Todos conocemos la historia de tres reyes magos y sabios, procedentes de Europa, Asia y África, que viajaron desde Oriente hasta Belén, siguiendo una estrella y portando tres obsequios para adorar a un recién nacido niño Jesús. Pero, en realidad, los Reyes Magos son unos de los personajes más enigmáticos de la Navidad por la falta de evidencias documentales sobre ellos.
Fermín Labarga, profesor del Departamento de Teología Histórica de la Iglesia de la Universidad de Navarra (Norte de España), precisa que el Evangelio no dice que fueran tres, ni reyes; solo "magos", en el sentido de "personas sabias".
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Su número osciló entre los dos representados en las catacumbas de Roma y los doce de las tradiciones sirias y armenias, aunque "se fijó más o menos pronto en tres", en coincidencia con el número de ofrendas (interpretadas a su vez como símbolos): El oro, por ser Rey, el incienso por ser Dios y la mirra (utilizada para ungir los cadáveres) por ser hombre mortal.
En cuanto a sus nombres, no aparecen hasta el siglo VII y con la denominación de "Bithisarea, Melichior y Guthaspa".
Pepe Rodríguez, periodista especializado en asuntos religiosos y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, también destaca que solo son mencionados en la Biblia por Mateo, quien les dedica "tres líneas" para decir que "eran varios magos, visitaron a Herodes y adoraron al niño Jesús ofreciéndole presentes".
Entonces, "¿cómo pasaron de magos a reyes? ¿Magos de qué? ¿Reyes por qué y de dónde?", enfatiza Rodríguez.
El profesor Labarga recuerda que el teólogo Tertuliano es el primero que los llama "reyes", en el siglo III, y lo relaciona con la lectura de un salmo con el siguiente versículo: "Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecen dones; los reyes de Arabia y Saba le traen regalos".
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En esa misma época, uno de los padres de la Iglesia, Orígenes, fue el primero en establecer que, si eran tres los presentes, deberían ser tres también los reyes. Hasta entonces, se había especulado con el número: "Desde dos o cuatro, como aparecen representados en las catacumbas romanas, hasta seis, doce como los apóstoles, o sesenta como decía la Iglesia copta", afirma Rodríguez.
Hasta el siglo II, habían sido considerados magos en el sentido de sabios astrólogos y representados "con el gorro frigio de los sacerdotes del dios persa Mitra". Si Tertuliano les añadió la etiqueta de reyes fue por evitar el significado peyorativo que el concepto de "magia" había adquirido para la Iglesia, aclara el periodista.
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El propio papa Benedicto XVI alimentó el debate en torno a la figura de los Magos de Oriente al señalar en su libro "La infancia de Jesús", publicado en 2012, que la antigua Tartessos (la actual Andalucía Occidental) era el lugar de origen de los mismos. Y, sobre todo, al recordar que en el Evangelio no se habla de buey y mula en el pesebre.
Sembró así la duda sobre qué figuras colocar en los belenes familiares, lo que obligó a pronunciarse al portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino.
Según explicó entonces, San Francisco de Asís puso un buey y una mula cuando inventó el belén como símbolo de la alegoría expresada por el profeta Isaías: "El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su señora; en cambio, Israel no conoce a su señor". Al incluir a estos animales en el establo, el santo quería significar que el nuevo Israel (la Iglesia) "sí reconoce al Señor".
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