El número de personas que padece hambre ha incrementado en los últimos años y ya alcanzó los niveles que había en el mundo hace una década.
Este retroceso envía una señal clara de que hay que hacer más y de forma más urgente si se pretende lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible de alcanzar el Hambre Cero para 2030.
Todos estamos expuestos a los riesgos por el calentamiento global y la contaminación, pero ahora más que nunca el cambio climático está afectando la alimentación y los niveles de hambre y desnutrición alrededor del mundo.
Los últimos datos indican que el número de personas que padecen hambre en el mundo continúa en aumento, alcanzando los 821 millones en 2017 -una de cada nueve personas-, según el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2018.
¿Qué tiene que ver el cambio climático?
A la inestabilidad generada por los conflictos en el mundo, las agencias de la ONU suman "la variabilidad y las condiciones extremas del clima" como un factor clave del aumento del hambre.
Pues algunos fenómenos extremos climáticos "no pueden atribuirse" directamente al cambio climático, el informe de la FAO evita utilizar el término. Sin embargo, apunta que entre 1990 y 2016, los eventos como el calor extremo, las sequías, las inundaciones y las tormentas se duplicaron con una media anual de 213.
"Los cambios en el clima ya están debilitando la producción de los principales cultivos en regiones tropicales y templadas", afirma la FAO.
Así, "en los últimos diez años, el 36 % de los países que sufrieron un aumento en la subalimentación registraron también una sequía", según Burgeon.
La variabilidad del clima y los eventos extremos "amenazan con socavar y revertir los avances realizados hacia la eliminación del hambre", advierte el informe.
¿Cómo afecta a los niños?
Son cada vez más los indicios de que el cambio climático contribuye a aumentar la carga que suponen las enfermedades.
Según la Organización Mundial de la Salud, se calcula que en 2000 el cambio climático fue responsable en todo el mundo de aproximadamente el 2.4% de los casos de diarrea y, en algunos países de medianos ingresos, de un 6% de los casos de paludismo, enfermedades que afectan de un modo desproporcionado a los niños y niñas de los países en desarrollo.
“A medida que el planeta se vaya calentando, la población podría sufrir hambre, escasez de agua e inundaciones en las zonas costeras. Cuando las lluvias no lleguen se perderán las cosechas y morirá el ganado, exponiendo a los niños a la hambruna y mermando las fuentes de abastecimiento de agua para el consumo y la higiene”, señala la Unicef.
El cambio climático ha pasado a ser un problema que requiere la experiencia colectiva en cuestiones como el desarrollo sostenible, la seguridad energética y la salud y bienestar de la infancia.