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Ver crecer a los hijos pasa por ser divertido, angustiante, frustrante, reconfortante y un largo etcétera. Conforme van adquiriendo nuevas habilidades es común pensar e imaginar a qué se dedicarán en la vida adulta. Si juegan con bloques habrá quien diga que será arquitecto, si gusta del xilofono, alguien afirmará que será músico.
Ver crecer también obedece a etiquetas sociales. En nuestro país es común inscribir a un niño o niña al kinder a partir de los tres años, cuando en países como Eslovenia los pequeños se quedan en casa hasta los seis. No obstante, lo anterior obedece más a una estructura socioeconómica que a la falta de sensibilidad de los padres.
Otra de las etiquetas que se han ido generando corresponden a la edad de los menores. Un bebé dejará de serlo cuando se independice de ciertos cuidados de mamá y papá, es decir: dejar el pañal, comer por sí mismo, etcétera. Dos etiquetas cronológicas que han adquirido notoriedad son los famosos terribles dos y los treadolecentes.
Diego explica la etapa de los dos años que Lorenzo está experimentando, donde los berrinches están a la orden del día, y Carlos rememora lo que fue esa etapa e incorpora las actitudes y problemas generados a partir de que Fausto ya está en los tres. Habrá algunos papás más que adviertan que no han vivido nada comparado a lo que se viene.