Se dice que Mark Twain declaró alguna vez: “Estoy a favor del progreso; es el cambio lo que no me gusta”. Esa cita subraya concisamente la tendencia humana a desear el crecimiento y al mismo tiempo alberga una fuerte resistencia al trabajo duro que este conlleva.
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Ciertamente puedo entender ese sentimiento, pues crecí en un hogar evangélico conservador. Como muchos que crecieron en un entorno similar, aprendí un conjunto de creencias religiosas que enmarcaron cómo me entendía a mí y al mundo. Me enseñaron que Dios es amoroso y poderoso, y que sus fieles seguidores están protegidos. Me dijeron que el mundo es justo y que Dios es bueno. El mundo parecía simple y predecible por lo tanto.
Esas creencias se hicieron añicos cuando mi hermano falleció inesperadamente cuando yo tenía 27 años. Su muerte a los 34 años y con tres niños pequeños conmocionó a nuestra familia y comunidad. Además de tambalearme por el dolor, algunas de mis suposiciones más profundas fueron cuestionadas. ¿Dios no era bueno o no era poderoso? ¿Por qué Dios no salvó a mi hermano, que era un padre y esposo amable y amoroso? ¿Y cuán injusto, indiferente y aleatorio es el universo?
Esta profunda pérdida inició un período en el que cuestioné todas mis creencias a la luz de la evidencia de mis propias experiencias. Durante un tiempo, y gracias a un terapeuta ejemplar, pude revisar mi visión del mundo de una manera que me pareció auténtica. Cambié de opinión sobre muchas cosas. El proceso seguro no fue agradable. Me tomó muchas noches sin dormir, pero pude revisar algunas de mis creencias fundamentales.
No me di cuenta entonces, pero esa experiencia cae dentro de lo que los investigadores de las ciencias sociales llaman “humildad intelectual”. Y, sí, probablemente sea en gran parte el motivo por el que, como profesor de psicología, estoy tan interesado en estudiarla. La humildad intelectual ha ido ganando cada vez más atención y parece de vital importancia para nuestro momento cultural, cuando es más común defender una posición que cambiar de opinión.
Qué significa ser intelectualmente humilde
La humildad intelectual es un tipo particular de humildad que tiene que ver con creencias, ideas o visiones del mundo. No se trata sólo de creencias religiosas; puede manifestarse en opiniones políticas, diversas actitudes sociales, áreas de conocimiento o experiencia o cualquier otra convicción fuerte. Tiene dimensiones tanto internas como externas.
Dentro de ti, la humildad intelectual implica conciencia y propiedad de las limitaciones y prejuicios de lo que sabes y cómo lo sabes. Requiere voluntad de revisar sus puntos de vista a la luz de pruebas sólidas.
Interpersonalmente, significa mantener tu ego bajo control para poder presentar tus ideas de manera modesta y respetuosa. Requiere presentar sus creencias de manera que no sean defensivas y admitir cuando se equivoca. Implica demostrar que le importa más aprender y preservar las relaciones que tener “razón” o demostrar superioridad intelectual.
Cuatro aspectos principales de la humildad intelectual incluyen ser:
-De mentalidad abierta, evitando dogmatismos y estando dispuesto a revisar sus creencias.
-Curioso, buscando nuevas ideas, formas de expandirse y crecer, y cambiando de opinión para alinearse con evidencia sólida.
-Realista, reconociendo y admitiendo tus defectos y limitaciones, viendo el mundo como es y no como deseas que sea.
-Enseñable, respondiendo sin ponerse a la defensiva y cambiando su comportamiento para alinearse con nuevos conocimientos.
La humildad intelectual suele ser un trabajo duro, especialmente cuando hay mucho en juego.
Comenzando con la admisión de que usted, como todos los demás, tiene sesgos y defectos cognitivos que limitan cuánto sabe, la humildad intelectual podría parecer un interés genuino en conocer las creencias de su pariente durante una conversación en una reunión familiar, en lugar de esperar para que terminen y puedas demostrarles que están equivocados compartiendo tu opinión.
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Podría parecer como considerar los méritos de un punto de vista alternativo sobre un tema político candente y por qué personas respetables e inteligentes podrían no estar de acuerdo con usted. Cuando aborda estas discusiones desafiantes con curiosidad y humildad, se convierten en oportunidades para aprender y crecer.
Por ejemplo, las personas intelectualmente humildes aceptan más a las personas que tienen diferentes puntos de vista religiosos y políticos. Una parte central de esto es la apertura a nuevas ideas, por lo que la gente se muestra menos a la defensiva ante perspectivas potencialmente desafiantes. Es más probable que perdonen, lo que puede ayudar a reparar y mantener las relaciones.
Finalmente, la humildad ayuda a facilitar el crecimiento personal. Ser intelectualmente humilde te permite tener una visión más precisa de ti mismo.
* Profesor de psicología, Hope College.