Desde febrero de 2018, el gobierno de España incluyó en su Estrategia Nacional de Adicciones el uso compulsivo de internet y las nuevas tecnologías que se ayudan del mismo, en una categoría que los medios de comunicación llamaron “adicciones sin sustancia”.
Dos meses después, en México, el INEGI reveló que uno de cada 10 niños podía considerarse adicto al internet, lo que tenía a un 51% de los padres consternados por los contenidos a los que podrían estar expuestos, mientras un 43% de ellos temían a la facilidad del acercamiento con extraños.
De acuerdo con el organismo IMS Latam Mobile Report, México se encuentra en el 4° lugar en cuanto a número de horas que pasan conectados sus habitantes en un teléfono celular: un promedio de 10.1 horas al día. Expertos señalan que el éxito de las nuevas tecnologías se relaciona con el esquema de soluciones inmediatas junto con recompensas o estímulos constantes, a cambio de esfuerzos mínimos. Similar a la dinámica con el consumo de las drogas y el alcohol.
La descripción de Enrique Echeburúa, catedrático de la Universidad del País Vasco, sobre el abuso de las redes sociales, comparte las consecuencias que tienen los vicios y adicciones basados en sustancias: alejamiento de la vida real, induce ansiedad, afecta a la autoestima y hace perder capacidad de autocontrol.
Desde el punto de vista de la paternidad, existen diversos estudios que han abarcado las probabilidades de heredar una adicción por la vía genética. En 2017, la Universidad de Fudan, en Shanghái, China, publicó en la revista Nature Communications que sus sujetos de estudio (ratones) con mayor motivación a buscar la sustancia nociva (cocaína), presentaban un tipo de marcas epigenéticas que cambian la expresión de los genes. Después, vieron que algunos de estos cambios se mantenían también en la descendencia, algo que podría explicar por qué también ellos tienen comportamientos adictivos.
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Y estos riesgos no sólo se limitan a los tópicos tradicionales como alcoholismo, tabaquismo y drogadicción. También se ha descubierto alteración genética en los espermatozoides de hombres con sobrepeso en comparación a los delgados, una señal que llama a la conciencia sobre los hábitos alimenticios en el país que más refresco consume de todo el mundo.
La Universidad de Copenhague, el Instituto Karolinska de Estocolmo y otros centros daneses y suecos, revelaron que el efecto se concentra en los genes que controlan el desarrollo y la función del cerebro, principalmente en el control central del apetito.
Este acumulado de conclusiones científicas ofrece un abanico informativo que generaciones anteriores nunca tuvieron. Hoy está comprobado el efecto negativo que tienen las adicciones de manera indirecta por la vía genética, no sólo en el día a día con las complicaciones propias de convivir en el mismo entorno con un adicto, especialmente una figura paterna que luche contra una adicción.
Si convivir con nuestros vicios es parte inherente a la humanidad, hoy que estamos más conectados que nunca, los académicos, científicos y la misma información que circula sin cesar, exhortan a mitigar esos malos hábitos para alejar a los más pequeños de cuantas situaciones vulnerables sea posible.