Yo, coronavirus

Estimado lector, que el que escribe es un ente biológico que no tiene vida, como ninguno de mis familiares los virus

Dr. Arturo Sánchez-Paz, MC. Fernando Mendoza-Cano y MC. Trinidad Encinas-García

  · viernes 3 de abril de 2020

Foto: Cuartoscuro

Una historia que ha sido sometida a toda clase de tergiversaciones… Unos tienen por ciertos los rumores más precarios, otros convierten los hechos en falsedades. Y unos y otros son exagerados por la posteridad....Tácito

Yo, el Coronavirus asociado al Síndrome Respiratorio Agudo Severo-2, mejor conocido como SARS-CoV-2, causante de la Enfermedad del SARS-CoV-2, o SARS-CoViD-19, voy a contar aquí y ahora esta extraña historia de mi “vida” (recuerde por favor, estimado lector, que el que escribe es un ente biológico que no tiene vida, como ninguno de mis familiares los virus).

Esta es mi historia confidencial. ¿Pero quién, se preguntarán son mis confidentes? Mi respuesta es: los mexicanos. Espero que sientan que hablo con ustedes de forma directa y sincera.

Nací hace poco más de tres meses (en noviembre de 2019) tras infectar a una mujer de 57 años llamada Wei Guixian, que vende camarón en el mercado de Wuhan, China. Algunos dicen que nací el 17 de diciembre al infectar a un hombre de 55 años de la provincia de Hubei, China. Pero, diablos, créanme, ¡sé bien donde y cuando nací! La señora Guixian sufrió mi presencia por primera vez el 10 de diciembre y tuvo que ir al médico donde solamente le recetaron antigripales al haber confundido los síntomas. El 16 de diciembre ingresó al Wuhan Union Hospital casi inconsciente y para entonces los médicos ya habían observado que había muchos otros casos similares.

La señora Guixian fue puesta en cuarentena la última semana de diciembre y el último día de ese año fue diagnosticada como infectada por un Coronavirus. Días después el gobierno chino anunció que por lo menos otras 266 personas habían sido infectadas también. Fui bautizado como SARS-CoV-2 a principios de marzo de 2020. Ese es el relato de mi breve infancia.

Foto: Reuters

No podré hablar de mis padres o de mi familia con cierta extensión, simplemente porque a veces las historias familiares pueden ser tediosas. Los primeros estudios moleculares sugirieron que mi familia se originó hace unos 10,000 años, pero un estudio reciente ha demostrado que mi genealogía se extiende mucho más atrás en el tiempo… hasta hace casi 300 millones de años.

No quisiera perder mi tiempo y el suyo en trivialidades históricas, pero si no hago un relato claro de la historia de mis parientes más cercanos, seguramente habrá interpretaciones erróneas dispersándose por las redes sociales. Como verán, soy producto de la evolución natural, contrario a las absurdas ideas de que me “construyeron” en un laboratorio. En breve lo entenderán claramente.

Los coronavirus somos capaces de infectar diversos mamíferos (como cerdos, caballos, camellos, perros, roedores, murciélagos, hurones, y gatos), aves (como pavo, faisán y gansos), y peces. En humanos, algunos parientes míos son los responsables del resfriado común, y algunos primos cercanos han adquirido fama mundial debido a que pueden provocar infecciones respiratorias mucho más graves, incluso mortales. Bien, pues aunque no tuve la fortuna de conocerlo, la evidencia apunta a que mi progenitor es un coronavirus del pangolín (un simpático animal con escamas que se consume ilegalmente en China como “remedio” para tratar asma e impotencia). De hecho, un estudio realizado por Andersen y colaboradores a principios de 2020 sugiere, como ya les había dicho, que nací entre fines de noviembre y principios de diciembre. Tengo un hermano que nació en China en 2002, conocido como SARS, y al que contuvieron 6 meses después de su aparición

Foto: Reuters

Esto implica que seguramente no soy el primero, ni seré el último miembro de mi familia, en amenazar la salud humana. Y aquí una moraleja importante: no soy el único virus que ha afectado al ser humano por ingerir o interactuar con fauna silvestre. Utilizar animales silvestres (de los que se desconocen sus condiciones sanitarias) como fuente de alimento, además de afectar la biodiversidad, representa un riesgo potencial de contraer enfermedades para las que los humanos no están preparados.

En cuanto a mi origen natural, les puedo decir lo siguiente: Los virus hemos pasado millones de años “perfeccionando” el arte de “sobrevivir” a costa de nuestros hospederos. Los coronavirus nos caracterizamos, como lo indica nuestro nombre, por una “corona” que nos rodea semejante a la corona solar (por eso nos bautizaron así en 1968). Esa corona está formada por unas “espículas”, formadas por una proteína que me sirve de “llave” para entrar a la célula. Pues dichas espículas han ayudado a demostrar que no soy producto de un plan malévolo para destruir economías extranjeras, sino de la selección natural. Un estudio demostró que mis espículas están lejos de ser “perfectas” para unirme y entrar a las células humanas que infecto. De haber sido hecho en un laboratorio, hubiera esperado un mejor trabajo. Además, una comparación de mi genoma (el material genético que llevo dentro) con el de los sistemas de genética inversa que se usan en los laboratorios para el estudio de fármacos y vacunas contra enfermedades virales, demostró irrefutablemente que NO fui diseñado por humanos.

Como habrás notado, he hecho todo lo posible para que mi “vida” sea lo más dichosa. Me he replicado innumerables veces. Hoy me conocen a nivel mundial y directamente he afectado las vidas de casi un millón de personas. La mejor forma de evitar mi transmisión es limitar el contacto con posibles portadores (qué como te digo, ya son muchos). Al tener la particularidad de infectar a la gente sin provocarle síntomas, mi capacidad de propagación es alta. De modo que al mantener una distancia de unos dos metros con otras persona y evitar el contacto físico, reduce significativamente mi dispersión.

Finalmente, hasta el día de hoy no existe un medicamento antiviral efectivo contra mi. Las redes sociales se han saturado con supuestos tratamientos efectivos para hacerme daño. Ni el limón, ni el bicarbonato, ni el aire caliente de la secadora de pelo, ni el té de manzanilla, ni el ajo, me hacen daño. ¿Quieres evitarme? Procura, lo más que puedas, no salir de casa por los siguientes días. Reduce, estimado lector, las posibilidades de que nos encontremos frente a frente.

Recuerda: soy pequeño, invisible y peligroso. Muy peligroso.

Cuántos hechos deformados sobre mí quedan aún por corregir. Pero por ahora es suficiente, y como se habrá visto traté de aprovechar al máximo la oportunidad para contarte algo sobre mi breve pero impactante historia.

Laboratorio de Virología

Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste

Unidad Hermosillo

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