El surgimiento del SARS-CoV-2 y la pandemia que devino por su propagación lograron poner al mundo en jaque, y también acrecentaron y señalaron sin pudor algunos de los problemas que la humanidad lleva arrastrando durante décadas, como la desigualdad económica y social.
Desde el principio de la pandemia, se habló de que el Covid-19 suponía un mayor riesgo para las personas de la tercera edad, así como para aquellas personas que tuvieran un padecimiento preexistente cuya presencia amplificara los efectos del virus en el cuerpo, por ejemplo, diabetes, hipertensión, obesidad, entre otras.
Sin embargo, el impacto del Covid-19 no obedece únicamente a factores médicos, sino que se diluye en una añeja amalgama de disparidades sociales y económicas.
El confinamiento
En el intento por cortar el avance del virus, una de las primeras medidas que se tomaron –tarde o temprano– a lo largo del mundo fue implementar el confinamiento de todas aquellas personas cuyas actividades no resultaran esenciales para mantener andando a los países.
Médicos, personal financiero, trabajadores de limpieza, supermercados, farmacias, entre otros, fueron algunas de las actividades cuyo funcionamiento, salvo las medidas sanitarias que debieron implementar, no se vio afectado por el paso del Covid-19.
Sin embargo, el matiz viene con lo que entendemos como una actividad necesaria cuando, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 60% de la población mundial económicamente activa se encuentra en condiciones informales.
En México, para finales del 2019 –unos meses antes de que iniciara la pandemia– el 56.2% de la población laboralmente activa se encontraba en la informalidad, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
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Brecha digital
A lo anterior se suma la brecha digital. En el supuesto de que se cuente con un trabajo formal y que el desarrollo de actividades se pueda dar de vía remota, aún hay que superar el reto de la conectividad.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reporta que el 86% de la población mundial no cuenta con una conexión estable a Internet de banda ancha, por lo que su capacidad de trabajar, continuar su educación, o mantener comunicación se ve gravemente afectada.
La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) arrojó que para 2019 el 56.4% de los hogares mexicanos contaban con acceso a internet; sin embargo, la diferencia entre la conectividad en zonas urbanas y rurales fue de 28.9 puntos porcentuales, ubicándose en 76.6% y 47.7% respectivamente.
Acceso a servicios de salud
La disponibilidad y el acceso a los servicios básicos de salud es otro de los factores que exceden al estado de salud de las personas y de las que puede depender si el contagio de Covid-19 pone en riesgo su vida o no.
De acuerdo a los datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en los países desarrollados existen 55 camas, más de 30 médicos y 81 enfermeros por cada 100 mil habitantes. Por el contrario, las regiones más atrasadas cuentan con siete camas, 2.5 médicos y seis enfermeros para la misma cantidad de población.
Hasta 2018, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el 30.9% de las localidades en México se encontraban en total aislamiento, por lo que su acceso a servicios de salud quedaba imposibilitado.
Desigualdad de género
La desigualdad de género ya era un problema con el que la sociedad venía luchando, no obstante, la aparición de la pandemia del SARS-CoV-2 puso en riesgo los avances que se habían logrado y aumentó los niveles de violencia hacia la mujer. Sin mencionar que los cuerpos médicos de primera línea están compuestos en su mayoría por mujeres.
La ONU Mujeres informó que antes de la pandemia una de cada tres mujeres a nivel mundial sufrían violencia doméstica. En este sentido, el confinamiento impuesto en muchos países resultó un detonante para el incremento de casos, debido que las mujeres están aisladas con su agresor y no pueden acceder a las herramientas necesarias para prevenirlo.
Durante el mes de abril en 2020 –recién iniciado el confinamiento en México– se registraron 103 mil 117 llamadas relacionadas con violencia sexual, familiar y en contra de las mujeres, de acuerdo con un análisis de datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) por la organización Intersecta.
De las llamadas realizadas, el 57% fue por violencia familiar, 19.3% por violencia de pareja, 22% por violencia contra la mujer y 1.4% por violencia sexual.
Acceso desigual a vacunas contra Covid-19
La aparición de la primer vacuna contra Covid-19, desarrollada por los laboratorios Pfizer y BioNTech, representó el primer gran paso en la lucha contra un enfermedad que hasta julio de 2021 ha dejado más de cuatro millones de personas fallecidas en todo el mundo.
Con el fin de lograr una distribución equitativa de los biológicos existentes contra el SARS-CoV-2, la OMS puso en marcha en mecanismo COVAX, que pretende dotar de vacunas a los países cuya economía no les permite acceder a ellas.
Sin embargo, en mayo de 2021, el jefe de la Organización, Tedros Adhanom, advirtió que las vacunas destinadas a través del mecanismo sólo alcanzaban para cubrir el 0.5% de la población de los países que las han recibido hasta el momento.
Mientras tanto, las grandes economías globales han alcanzado un alto índice de vacunación, incluso en los grupos poblacionales que presentan un menor riesgo de enfermar gravemente.
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Sin duda los estragos de la pandemia no han terminado de manifestarse, y pasara algún tiempo hasta que se pueda analizar de una mejor manera el impacto que tuvo en todos los frentes. Sin embargo, con la información que ha fluido hasta el momento y siguiendo los patrones trazados, será la población más vulnerable la que sufra las peores consecuencias de la emergencia sanitaria.