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La vida es una competencia constante. Es cierto, el mundo es la jungla condicionada por lo que parece ser la selección natural socioeconómica. A más dinero mayores posibilidades. Por lo tanto, la competencia no parte de cero, mucho menos en un país donde la movilidad social es prácticamente inexistente.
Como papás buscamos ofrecer mejores herramientas que las que tuvimos nosotros cuando éramos niños y jóvenes. Es natural, es nuestro deseo de superación individual y colectivo. Además, la mercadotecnia también juega un papel importante. Por algo les llaman clases de estimulación temprana, como si el saber hacer algo antes que los demás sea sinónimo de éxito.
Cuando uno hace un ejercicio retrospectivo se da cuenta que si todo lo que nos venden fuera cierto, entonces no estaríamos en el mismo lugar. Pero eso no importa, desde que nacen nuestros niños no sólo es al mercadotecnia, la misma famillia y los amigos nos ponen en posiciones encontradas: “Mi hijo habló al año y medio”, “Mi nieto ya sabe leer”, “Mi sobrino cuenta hasta cien”.
Está comprobado que no por saber algo antes quiere decir que será experto en ello. Leer antes no te hará poeta, a menos que se siga cultivando la lectura y la creatividad. Llegar primero no es lo importante, menos cuando eso le puede restar parte de su niñez. Diego y Carlos exploran esa dicotomía entre querer dar lo mejor y permintir el desarrollo natural de los pequeños.