el hogar que normalmente fungía como espacio para la diversión y el descanso, hoy se convirtió en una guardería doméstica. Los padres que estaban acostumbrados a apoyarse de estos centros de cuidado y formación vieron alterada su rutina desde que, en 2019, el gobierno federal modificó el programa de estancias infantiles.
En 2014, la Encuesta Nacional de Empleo y Seguridad Social reveló que 61% de los niños en México eran cuidados por sus abuelos, mismos que hoy en día conforman la población más vulnerable al Covid-19. María Perla Mejía, investigadora de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala de la UNAM, aseguró que las abuelas no deben de asumir la responsabilidad que le toca al Estado para proveer de seguridad social a las familias.
"Prácticamente es una jornada laboral, además el problema es que muchos de ellos realizan esta ayuda de forma no voluntaria, porque se ven obligados a hacerlo y no tienen la capacidad de poner límites", explicó la psicóloga.
Detalló que este fenómeno social es conocido como síndrome del abuelo esclavo. "Un problema silencioso porque los mayores tienen miedo de causar problemas a sus hijos o decepcionarles”.
Con las opciones de cuidado a través de terceros diluyéndose, los padres se ven obligados a ajustar su dinámica familiar, muchas veces obligados a tomar responsabilidades que solían recaer en otros y que están invirtiendo los roles de crianza en forma dramática.
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